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24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
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07.09.2019
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Vimes suspiró.

—Bueno, puedo ver que hay un problema, Zanahoria, pero el asunto de este problema, el punto clave, no es mío. Es tuyo, enano o no —dio golpecitos a la urna de la Torta.

—Copia, ¿eh? —continuó—. ¿Seguro que no es la auténtica?

—¡Señor! Sólo hay una Torta real. La llamamos “la cosa y el Todo”.

—Bueno, si es una buena copia, ¿quien se daría cuenta?

—Cualquier enano lo haría, señor.

—Sólo estaba bromeando.

Había una aldea ahí abajo, donde los dos ríos se encontraban. Allí habría botes.

Esto funcionaba. Los montes tras de él estaban blancos, libres de toda forma oscura. No importaba cuán buenos eran, déjalos intentar ir por el agua mejor que un bote…

Las costras de nieve crujían bajo sus pies. Avanzando penosamente dejó atrás las rústicas cabañas, vio el embarcadero, vio los botes, luchó con la cuerda helada que amarraba el más próximo, agarró un remo y se impulsó dentro de la corriente.

Aún no había ningún movimiento en los montes.

Ahora, al final, podía evaluar su situación. Era un bote demasiado grande para manejarlo un solo hombre, pero lo único que había de hacer era alejarse de las orillas. Serviría para esa noche. Por la mañana lo podía abandonar en cualquier parte, a lo mejor pedir a alguien que llevara un mensaje a la torre, y luego compraría un caballo y…

Detrás de él, bajo el toldo en la proa, algo empezó a gruñir.

Eran en verdad muy listos.

En un castillo no demasiado lejos la vampiresa Lady Margolotta estaba sentada en silencio, hojeando La Nobleza de Twurp.

No era un libro de referencia muy bueno para los países de este lado de las Montañas del Carnero, donde la obra estándar era el Almanaque de Gothick, en el cual ella misma ocupaba casi cuatro páginas7, pero si necesitabas saber quién se pensaba qué era en Ankh-Morpork no tenía precio.

Su copia estaba llena de marcadores. Suspiró y lo alejó de sí.

A su lado había una esbelta copa que contenía un líquido rojo. Tomó un sorbo e hizo una mueca. Luego se quedó mirando el candelabro e intentó pensar como Lord Vetinari.

¿Cuánto era lo que sospechaba? ¿Cuántas noticias había recibido? La torre de telégrafo había estado en pie un mes, y había sido ampliamente denunciada en Joder como una intrusión. Pero parecía hacer un bien si hacía más fluido el comercio local.

¿A quién enviaría?

Su elección le diría todo, ella estaba segura de eso. ¿Alguien como Lord Herrumbre o Lord Selachii…? Bueno, en ese caso, lo valoraría menos. Según todo lo que había oído, y Lady Margolotta oía muchas cosas, el cuerpo diplomático de Ankh-Morpork en general no era capaz de encontrarse su propio trasero ni con un mapa. Por supuesto, era un buen recurso para un diplomático parecer estúpido, justo hasta el momento en que te han robado los calcetines, pero Lady Margolotta había conocido a algunos de los mejores de Ankh-Morpork y ninguno podía actuar tan bien.

El aullido creciente de fuera estaba empezando a ponerla de los nervios. Llamó a su mayordomo.

—¿Shi, sheñora? —dijo Igor, materializándose de las sombras.

—Ve y diles a los hijos de la noche que hagan marravillosa música en otrra parrte, porr favorr. Tengo dolorr de cabeza.

—Por shupueshto, sheñora.

Lady Margolotta bostezó. Había sido una larga noche. Pensaría mejor después de un buen día de sueño.

Mientras apagaba las velas miró de nuevo el libro. Había una marca en la V.

Pero… seguro que ni siquiera el Patricio podía saber tanto

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