Добавил:
Upload Опубликованный материал нарушает ваши авторские права? Сообщите нам.
Вуз: Предмет: Файл:
24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
Скачиваний:
2
Добавлен:
07.09.2019
Размер:
941.06 Кб
Скачать

Vimes sostuvo su mirada un momento, y luego le palmeó el hombro.

—Quédate con esa idea —dijo.

Una carroza se detuvo a su lado cuando continuó andando. Se paró tan silenciosamente, sin el tintineo de los arneses, ni el ruido de herraduras, que Vimes dio una salto a un lado de sorpresa.

Los caballos eran negros, con plumas negras en la cabeza. El vehículo era una carroza fúnebre, con las tradicionales ventanas de grandes cristales sustituidas por vidrios ahumados. No había conductor; las riendas estaban simplemente atadas muy holgadamente a una balaustrada de bronce.

Una puerta se abrió. Una figura con velo se asomó.

—¿Vuestrra Excelencia? Perrmitidme que os lleve hasta la embajada. Parrecéis tan cansado.

—No, gracias —dijo Vimes, torvamente.

—Pido disculpas porr el énfasis en el negrro —dijo Lady Margolotta—. Es lo esperrado en estas ocasiones, me temo…

Vimes se subió al carruaje con furiosa velocidad.

—Contadme —gruñó, moviendo un dedo bajo la nariz de ella—, como alguien puede remontar a nado una cascada vertical. Estaba preparado para creer cualquier cosa de ese bastardo, pero incluso él no podía conseguir algo así.

—Verrdaderramente es un misterrio —dijo la vampiresa calmadamente, mientras la carroza sin conductor avanzaba—. ¿Fuerrza sobrrehumana, posiblemente?

—Y ahora se ha ido y eso es un tanto a favor de los vampiros, ¿eh?

—Quierro pensarr que va a serr una bendición parra todo el país —Lady Margolotta se recostó en el asiento. Su rata con el lazo en el cuello observó a Vimes desconfiadamente desde su cojín rosa—. Wolfgang erra una sádico asesino, un rretrroceso que asustaba hasta su prropia familia. La Delfina… lo siento, Angua… tendrrá algo de paz mental. Una joven inteligente, siemprre lo he pensado. Marrcharrse de aquí fue la mejorr cosa que podía hacerr. La oscurridad serrá un poco menos aterradorra. El mundo serrá un lugarr mejorr.

—¿Y os he brindado Uberwald en bandeja? —preguntó Vimes.

—No seáis estúpido. Uberrwald es grrande. Esto es sólo una pequeña parrte. Y ahorra va a cambiarr. Habéis sido una bocanada de airre frresco.

Lady Margolotta sacó una larga pitillera de su bolso e insertó en ella un cigarrillo negro. Se encendió él solo.

—Como vos, he encontrrado consolación en un… vicio diferrente —dijo—. Scopani Negro. Hacen crrecerr el tabaco en una oscurridad total. Prrobadlo. Podrríais imperrmeabilizarr tejados con él. Crreo que Igorr hace cigarrillos enrrollando las hojas en sus muslos —soltó una voluta de humo—. O los muslos de alguien, en cualquierr caso. Porr supuesto, lo siento porr la Barronesa. Debe de haberr sido durro, parra una mujerr lobo, descubrrirr que has crriado a un monstrruo. En el caso del Barrón, le das un hueso y es feliz durrante horras —otra voluta de humo—. Cuidad a Angua. Familias Felices no es un juego popularr entrre los no-muerrtos.

—¡Le ayudasteis a volver! ¡Como hicisteis conmigo!

—Oh, hubierra vuelto igualmente, con el tiempo. En un momento en que no le estarríais esperrando. Seguirría a Angua como un carrcayú49. Erra mejorr que las cosas terminarran hoy —le dedicó una evlauadora mirada a través del humo—. Sois bueno en esto de la furria, Vuestrra Grracia. La guarrdáis parra cuando la necesitáis.

—No podías saber que iba a vencerle. Me dejasteis en la nieve. ¡Ni siquiera estaba armado!

—Havelock Vetinarri no habrría enviado un idiota a Uberrwald —más humo, que se retorció en el aire—. Al menos, no un idiota estúpido.

Los ojos de Vimes se estrecharon.

—Le conocéis, ¿verdad?

—Sí.

—Y le enseñasteis todo lo que sabe, ¿verdad?

Ella expelió el humo por la nariz y le sonrió radiante.

—¿Perrdón? ¿Crréeis que le enseñé? Mi querrido Sirr… Porr lo que se refierre a qué he sacado de todo esto… bueno, pues un poco de espacio para rrespirrarr. Un poco de influencia. La política es más interresante que la sangrre, Vuestrra Grracia. Y mucho más diverrtida. Cuidaos de los vampirros rreforrmados, señorr. El ansia de sangrre es sólo un ansia, y con cuidado se puede desviarr hacia otrros cauces. Uberwald va a necesitarr políticos. Ah, crreo que hemos llegado —añadió, aunque Vimes habrría podido jurar que no había mirado por la ventana.

La puerta se abrió.

—Si mi Igorr está aún dentrro, decidle que le verré en la Ciudad Subterránea. Encantada de haberros conocido. Estoy segurra de que nos volverremos a verr. Y porr favorr, presentadle mis más afectuosos saludos a Lorrd Vetinarri.

La puerta se cerró detrás de Vimes. La carroza partió.

Maldijo para sus adentros.

El vestíbulo de la embajada estaba lleno de Igors. Varios de ellos se tocaron sus flequillos, o al menos la línea de puntadas de aguja, cuando le vieron. Llevaban pesados contenedores de metal de varios tamaños, en los que se estaban formando cristales de hielo.

—¿Qué es esto? —preguntó—. ¿El funeral de Igor? —luego cayó en la cuenta—. Oh, dioses… ¿con regalos de cofre del tesoro? ¿Todos se van a llevar algo a casa?

—Podríaish deshirlo ashí, sheñor, Podríaish llamarlo ashí —dijo un Igor—. Pero noshotrosh creemosh que enterrar cuerposh es bashtante deshagradable. Todosh eshosh gushanosh y coshash —palmeó la pequeña caja que llevaba bajo el brazo—. De eshta manera, eshtará en pie y lishto en su mayor parte dentro de nada —añadió feliz.

—Reencarnación comprada a plazos, ¿eh? —dijo Vimes débilmente.

—Muy divertido, sheñor —dijo el Igor gravemente—. Pero esh shorprendente lo que la gente neceshita. Corashones, hígadosh, manosh… tenemosh una lista, sheñor, de cashosh mereshedores. Eshta noshe, habrá algunash pershonash muy afortunadash por eshtash, en parte.

—¿Y estas partes estarán en gente muy afortunada?

—Exacto, sheñor. Puedo ver que shoish rápido. Y algún día un pobre diablo tendrá una mala herida en sherebro y… —palmeó la fría caja otra vez—. Lo que she va, vuelve algún día.

Hizo un gesto a Cheery y a Vimes.

—Debo irme, sheñor. Musho que hasher, ya shabéish de que hablo.

—Puedo imaginármelo —dijo Vimes. Pensó: el hacha de mi abuelo. Cambias algunas partes, pero siempre habrá un Igor.

—Son una gente muy caritativa, señor —dijo Cheery, cuando el último Igor se hubo arrastrado fuera—. Hacen mucho trabajo de calidad. Eh, hasta se han llevado su traje y sus botas porque podían serle útiles a alguien.

—Lo sé, lo sé. Pero…

—Sé que queréis decir, señor. Todo el mundo está en el vestidor. Lady Sybil dijo que usted volvería. Dijo que cualquiera con esa mirada en los ojos volvía.

—Vamos a ir todos a la coronación. Quizás podamos también ver que todo esté en orden. ¿Es eso lo que vas a llevar, Cheery?

—Sí, señor.

—Pero son sólo… ropas ordinarias de enano. Pantalones y todo eso.

—Sí, señor.

—Pero Sybil me dijo que ibas a llevar un vestido verde y un yelmo con una pluma.

—Sí, señor.

—Eres libre de llevar lo que quieras, ya lo sabes.

—Sí, señor. Y entonces me acordé de Dee. Y observé al Rey cuando hablaba con usted, y… bueno, puedo llevar lo que quiera, señor. Eso es lo importante. No tengo que llevar ese vestido, y no debería llevarlo porque otra gente no quiere que lo haga. Además, me hace parece una lechuga bastante estúpida.

—Todo esto es un poco complicado para mí, Cheery.

—Es probablemente algo de enanos, señor.

Соседние файлы в предмете [НЕСОРТИРОВАННОЕ]