Добавил:
Upload Опубликованный материал нарушает ваши авторские права? Сообщите нам.
Вуз: Предмет: Файл:
John Grisham - El testamento.doc
Скачиваний:
6
Добавлен:
12.11.2019
Размер:
1.64 Mб
Скачать

Ver si funcionaba. No le dieron de comer a la hora del almuerzo. Se burlaron de él y lo llamaron embustero. En

un momento determinado, Langhorne estuvo a punto de hacerlo llorar. Cuando Snead ya estaba agotado y a

punto de venirse abajo, lo enviaron a casa con todos los videos y le ordenaron que los estudiase, una y otra vez.

Aún no estaba debidamente preparado para declarar, le dijeron. Sus relatos todavía no eran irrebatibles.

El pobre Snead regresó a casa con su nuevo Range Rover, cansado y perplejo, pero firmemente decidido a

practicar sus mentiras hasta que los abogados aplaudieran su actuación.

El juez Wycliff disfrutaba de sus tranquilos y breves almuerzos en su despacho. Como de costumbre,

Josh compró unos bocadillos en un establecimiento de comida preparada griega que había cerca de Dupont

Circle. Los desenvolvió, junto con el té helado y los encurtidos, sobre la mesita del rincón. Ambos se inclinaron

sobre la comida, comentando primero lo muy ocupados que estaban para pasar rápidamente al tema de la

herencia Phelan. Algo debía de haber ocurrido, pues de otro modo Josh no hubiera llamado.

—Hemos localizado a Rachel Lane —dijo éste.

—Estupendo. ¿Dónde? —En el rostro de Wycliff se dibujó una visible expresión de alivio.

—Nos hizo prometer que no lo diríamos, al menos por el momento.

—¿Se encuentra en el país? —preguntó el juez, olvidándose de su bocadillo.

—No. Está en un lugar muy apartado del mundo y encantada de vivir allí.

—¿Cómo la localizaron?

—Lo hizo su abogado.

—¿Quién es su abogado?

—Un hombre que antes trabajaba en mi bufete. Se llama Nate O'Riley, un antiguo socio de mi firma. Nos

dejó en agosto. Wycliff entornó los ojos mientras reflexionaba.

—Qué casualidad —dijo—. Ella contrata a un antiguo socio del bufete de abogados cuyos servicios

utilizaba su padre.

—No es ninguna casualidad. En mi calidad de abogado de la testamentaría, yo tenía que buscarla. Envié a

Nate O'Riley. Él la localizó y ella lo contrató. En realidad, es muy sencillo.

—¿Cuándo se presentará por aquí?

—Dudo mucho que comparezca en persona.

—¿Y qué me dice de los documentos de aceptación y renuncia?

—Están en camino. Ella se lo toma todo con mucha calma, y, si he de serle sincero, no sé muy bien

cuáles son sus planes.

—Habrá una disputa testamentaria, Josh. La guerra ya ha estallado. Las cosas no pueden esperar. Es

necesario que este tribunal tenga jurisdicción sobre ella.

—Señor juez, Rachel Lane cuenta con representación legal. Sus intereses estarán protegidos. Vamos a

luchar. Nosotros haremos la exhibición de datos y veremos qué es lo que tiene la otra parte.

—¿Puedo hablar con ella?

—Es imposible.

—Vamos, Josh.

—Se lo juro. Mire, trabaja como misionera en un lugar perdido de Suramérica. Es todo lo que le puedo

decir.

—Quiero ver al señor O'Riley.

—¿Cuándo?

Wycliff se acercó a su escritorio y tomó la agenda de citas que tenía más a mano. Su atareada existencia

estaba regulada por un calendario de listas de causas pendientes de juicio, un calendario de juicios y un

calendario de solicitudes. Su secretaria se guiaba por un calendario de oficina.

—¿Qué tal este miércoles?

John Grisham El testamento

152

—Muy bien. ¿Para almorzar? Nosotros tres juntos, con carácter informal.

—Por supuesto.

El abogado O'Riley tenía previsto pasarse toda la mañana leyendo y escribiendo, pero una llamada del

párroco truncó sus planes.

—¿Está usted ocupado? —preguntó el padre Phil con una poderosa voz que resonó con fuerza a través

del teléfono.

—Pues, en realidad, no —contestó Nate.

Se encontraba sentado en un mullido sillón de cuero, junto a la chimenea, con las rodillas cubiertas por

una manta, tomando café y leyendo a Mark Twain.

—¿Está seguro?

—Pues claro que lo estoy.

—Mire, resulta que he decidido hacer unas reformas en el sótano de la iglesia y necesito que me echen

una mano. He pensado que, a lo mejor, estaría usted aburrido, pues aquí en Saint Michaels no hay mucho que

hacer, por lo menos en invierno. Según dicen, hoy volverá a nevar.

El recuerdo del estofado de cordero pasó por la mente de Nate. Había sobrado una buena cantidad.

—En diez minutos estoy ahí.

El sótano se hallaba directamente debajo de la iglesia. Nate oyó unos martillazos mientras bajaba por los

Соседние файлы в предмете [НЕСОРТИРОВАННОЕ]