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24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
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07.09.2019
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Vimes, cuyo conocimiento sobre geografía era microscópicamente detallado en un radio de ocho kilómetros alrededor de Ankh-Morpork y sólo microscópico en un radio superior, asintió titubeante.

—Sólo que no es en realidad un país —dijo Vetinari—. Es…

—Es más aquello que tienes antes de tener países —explicó Zanahoria—. En su mayoría se compone de ciudades fortificadas y feudos sin unos límites reales y montones de bosques en medio. Hay siempre algún tipo de contienda en marcha. No hay ninguna ley excepto la que imponen los señores locales, y el bandolerismo de todo tipo es habitual.

—Así que bastante distinta de la vida habitual de nuestra querida ciudad —dijo Vimes, no demasiado flojo.

El Patricio le brindó una mirada impasible.

—En Uberwald los enanos y los trolls no han enterrado sus antiguas diferencias —continuó Zanahoria—, hay grandes zonas controladas por clanes feudales de hombres lobo o vampiros, y también hay zonas con mucha más magia de fondo de la normal. Es un lugar caótico, ya lo creo, y apenas se nota que estemos en el siglo del Murciélago Frugívoro. Es de esperar, aún así, que las cosas mejoren y, felizmente, Uberwald se unirá muy pronto a la comunidad de naciones.

Vimes y Vetinari intercambiaron miradas. En ocasiones Zanahoria parecía un tratado cívico escrito por un monaguillo aturdido.

—Bien expresado —dijo finalmente el Patricio—. Pero hasta ese feliz día Uberwald sigue siendo un misterio dentro de una adivinanza envuelta en un enigma.

—A ver si lo comprendo —empezó Vimes—. Uberwald es como un gran pastel de grasa que todo el mundo acaba de descubrir que existe, y ahora con la excusa de esta coronación, ¿tenemos que ir todos con cuchara, cuchillo y tenedor a ver cuánto podemos ponernos en el plato?

—Su percepción de la realidad política es soberbia, Vimes. Sólo le falta el vocabulario correcto. Obviamente, Ankh-Morpork debe enviar un representante. Un embajador, digamos.

—No estará sugiriendo que vaya yo, ¿verdad? —dijo Vimes.

—Oh, no podría enviar al Comandante de la Guardia de la Ciudad —dijo Lord Vetinari—. La mayoría de países de Uberwald no comprenden el concepto de autoridad pacificadora civil moderna.

Vimes se relajó.

—Enviaré al Duque de Ankh en su lugar.

Vimes se incorporó de repente.

—Son en su mayoría sistemas feudales —continuó Vetinari—. Tienen muy en cuenta el rango…

—¡No puede ordenarme que vaya a Uberwald!

—¿Ordenar, Vuestra Gracia? —Vetinari parecía sorprendido y preocupado—. Por todos los cielos, debo haber entendido mal a Lady Sybil… Me dijo ayer que unas vacaciones lejos de Ankh-Morpork le vendrían a usted de maravilla…

—¿Ha hablado con Sybil?

—En la recepción del nuevo presidente del Gremio de Sastres, sí. Creo que usted tuvo que irse pronto. Le llamaron. Alguna emergencia, tengo entendido. Lady Sybil mencionó que usted siempre parecía estar, como ella dijo, constantemente en el trabajo, y una cosa llevó a la otra. Oh, espero no haber causado alguna discusión matrimonial…

—¡Justo ahora no puedo dejar la ciudad! —dijo Vimes desesperadamente—. ¡Hay tanto que hacer!

—Por eso exactamente creía Sybil que debía abandonar Ankh-Morpork —dijo Vetinari.

—Pero está la nueva escuela de entrenamiento…

—Funciona a la perfección ahora, señor —dijo Zanahoria.

—La red de palomas mensajeras está hecha un lío…

—Está más o menos arreglada, señor, una vez que les hemos cambiado el pienso. Además, las torres de telégrafo están funcionando muy bien.

—Tenemos que organizar la Guardia del Río…

—No se puede hacer mucha cosa en un par de semanas, señor, hasta que draguemos aquel bote.

—Las alcantarillas de la estación de la Calle Chitterling están…

—Tengo a los fontaneros trabajando en eso, señor.

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