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24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
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07.09.2019
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Vimes sacó su reloj y lo miró. Se estaba convirtiendo en uno de esos días… de los que tienes todos los días.

Se encuentra en la misma naturaleza del universo que la gente que siempre te hace esperar diez minutos, el día que tú llegues tarde diez minutos, ya estará lista diez minutos antes, y se asegurará de no mencionártelo.

—Sentimos llegar tarde, señor —dijo Vimes, mientras entraban en el Despacho Oblongo.

—Oh, ¿llegan tarde? —dijo Lord Vetinari, levantando la vista de sus papeles—. Ni siquiera me había dado cuenta. Espero que no fuera por nada serio.

—El Gremio de los Bufones se incendió, señor —dijo Zanahoria.

—¿Muchas bajas?

—No, señor.

—Bueno, eso es una bendición —dijo Lord Vetinari prudentemente. Dejó su pluma.

—Ahora… ¿qué tenemos que discutir…? —Cogió otro documento y lo leyó rápidamente.

—Ah… veo que la nueva división de tráfico tiene el efecto deseado. —Indicó un gran montón de papel—. Estoy recibiendo un montón de quejas del Gremio de Carreteros y Conductores. Bien hecho. Por favor, trasmita mis agradecimientos al Sargento Colon y su equipo.

—Lo haré, señor.

—Veo que en un día bloquearon diecisiete carros, diez caballos, dieciocho bueyes y un pato.

—Estaba aparcado ilegalmente, señor.

—¿De veras? No obstante, un extraño patrón parece repetirse.

—¿Señor?

—Muchos de los carreteros dicen que de hecho no estaban aparcados, sino que simplemente se habían parado mientras una mujer extremadamente anciana y extremadamente fea cruzaba la calle extremadamente despacio.

—Esa es su versión, señor.

—Saben que era una anciana por su constante letanía de frases de “Oh, señor, mis pobres y viejos pies”, y expresiones similares.

—Verdaderamente a mí me suena como una anciana, señor —dijo Vimes, con la cara inexpresiva.

—Bastante. Lo que es extraño es que varios de ellos afirman haber visto la anciana con posterioridad largarse por un callejón bastante rápido. Yo ni lo consideraría, por supuesto, si no fuera porque la señora, por lo que parece, ha sido vista poco después cruzando otra calle muy lentamente, unos pocos metros más allá. Un buen misterio, Vimes.

Vimes se puso las manos sobre los ojos.

—Es un misterio que pienso resolver bastante pronto, señor.

El Patricio asintió e hizo una pequeña anotación en el listado que tenía delante.

Cuando la apartó, apareció un pedazo de papel mucho más mugriento, muy doblado. Cogió dos abrecartas y, usándolos quisquillosamente, desdobló el papel y se lo acercó lentamente a Vimes a través del escritorio.

—¿Sabe algo sobre esto? —dijo.

Vimes leyó en grandes, redondeadas letras escritas a lápiz.

KeRido PerrO, La CruELDat conlos PerrOs Sin o Gar En Sta CIUDAT Es unA Dessgra SIA Ke haSE la Gardia ParreglarLO FiMado La LIGa contRa la Crueldat conlos PerrOs

—No sé nada sobre esto —dijo.

—Mis empleados dicen que cuelan un papel así por debajo de la puerta la mayoría noches —explicó el Patricio—. Por lo que parece, nunca se ve a nadie.

—¿Queréis que lo investigue? —propuso Vimes—. No deberías ser difícil encontrar a alguien en la ciudad que babea cuando escribe y comete más faltas de ortografía que Zanahoria.

—Gracias, señor —dijo Zanahoria.

—Ninguno de los guardias informa haber visto a nadie —dijo el Patricio—. ¿Hay algún grupo en Ankh-Morpork particularmente interesado en el bienestar de los perros.

—Lo dudo, señor.

—Entonces lo ignoraré pro tem —dijo Vetinari. Dejó que la empapada carta cayera salpicando en la papelera.

—Pasando a temas más importantes —continuó enérgicamente—. Ahora, veamos… ¿Qué saben de Joder?

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