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24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
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07.09.2019
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Vimes bajó la mirada. Estaban plantados encima de un enrejado.

El Capitán Tantony de la Guardia de Joder no estaba feliz con su tarea. Había ido a la ópera la noche pasada, y después había creído ver cosas que ocurrían de una forma que, según lo que le había dicho el burgomaestre, no habían ocurrido. Por supuesto, se habían de obedecer las órdenes. Estabas seguro si obedecías las órdenes. Todo el mundo en la Guardia lo sabía. Pero estas no parecían ser órdenes seguras.

Había oído contar que las cosas eran distintas en Ankh-Morpork. Milord Vimes arrestaría a cualquiera, decían.

Tantony había colocado una mesa en el vestíbulo de la embajada, de forma que podía controlar las puertas principales. Se había esforzado en colocar sus hombres por todo el interior del edificio; no se fiaba de los enanos de guardia de fuera. Habían dicho que tenían órdenes de matar a Vimes nada más verlo, y eso no tenía sentido. Tenía que haber algún tipo de juicio, ¿o no?

Oyó un débil ruido escaleras arriba. Se puso en pie lentamente y agarró su ballesta.

—¿Cabo Sveltz?

Oyó otro pequeño ruido. Tantony fue a la parte baja de las escaleras.

Vimes apareció arriba. Había sangre en su camisa, y encostrada en un lado de su cara. Para horror del capitán, empezó a bajar las escaleras.

—¡Os dispararé!

—Ésa es la orden, ¿verdad? —dijo Vimes.

—¡Sí! ¡Quieto!

—Pero si me vas a disparar de todas formas, no hay razón en pararse aquí, ¿verdad? —dijo Vimes—. No creo que seas el indicado para hacer esto, capitán. Tienes cerebro —Vimes se apoyó en el pasamanos—. Por cierto, ¿no deberías haber llamado ya al resto de los guardias?

—¡Os digo que os paréis!

—Sabes quién soy. Si vas a disparar esa condenada cosa, hazlo ahora. Pero primero, te sugiero que serían un buen movimiento para tu carrera tirar de ese cordón de la campana de allí. ¿Qué es lo peor que te puede pasar? Aún me apuntas con la ballesta. Hay algo que deberías saber.

Tantony lo miró desconfiadamente, pero se movió unos pasos y tiró de la cuerda. Igor salió de detrás de una columna.

—¿Shí, amo?

—Dile a este joven dónde está, por favor.

—Eshtá en Ankh-Morpork, amo —dijo Igor serenamente.

—¿Ves? —dijo Vimes—. Y no mires a Igor así. No lo entendí cuando me dio la bienvenida aquí, pero es verdad. Esto es una embajada, hijo —continuó, avanzando de nuevo—, y eso significa que está oficialmente sobre el territorio del país de origen. Bienvenido a Ankh-Morpork. Hay miles de personas de Uberwald en nuestra ciudad. No quieres empezar una guerra, ¿verdad?

—Pero… pero… dijeron que… mis órdenes… ¡sois un criminal!

—La palabra es acusado, capitán. No matamos a la gente en Ankh-Morpork sólo por ser acusados. Bueno, no a propósito. Y no porque alguien nos diga que lo hagamos.

Vimes cogió sin resistencia la ballesta de las manos de Tantony y la disparó al techo.

—Ahora, despide a tus hombres —dijo.

—¿Estoy en Ankh-Morpork? —preguntó el capitán.

Incluso en su estado, Vimes creyó reconocer el tono.

Exacto —dijo, rodéandolo por los hombros con una mano—. Una ciudad que, dicho sea de paso, siempre tiene un puesto en la Guardia para un joven inteligente…

El cuerpo de Tantony se puso rígido. Se sacó de encima el brazo de Vimes.

—Me insultáis, milord. ¡Este es mi país!

—Ah —Vimes sabía que Zanahoria y Angua lo observaban desde el rellano.

—Pero tampoco quiero ver mi país deshonrado —dijo el capitán—. Esto no está bien. Vi lo que pasó anoche. ¡Apartásteis al Rey y vuestro troll agarró la lámpara de araña! Y dijeron que habíais intentado matar al Rey que habíais matado unos enanos al escapar…

—¿Estás al mando de la Guardia de aquí?

—No. Eso es trabajo del burgomaestre.

—¿Y quién le da a él las órdenes?

—Todo el mundo —dijo Tantony amargamente. Vimes asintió. Esto me suena, pensó. Esto me suena, por esto he pasado, las cosas eran así…

—¿Vas a evitar que saque a mi gente de aquí?

—¿Cómo lo vais a hacer? ¡Estamos rodeados por enanos!

—Vamos a usar… canales diplomáticos. Sólo muéstrame dónde está todo el mundo, y nos iremos. Si es de ayuda, te puedo dar un golpe en la cabeza y atarte…

—No hará falta. La enana y el troll están en el sótano. La señora está… presumo que dónde la haya llevado el Barón.

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