
- •Vueltas de los pantalones. Él también espera hacerse rico cuando me muera, y supongo que está contando los
- •Vida o muerte para ellos, pues todos están endeudados. El testamento que tengo ante mí va a hacerlos ricos y
- •Vas directamente al grano, ¿eh?
- •Incredulidad y rompió a llorar.
- •Impuestos sobre la herencia serían brutales.
- •Intrascendentes preguntas acerca del estado de ánimo de la familia.
- •Insatisfactoria que era su respuesta—. Troy firmó un testamento poco antes de arrojarse al vacío y me ordenó
- •Intrépidos y jóvenes abogados, entraron en el despacho. Se sentaron alrededor de una mesa caoba que había en
- •Vida de lujo hasta el momento en que había entrado en posesión de su herencia. Sus cinco millones de dólares
- •Velocidad por la interestatal—. Quinientos millones de dólares libres de impuestos —añadió con una sonrisa.
- •Iban a ninguna parte porque no podían permitirse el lujo de alquilar estudios de grabación, pero su grupo sería
- •Interno ella era una puta, y el hecho de que fuese la propietaria de todo hacía que el pobre Rex se pasara muchas
- •Inestabilidad; ambos celebraban muchas fiestas y tenían amigos muy turbulentos, todos ellos atraídos por el
- •Viejo paseaba desnudo por la playa, contemplando embobado a las jóvenes francesas. Josh y su mujer se habían
- •Vacía, Josh metió el brazo entumecido por el frío y volvió a cerrar la portezuela.
- •Vaqueros almidonados, les sirvió un whisky de malta muy añejo procedente del armario del señor Phelan.
- •Impresionante serie a las actividades al aire libre, de sonadas condenas contra médicos acusados de negligencia
- •Inmediato tras haber abandonado el de Hark. Le hizo un informe completo de todo lo que había dicho éste.
- •Investigaciones y parece ser que se enorgullecen de localizar a los pueblos más remotos de la Tierra.
- •Iniciar su aventura. Cuando a las diez Sergio entró a verle, lo encontró sentado como un monje en el centro de la
- •Virginia, y presentó una petición de apertura obligatoria de la última voluntad y testamento de Troy l. Phelan.
- •Inmediato.
- •Inadvertido fácilmente.
- •Idiomática le produjo un fugaz acceso de ansiedad que terminó en cuanto una agraciada auxiliar de vuelo
- •Virginia sólo las cuatro y media.
- •Valdir sacudió la cabeza sonriendo.
- •Valdir lo había asustado más de lo que quería reconocer. Se sentó en el borde de una mesa de cámping y
- •Inmediatamente se apartaban del camino de aquel verdadero carro blindado. Deliberadamente o por descuido, el
- •Instante.
- •Ventanillas del aparato y Milton bajó a seiscientos metros de altura. A la izquierda, mucho más cerca, se
- •Impenetrable, pero el impasible piloto se había quitado las gafas de sol y su frente estaba perlada de sudor. El
- •Ventanilla. La pista de aterrizaje era tan corta como el camino de la entrada de una bonita casa de una zona
- •Ver a Jevy conversar por teléfono fue una tortura para Nate. No entendía una sola palabra, pero el
- •Informe que le habían facilitado, y desde entonces había cambiado muy poco. El aislamiento de la gente era
- •Vuelta. Se señaló el reloj y Luis lo acompañó de nuevo a casa.
- •Valdir se despidió, no sin desearle una vez más feliz Navidad. Los Nike aún estaban mojados, pero se los
- •Intentó practicar jogging a lo largo de una manzana, pero el dolor se lo impidió. Bastante le costaba
- •Veintiocho años llamado Lance, encantado de poder hacer aquel viaje a pesar de que ella le doblaba la edad.
- •Igual lo que pudiera estar haciendo su hijo de catorce años.
- •Vio las hileras de botellas de bebidas alcohólicas, whisky, ginebra, vodka, todas llenas y sin abrir,
- •Vestíbulo para tomarse una buena taza de café cargado.
- •Imagen de mi rostro y he deseado la muerte, pero aquí estoy, sentado y respirando. Dos veces en tres días he
- •Indiferente. La estancia en Walnut Hill había hecho que su apetito disminuyera bastante, pues el método de
- •Viviera allí, se relacionase con las mismas personas, hiciera el mismo trabajo e hiciera caso omiso de los mismos
- •Varios abogados llegaron al extremo de sugerir que se les permitiera abrir y leer el testamento. Era muy largo y,
- •Irritados por el hecho de que no pudieran acceder de inmediato a la sala. Se intercambiaron algunas palabras
- •Visitantes de las salas de justicia. Los precedía Wally Bright, su abogado de las páginas amarillas. Wally vestía
- •Verdad y nada más que la verdad.
- •Intervenían en todas las peleas, siempre de parte de los Phelan y contra los reporteros. Después ayudaban a los
- •Imposible tarea de buscarle a Troy junior un puesto en la compañía que éste pudiera ocupar sin provocar una
- •Importancia. El jefe del departamento jurídico había dicho que, bien mirado, el testamento había sido una suerte.
- •Ventanas.
- •Incluso volar a casa con él, y quedarse allí el tiempo que hiciera falta para que se resolvieran todos los embrollos
- •Ilegítima de Troy Phelan. Tras finalizar sus estudios de Medicina, Rachel había cambiado de apellido en su afán
- •Veces al año, en marzo y en agosto, y Rachel solía llamar una vez al año desde un teléfono público de Corumbá
- •Inmediato. Alguien aconsejó que se les permitiera hablar de todos modos, y así quedó zanjado el problema.
- •Informes, ni notas, ni ideas acerca de lo que iba a decir a continuación; simple palabrería de un camorrista que
- •Impugnación. Los herederos, incluido Ramble, corrían el peligro de perder lo poco que Troy les había dejado en
- •Visto más lugares de Estados Unidos que él.
- •Vender.
- •Indios estadounidenses habían ganado algo. «y nosotros no los quemábamos en la hoguera —pensó—, ni los
- •Indicara el camino de regreso a la seguridad.
- •Indios podían comprender.
- •Incapacitado para testar. Nadie en su sano juicio se arrojaba por una ventana, y el que hubiese legado una
- •Volumen de la conciliación depende de mí. Si mis recuerdos son claros y detallados, puede que mi antiguo jefe
- •Inmenso pantano, exhalaré mi último aliento.»
- •Ver la primera choza y percibir olor a humo.
- •Inglés?
- •Veredictos favorables, reducir un poco más su aportación a los gastos generales del bufete y llevarse a casa más
- •Valdir regresó a su despacho, cerró la puerta y se acercó de nuevo a la ventana. El señor Stafford se
- •Indio entendiese.
- •Vernos otra vez hecho eso, me iré.
- •Indios están intentando dormir. Además, no olvide que les llamamos mucho la atención.
- •Insignificantes en aquel lugar y momento.
- •Veía muy conmovido y al borde de las lágrimas, pero conseguía decirle a la cámara lo que acababa de ver. Josh y
- •Imprecisión.
- •Vuelve a la normalidad sin que se produzca ningún daño. La tierra lo es todo para los indios, su vida; buena parte
- •Visitarme. Ella me contó la verdad acerca de mis padres biológicos, pero la revelación no significó nada para mí.
- •Veía la tierra de la orilla. Los indios empezaron a hablar entre sí y, al entrar en el Xeco, dejaron de remar.
- •Varias docenas de ellas. Vio la luz doblar una curva y, al oír el golpeteo del motor diésel, comprendió
- •Viejo había perdido la chaveta en aquel momento.
- •Varones.
- •Valdir estaba viendo la televisión y fumando su último cigarrillo de la noche sin prestar atención a las
- •Vestíbulo y de toda una serie de pasillos hasta llegar a una pequeña sala de reconocimiento donde una
- •Verdad que ella estaba allí.
- •Intimidatoria. Cuatrocientos abogados. Vestíbulos de mármol. Cuadros de firma en las paredes. Alguien estaba
- •Veinticinco a veinte. Y, si podemos atraer a Mary Ross, lo reducirá a diecisiete coma cinco. Si convencemos a
- •Valdir tenía un teléfono móvil. ¿Por qué no había llamado?
- •Intravenosa del brazo y huir hacia la libertad. Se arriesgaría a salir a la calle. Estaba seguro de que allí fuera no
- •Valdir tomó el teléfono y se retiró a un rincón, donde trató de describirle a Josh el estado de Nate.
- •Interrumpió el goteo. Tocó la frente de Nate y comprobó que no tenía fiebre.
- •Vivienda de Georgetown había terminado durante su estancia en el centro de desintoxicación. No tenía ningún
- •Inversiones dudosas. Después empezó a salir con una universitaria adicta a la cocaína y el muro se resquebrajó.
- •Introducía pastillas en la boca, lo obligaba a beber agua para que se las tragase y le humedecía el rostro con
- •Iban a enviar dinero. El consulado en Sáo Paulo estaba resolviendo la cuestión del pasaporte.
- •Volvió a reclinar la cabeza en la almohada y se tranquilizó mientras sentía que se le relajaban los
- •Instrucciones del médico. No tenía ni rastro de fiebre, la erupción cutánea había desaparecido y sólo le dolían un
- •Ver cosas y oír voces, incluso creer en fantasmas, sobre todo de noche, pero aun así siguió buscando.
- •Iban de bar en bar. Las calles eran cálidas y seguras; nadie parecía temer que le pegaran un tiro o lo atracaran.
- •Invocó el nombre de Dios. El señor estaba esperándolo.
- •Vio el rostro de Cristo, muriendo en la cruz tras una dolorosa agonía. Muriendo por él.
- •Indios la miraban cuando ella pasaba por su lado. Contó la historia de la niña que había muerto por culpa de la
- •Integridad de ese testamento. Segundo, sé la opinión que al señor Phelan le merecían sus hijos. La mera
- •Insinuar que Rachel tiene previsto rechazar la herencia haría que perdiésemos el control de la situación. Los
- •Vio el teléfono y le llamó la atención. Al parecer, seguía funcionando. Como era de esperar, Josh se había
- •Iglesia de la Trinidad.
- •Iglesia y su fachada daba a una calle secundaria. Caminaron pisando con mucho cuidado la nieve.
- •Verdad era que nadie podía fiarse de nadie. Había demasiado dinero en juego como para dar por seguro que el
- •Improcedentes.
- •Ilegítima, que tenía unos diez u once años cuando usted entró al servicio del señor Phelan. Éste intentó, a lo
- •Ver si funcionaba. No le dieron de comer a la hora del almuerzo. Se burlaron de él y lo llamaron embustero. En
- •Inestables peldaños. Era una ancha y larga sala con un techo muy bajo. El proyecto de reforma llevaba bastante
- •Indicó:
- •Iglesia de la Trinidad. Pero ambos consumieron gran cantidad de café y, al final, se terminaron el estofado de
- •Ventisca no se había producido. Al llegar a un semáforo en rojo de la avenida Pennsylvania, miró por el espejo
- •Impuestos de sucesión dividido por seis... Los honorarios de siete cifras se convertían en honorarios de ocho
- •Investigación para que llevara a cabo una indagación sobre los herederos Phelan. El examen se centraba más en
- •Volviendo a los cinco millones, ¿había invertido alguna parte de aquel dinero en acciones u obligaciones?
- •Vestían prendas mucho más informales. Junior llevaba un jersey rojo de algodón.
- •Vida, y después se arrojó al vacío. Supo engañar a Zadel y a los demás psiquiatras, y ellos se dejaron embaucar.
- •Veces se les veía juntos. Nate decidió no entrar en detalles. De repente, experimentó el deseo de terminar cuanto
- •Vidas que sólo giraban en torno al dinero.
- •Iré allí primero. Mi hijo mayor es estudiante de posgrado en la Universidad del Noroeste en Evanston, y tengo
- •Inmensa fortuna, ¿y aun así, sabiendo que había perdido el juicio, no le dijo nada a su abogado, el hombre en
- •Volvió a mirar a Nate, que estaba rebuscando entre sus papeles como si tuviera una copia del contrato. Snead
- •Invitaron de nuevo a cenar, pero él impuso como condición que Theo también participara. Almorzó con Angela
- •Veinte minutos de distancia. A las ocho y media lo llamó para decirle que una amiga suya había sufrido un
- •Inútiles notas en un cuaderno tamaño folio sencillamente porque eso era lo que estaban haciendo los demás. No
- •Viaje a Baltimore. Nate sabía que por nada del mundo habría abandonado el país.
- •Igual que cada uno de los abogados en el despacho de Wycliff.
- •Voltaje acerca de una de las fortunas personales más grandes del mundo. Josh le había reprochado su aspecto,
- •Impulso fue el de cruzar la estancia y besarle los pies a Nate. En su lugar, frunció el ceño con expresión muy
- •Valdir estaba esperando en el aeropuerto de Corumbá cuando el Gulfstream rodó hasta la pequeña
- •Inglés? ¿Cabría alguna posibilidad de que lo hubiera echado de menos o hubiera pensado en él siquiera? ¿Le
- •Visitó el hospital. Lo soñó usted todo, amigo mío.
- •Indios. Debajo de ella y encima de una mesita había una caja de plástico de material médico. El jefe señaló la
- •Inclinados uno o dos centímetros hacia la derecha.
- •Vivido once años allí y parecía ejercer una considerable influencia en él, pero no había conseguido convertirlo.
Vestíbulo para tomarse una buena taza de café cargado.
Ya eran casi las dos cuando Welly los oyó acercarse. Jevy aparcó en la orilla mientras la enorme
camioneta diseminaba guijarros a su alrededor y despertaba con su ruido a los pescadores. No se veía ni rastro
del norteamericano.
De pronto, una cabeza se levantó muy despacio en algún lugar de la cabina. Llevaba unas enormes gafas
de sol para protegerse los ojos y una gorra encasquetada hasta las orejas. Jevy abrió la portezuela del
acompañante y ayudó al señor O'Riley a apearse.
Welly se acercó a la camioneta y sacó de la parte de atrás la maleta y la cartera de Nate. Hubiera deseado
saludar a éste, pero no parecía el mejor momento. El norteamericano tenía pinta de estar muy enfermo; estaba
pálido y cubierto de sudor y tenía las piernas tan débiles que no podía caminar sin ayuda. Welly los siguió hasta
la orilla y los acompañó por el inseguro puente de madera contrachapada hasta el barco. Jevy subió por los
peldaños que conducían al puente llevando casi en volandas al señor O'Riley y después lo condujo
prácticamente a rastras por la pasarela hasta la pequeña cubierta, donde lo ayudó a tenderse en la hamaca.
Una vez de regreso en la cubierta, Jevy puso en marcha el motor y Welly soltó las amarras.
—¿Qué le ocurre? —preguntó Welly.
—Está borracho.
—Pero si son sólo las dos.
—Lleva mucho rato bebido.
El Santa Loura se alejó de la orilla y, remontando la corriente, pasó muy despacio por delante de
Corumbá.
Nate vio pasar la ciudad. El techo que había por encima de su cabeza era un grueso y desgastado toldo de
color verde estirado sobre una estructura metálica asegurada a la cubierta por medio de cuatro palos. Dos de
éstos sostenían la hamaca, que se había balanceado ligeramente justo después de que hubiesen soltado las
amarras. Nate volvió a experimentar un acceso de náuseas. Procuró no moverse. Quería que todo permaneciera
absolutamente inmóvil. La embarcación navegaba con suavidad río arriba. Las aguas estaban tranquilas. No
soplaba una gota de viento y Nate trató, mientras contemplaba el toldo de color verde oscuro, de examinar la
situación. No era fácil, pues la cabeza le dolía y le daba vueltas, y concentrarse suponía todo un reto.
Había llamado a Josh desde su habitación poco antes de salir. Con unos cubitos de hielo aplicados contra
el cuello, había marcado el número y había tratado por todos los medios de hablar con normalidad. Jevy no le
había dicho nada a Valdir. Nadie lo sabía aparte de él y Nate, y ambos habían acordado dejar las cosas tal como
estaban. En el barco no había botellas de licor y él había prometido abstenerse de beber hasta que regresaran.
¿Dónde hubiera podido encontrar un trago en el Pantanal?
En caso de que Josh estuviera preocupado, su voz no lo reflejó.
El bufete aún estaba cerrado a causa de las fiestas navideñas, etcétera, pero él tenía un montón de trabajo
que hacer, como de costumbre.
Nate le dijo que todo iba bien. El barco era adecuado y lo habían reparado debidamente. Estaban
deseando zarpar. Cuando colgó, volvió a vomitar. Y después volvió a ducharse. Finalmente, Jevy lo acompañó
al ascensor y lo ayudó a cruzar el vestíbulo.
El río describió una suave curva, volvió a girar y Corumbá desapareció de su vista. Cuanto más se
alejaban de la ciudad, más disminuía el tráfico fluvial. La ventajosa posición de Nate le permitía ver la estela y la
cenagosa agua marrón que burbujeaba detrás de ellos. El Paraguay tenía menos de ciento cincuenta metros de
John Grisham El testamento
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anchura y se estrechaba rápidamente en una serie de meandros. Pasaron junto a una frágil barca cargada de
verdes bananas y dos niñitos los saludaron con la mano.
El constante golpeteo del motor diésel no cesó tal como Nate esperaba, sino que se convirtió en un sordo
zumbido y una incesante vibración que sacudía todo el barco. No tendría más remedio que aguantarse. Trató de
columpiarse lentamente en la hamaca mientras una suave brisa le acariciaba el rostro. Las náuseas habían
desaparecido.
«No pienses en la Navidad, ni en casa, ni en los hijos y los recuerdos rotos, y no pienses tampoco en tus
adicciones. La caída ha terminado», se dijo. El barco era su centro de tratamiento. Jevy era su psiquiatra. Welly
era el enfermero. Se libraría de la afición a la bebida en el Pantanal y jamás volvería a beber.
¿Cuántas veces podría engañarse a sí mismo?
Los efectos de la aspirina que Jevy le había dado se le estaban pasando y la cabeza volvía a dolerle. Se
sumió en una especie de duermevela y despertó cuando apareció Welly con una botella de agua y un cuenco de
arroz. Comenzó a comer sirviéndose de una cuchara, pero le temblaban tanto las manos que gran parte del arroz
fue a parar a la pechera de la camisa y a la hamaca. Estaba caliente y salado y él se lo comió sin dejar un grano.
—¿Mais? —preguntó Welly.
Nate respondió que no sacudiendo la cabeza y se bebió el agua. Se hundió en la hamaca y trató de echar
una siesta.
Después de varios falsos comienzos, el desfase horario, el cansancio y los efectos secundarios del vodka
empezaron a hacerle efecto. El arroz también contribuyó y Nate no tardó en sumirse en un profundo sueño. Cada
hora Welly le echaba un vistazo.
—Está roncando —informaba a Jevy en la timonera.
Durmió sin soñar. La siesta duró cuatro horas mientras el Santa Loura navegaba lentamente rumbo al
norte, con la corriente y el viento en contra. Cuando despertó, Nate oyó el latido regular del motor diésel y tuvo
la sensación de que el barco no se movía. Se incorporó en la hamaca, miró por encima de la borda y estudió la
orilla en busca de alguna señal de que avanzaban. La vegetación era muy densa. Las riberas parecían
completamente deshabitadas. Vio la estela en la popa y, mirando fijamente un árbol, se dio cuenta de que en
efecto estaban navegando hacia algún lugar, pero muy despacio. El nivel del agua era muy alto a causa de las
lluvias, lo que hacía más fácil la navegación, pero corriente arriba el tráfico fluvial no era tan rápido.
Aunque las náuseas y el dolor de cabeza habían desaparecido, los movimientos todavía le provocaban
molestias. Probó a levantarse de la hamaca, más que nada porque necesitaba orinar. Consiguió apoyar los pies en
la cubierta sin que se produjera ningún incidente y, mientras hacía una momentánea pausa, apareció Welly y le
ofreció una tacita de café.
Nate tomó la taza caliente, la acunó entre sus manos y aspiró su aroma. Jamás nada le había olido mejor.
—Obrigado —dijo.
—Sim —contestó Welly con una radiante sonrisa en los labios. Nate tomó un sorbo del delicioso café
azucarado y procuró no devolverle a Welly la mirada. El muchacho iba vestido con el habitual atuendo del río:
unos viejos pantalones de gimnasia, una desgastada camiseta y unas baratas sandalias de goma que protegían las
endurecidas plantas de los pies, cubiertas de cicatrices. Al igual que Jevy, Valdir y todos los brasileños que él
había conocido hasta entonces, Welly tenía el cabello negro, los ojos oscuros, las facciones semicaucásicas y la
piel morena, más oscura, pero en un tono exclusivamente propio.
«Estoy vivo y sobrio pensó Nate, tomando un sorbo de café—. Por un breve instante, he rozado una vez
más el borde del infierno y he sobrevivido. He llegado hasta el fondo, he caído, he contemplado la borrosa