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24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
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07.09.2019
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Vimes se pasó la mañana siguiente intentado aprender sobre dos países extranjeros. Uno de ellos resultó llamarse Ankh-Morpork.

Uberwald era fácil. Era cinco o seis veces mayor que todas las Planicies de Sto, y se extendía hasta el Eje. Estaba tan densamente arbolado, tan cruzado por pequeñas cordilleras y surcado de ríos, que estaba mayormente sin cartografiar. También estaba en su mayoría sin explorar12. La gente que vivía allí tenía otras cosas en la cabeza, y la gente de fuera que venía a explorar se internaba en los bosques y no volvía a salir. Y durante siglos nadie se había preocupado por la zona. No les podías vender cosas a la gente que estaba escondida por tantos árboles.

Había sido probablemente la carretera lo que lo había cambiado todo, unos pocos años antes, cuando la construyeron hasta Genua. Una carretera se construye para seguirla. La gente de la montaña había empezado a irse a las llanuras, y en los últimos años, los de Uberwald se les habían unido. Las noticias volaron hasta casa: se podía hacer dinero en Ankh-Morpork, trae a los niños. Pero no necesitas traer el ajo porque todos los vampiros trabajan en las carnicerías kosher. Y si te empujan en Ankh-Morpork puedes devolver el empujón. Nadie se preocupa lo suficiente sobre ti como para querer matarte.

Vimes podía empezar a diferenciar los enanos de Uberwald de los de Cabeza de Cobre, que eran más bajos, más ruidosos y se sentían como en casa entre humanos. Los enanos de Uberwald eran silenciosos, tendían a escabullirse por las esquinas, y a menudo no hablaban Morporkiano. En algunos de los callejones del Camino de la Mina Melaza podías creer que estabas en otro país. Pero era lo que todo policía puede desear en un ciudadano. No traían problemas. Generalmente trabajaban los unos para los otros, pagaban los impuestos más voluntariamente que los humanos, aunque para ser honestos, había pequeños montones de excrementos de ratón que producían más dinero que la mayoría de los ciudadanos de Ankh-Morpork, y generalmente cualquier problema que tuvieran lo resolvían entre ellos mismos. Si este tipo de gente llamaba alguna vez la atención de la policía, era normalmente solo como un contorno de tiza.

Resultó, no obstante, que dentro de la comunidad, tras las mugrientas fachadas de todos esas casas de pisos y talleres en la Calle Cable y el Camino de la Barba de Ballena, había vendettas y enemistades que tenían su origen en dos ramales de una mina que se habían unido a ochocientos kilómetros de allí y un millar de años atrás. Había cantinas donde sólo podías beber si eras de una montaña particular. Había calles por las que no circulabas si tu clan había excavado una determinada veta. La forma cómo llevabas tu casco, la forma cómo dividías tu barba eran complicados mensajes para los otros enanos. Si siquiera le alargaban una hoja de papel a Vimes.

—Luego está la forma en que tú krazaks tu G'ardrgh —dijo la Cabo Pequeñotrasero.

—No voy a preguntar.

—Me temo que tampoco lo podría explicar —dijo Cheery.

—¿Tengo un Gaadrerghuh? —dijo Vimes.

Cheery hizo una mueca ante la horrorosa pronunciación.

—Sí, señor. Todo el mundo lo tiene. Pero sólo un enano puede krazak el suyo correctamente —dijo—. O la suya —añadió.

Vimes suspiró y bajó la mirada a las páginas de garabatos de su bloc de notas bajo el título «Uberwald». No estaba completamente advertido de ello, pero trataba hasta la geografía como si estuviera investigando un crimen («¿Has visto quién excavó el valle?» «¿Reconocerías ese glaciar si lo volvieras a ver?»)

—Voy a cometer un montón de errores, Cheery —dijo.

—Yo no me preocuparía por eso, señor. Los humanos siempre los cometen. Pero la mayoría de enanos se pueden dar cuenta cuando una persona intenta no cometerlos.

—¿Estás segura de que no te importa venir?

—Debo enfrentarme a ello más tarde o más temprano, señor.

Vimes movió la cabeza tristemente.

—No lo entiendo, Cheery. Hay toda esa disputa sobre un enano hembra que intenta comportarse como, como…

—¿Una señorita, señor?

—Exacto, pero nadie dice nada de que a Zanahoria lo consideren un enano, siendo un humano…

—No, señor. Como él dice, es un enano. Fue adoptado por enanos, ha ejecutado el Y-grad, cumple el j'kargra tanto como se puede cumplir en una ciudad. Es un enano.

—¡Pero mide más de un metro ochenta!

—Es un enano alto, señor. No nos molesta que también quiera ser un humano. Ni siquiera los drudak'ak lo considerarían un problema.

—Me he quedado sin caramelos para la garganta, Cheery. ¿Qué ha sido eso?

—Veamos, señor, la mayoría de enanos de aquí son… bueno, creo que usted los llamaría liberales, señor. Son en su mayoría de las montañas tras las Cabeza de Cobre, ¿sabe? Se llevan bien con los humanos. Algunos de ellos hasta entienden que… tienen hijas, señor. Pero algunos de los más… anticuados… enanos de Uberwald no han salido tanto. Actúan como si B’hrian Hachasangrienta aun estuviera vivo. Es por eso que los llamamos drudak'ak.

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