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24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
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07.09.2019
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Vimes recordó la expresión de la cara de Albrecht.

—Él lo sabía.

—Oh, sí. Un cierto número de… los enanos más importantes lo saben. El conocimiento se queda en las familias. La primera Torta se desmoronó después de trescientos años cuando el rey del tiempo la tocó. Mi antepasado era un guardia que fue testigo de ello, ¿sabéis? Podríamos decir que ascendió de una forma acelerada. Estoy seguro que me entendéis. Después de eso, estábamos un poco más preparados. Hubiéramos buscado una nueva en cincuenta años más o menos en cualquier caso. Me complace que ésta se hiciera en la gran ciudad enana de Ankh-Morpork, y no me sorprenderá si resulta ser una excelente guardiana. Mirad, hasta tiene las uvas pasa bien puestas, ¿sabéis?

—¡Pero Albrecht os podría haber desenmascarado!

—¿Desenmascarar el qué? No es Rey, pero me sorprendería muchísimo que un miembro de su familia no fuera Rey otra vez. Lo que se va, vuelve algún día, como dicen los Igors.

El Rey se inclinó hacia delante.

—Habéis estado trabajado bajo una interpretación equivocada, creo yo. Pensáis que como a Albrecht no le gusta Ankh-Morpork y tiene… ideas anticuadas, es un mal enano. Pero yo lo conozco desde hace más de doscientos años. Es honesto y honorable… estoy más seguro de que lo es que de mí mismo. Hace quinientos años habría sido un excelente rey. Hoy, quizás no. Quizás… ja… el hacha de mis antepasados necesita una empuñadura diferente. Pero ahora soy Rey y él lo acepta con todo su corazón, porque si no lo hiciera, pensaría que no es un enano, ¿sabéis? Por supuesto, a cada momento va a estar en desacuerdo conmigo. Ser Bajo Rey no ha sido nunca un trabajo fácil. Pero, para usar una de vuestras metáforas, todos estamos en la misma barca. Evidentemente podemos intentar tirarnos unos a otros por la borda, pero sólo una desquiciada como Dee haría un agujero en el fondo.

—La Cabo Pequeñotrasero pensó que habría una guerra… —dijo Vimes débilmente.

—Bueno, siempre hay exaltados. Pero mientras discutimos sobre quién dirige el bote, no negaremos que es un importante viaje. Veo que estáis cansado. Dejad que vuestra querida esposa os lleve a casa. Pero como colofón… ¿qué es, Vuestra Excelencia, lo que quiere Ankh-Morpork?

—Ankh-Morpork quiere los nombres de los asesinos —murmuró Vimes.

—No, eso es lo que quiere el Comandante Vimes. ¿Qué es lo que quiere Ankh-Morpork? ¿Oro? A menudo es oro. ¿O quizás hierro? Usáis mucho hierro.

Vimes parpadeó. Su cerebro se había rendido finalmente. Ya no quedaba nada. No estaba seguro de ni siquiera poderse poner en pie.

Recordó una palabra.

—Grasa —dijo inexpresivamente.

—Ajá. El Quinto Elefante. ¿Estáis seguro? Tenemos un buen hierro ahora. El hierro hace naciones fuertes. La grasa sólo las hace resbaladizas.

—Grasa —repitió como un loro Vimes, notando como la oscuridad se cernía sobre él—. Montones de grasa.

—Bueno, muy bien. El precio es diez céntimos de Ankh-Morpork el barril, pero, Vuestra Excelencia, como os he llegado a conocer, creo que quizás…

—Cinco centavos el barril de grasa depurada de primera calidad, tres centavos por la de segunda calidad, diez centavos por los barriles de sebo concentrado, asegurado y entregado en Ankh-Morpork —dijo Sybil—. Y todo de las minas de Schmaltzberg y medido según la escala Superficiedehierro. Tengo algunas dudas sobre la calidad a largo plazo de los pozos de los Grandes Colmillos.

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