Добавил:
Upload Опубликованный материал нарушает ваши авторские права? Сообщите нам.
Вуз: Предмет: Файл:
24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
Скачиваний:
2
Добавлен:
07.09.2019
Размер:
941.06 Кб
Скачать

Igor miró hacia abajo desde arriba de la carroza.

—¿En Ankh-Morpork, amo? Vaya. Todo el mundo quiere ir a Ankh-Morpork, amo. Esh una oferta muy tentadora. Pero shé dónde eshtá mi shitio, Shu Eshelenshia. Debo preparar la casha para la shiguiente eshelenshia.

—Oh, sin duda…

—Pero, por cashualidad, mi shobrino Igor eshtá buscando una colocashión, amo. Lo haría bien en Ankh-Morpork. Esh demashiado moderno para Uberwald, ¡esho sheguro!

—Un buen muchacho, ¿no?

—Tiene un buen corazón. Y eso lo shé sheguro, sheñor.

—Eh, bien. Bueno, envíale un mensaje, entonces. Nos iremos lo más pronto posible.

—¡Eshtará tan eshitado, sheñor! ¡He oido decir que en Ankh-Morpork, losh cuerposh están tiradosh en las callesh y cualquiera she losh puede llevar!

—No es tan malo como eso, Igor.

—¿No? Oh, bueno, no she puede tener todo. She lo diré inmediatamente —Igor se fue dando bandazos en una especie de cojera-rápida.

Me pregunto porque todos caminan así, pensó Vimes. Deben tener una pierna más corta que la otra. O es eso o no saben elegir las botas.

Se sentó en los escalones de la casa y sacó un cigarro. Así que eso era todo, pensó. Jodida política otra vez. Siempre era la jodida política, o la jodida diplomacia. Jodidas mentiras en ropas elegantes. Una vez salías de las calles, los criminales simplemente se escurrían entre tus dedos. El Rey y Lady Margolotta y Vetinari… siempre miraban a una especie de gran imagen. Vimes sabía que él era, y siempre sería, un hombre de imágenes pequeñas. Dee era útil, así que probablemente pasaría, oh, unos días partiendo pan o lo que fuera que les hicieran por ser traviesos. Después de todo, lo que ella había destruido era sólo una copia, ¿no?

¿No?

Pero ella había creído que cometía un crimen mucho más grande. Eso tenía que significar algo, en la galería personal de pequeñas imágenes de Sam Vimes.

Y la Baronesa era culpable. Había muerto gente. Y Wolfgang… bueno, algunas personas simplemente eran naturalmente culpables. Era así de simple. Cualquier cosa que hacían, se convertía en un crimen, simplemente porque eran ellas las que lo hacían.

Exhaló una bocanada de humo.

No se debería permitir a personas como ésas salir de las cosas simplemente muriendo.

Pero… él había muerto, ¿no era así?

Los lobos habían recorrido un largo trecho río abajo, había dicho Sybil, por ambas orillas. No había su olor. Más abajo había una gran cantidad de rápidos y otra catarata. Lo que no podía matarle sin duda le hizo desear que sí.

Si había ido río abajo. Pero río arriba también no había otra cosa que rápidos y aguas tumultuosas hasta la ciudad.

No, no pudo… sin duda nadie podía remontar una catarata…

Una sensación fría empezó en la parte trasera del cuello de Vimes. Pero cualquier persona sensata habría salido pitando del país, ¿verdad? Los lobos lo buscaban, Tantony no lo iba a recordar afectuosamente y si Vimes había juzgado al Rey correctamente, entonces los enanos también tendrían alguna pequeña y oscura venganza en reserva.

Era el problema es que si imaginabas la imagen mental de una persona sensata e intentabas superponerla con una imagen de Wolfgang, encontrarías que no encajaban en ningún sitio.

Había un viejo dicho, ¿verdad? «Tal como un perro vuelve a sus vómitos, un loco vuelve a sus locuras». Bueno, eso llevaba a Wolfgang volviendo una y otra vez.

Vimes se puso en pie y se giró lentamente. No había nadie detrás de él. Algunos ruidos venían de la puerta de la calle, gente riendo, el tintineo de un arnés, el tañido de una pala limpiando la nevada de la noche pasada.

Entró en la embajada, con la espalda pegada a la pared, y tanteó hasta que encontró el camino que llevaba a las escaleras, mirando dentro de cada portal. Cruzó corriendo la anchura del vestíbulo, hizo una voltereta y termino contra la pared opuesta.

—¿Pasa algo malo, señor? —preguntó Cheery. Le miraba desde arriba de las escaleras.

—Eh, ¿has visto algo extraño? —preguntó Vimes, quitándose el polvo tímidamente—. Y tengo presente que estamos hablando de una casa con un Igor.

—¿Me podría dar una pista, señor?

—¡Wolfgang, condenación!

—Pero si está muerto, señor. ¿O no?

—¡No lo suficiente!

—Eh, ¿qué quiere que haga?

—¿Dónde está Detritus?

—¡Limpiándose el casco, señor! —dijo Cheery, al borde del pánico.

—¿Por qué demonios está perdiendo el tiempo en eso?

—Eh, eh, ¿porque se supone que hemos de ir a la coronación en diez minutos, señor?

—Ah, sí.

—Lady Sybil me dijo que fuera a buscaros. Con un tono de voz muy preciso, señor.

En este momento la voz de Lady Sybil retumbó por todo el pasillo.

—¡Sam Vimes! ¡Ven aquí inmediatamente!

—Ese tono, señor —añadió Cheery servicialmente.

Соседние файлы в предмете [НЕСОРТИРОВАННОЕ]