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Урок 24

 

А. Основной текст

 

Выполните письменный перевод основного текста урока с испанского языка на русский, предварительно ознакомившись со словарем, переводческим комментарием и советами переводчику:

En el pasado republicano nuestro, la idea de la rotación, de la sucesión presidencial obligada, aunque a veces no se cumpliera, era central. Era el principio dominante. La superioridad institucional del Chile del siglo XIX, por ejemplo, aquello que se llamó la religión del Estado, tenía que ver, en buena parte, con la vigencia del sistema de los decenios y con la prohibición de una segunda reelección (1). Al término del primero de los decenios, el de Joaquín Prieto en 1841, el fenómeno, que después nos parecería normal, era de una novedad política extraordinaria. Andrés Bello escribió que «el espectáculo de un presidente que baja del más alto puesto para cederlo al elegido del pueblo se veía por primera vez en América del Sur». Y el general José de San Martín, desde su destierro de Boulogne-sur-Mer, donde observaba con amargura la situación de las ex colonias hispanoamericanas, con un estado de ánimo parecido al de los años finales de Simón Bolívar, constataba, sin embargo, al conocer el paso pacífico del primer decenio presidencial chileno al segundo, que Chile era el único país que había «resuelto el problema de que se pueda ser republicano hablando la lengua española».

Nosotros, después de un paréntesis bastante largo, hemos reanudado con la tradición que impide la reelección inmediata de los jefes de Estado. No parece una tradición verdaderamente amenazada en Chile en este momento, pero no hay que olvidar que hace menos de diez años, durante el plebiscito sobre el pinochetismo, mucha gente de tendencia conservadora, pero sin mayores simpatías autoritarias, votaba por el «sí» porque parecía una garantía de la continuación de la bonanza económica.

En otras palabras, ya no confiamos tanto, como confiábamos en el pasado, en que la solidez de las instituciones asegure el desarrollo de la economía. Confiamos muchísimo más, aunque parezca extraño y aunque en el fondo sea ilógico, en determinadas personas. La gente que ha prosperado en los últimos años en Argentina, y que es mucha, sin duda, parece preferir que Carlos Menem (2) sea reelegido. Los empresarios que antes apoyaban ¡a candidatura presidencial de Mario Vargas Llosa en Perú y que ahora han hecho espléndidos negocios quieren que Fujimori sea presidente 'oda la vida. Nos dicen, por otro lado, que la reelección de Femando Henriquez Cardoso es indispensable para que no se derrumbe la economía brasileña. Con su inteligencia, con su cultura, con su espíritu democrático, e! presidente Cardoso goza de toda mi simpatía. Pero esto de cambiar las normas constitucionales durante el período del interesado no me convence para nada.

El régimen parlamentario de la mayoría de ¡os países europeos permite que los políticos más competentes duren largo tiempo en sus cargos, sin que esto, por lo menos en apariencia, ponga en peligro e! sistema democrático. Nosotros hemos pensado desde hace tiempo, aquí y en casi toda América Latina, que el parlamentarismo a la europea no se aviene con nuestra idiosincrasia, que necesitamos un poder ejecutivo fuerte. Hemos creado un ejecutivo así y nos hemos empeñado en limitar su poder de diferentes maneras. Ahora bien, un ejecutivo fuerte con la reelección asegurada es la más perfecta de las dictaduras. Si el sistema se empieza a imponer en países importantes del continente, habremos regresado, en vísperas de! siglo XXI, por vías indirectas, por el camino más largo, al siglo XIX, al de los caudillos bárbaros y los caudillos un poco menos bárbaros.

 

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