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23 - Carpe Yugulum - Terry Pratchett - tetelx -...doc
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07.09.2019
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Verence sonrió.

—Oh bien... déjeme tenerla...

—Whifm... —dijo Poderoso Avenas.

—... y quizás alguien debería darle un trago a este hombre.

—Lo lamento tanto, pero tanto y tanto —susurró el sacerdote, mientras el Rey caminó entre las líneas de invitados.

—Ya estuvo con las bebidas, supongo —dijo Tata.

—¡Nunca toco el alcohol! —gimió el sacerdote. Se dio unos toquecitos en los ojos lagrimosos con un pañuelo.

—Sabía que había algo equivocado con usted tan pronto lo miré —dijo Tata—. ¿Dónde está Esme, entonces?

—¡No lo , Tata! —dijo Agnes.

—Ella sabría de esto, recuerda mis palabras. Esto será una pluma en su gorra, correcto, una princesa con su nombre. Estará cacareando sobre eso por meses. Voy a ver qué está ocurriendo.

Salió a todo vapor.

Agnes agarró el brazo del sacerdote.

—Vamos, usted —suspiró.

—Realmente no puedo, hum, expresar cuánto lo lamento...

—Es una noche muy extraña por todas partes.

—Yo nunca, nunca, hum, escuché hablar de la costumbre antes...

—Las personas ponen mucha importancia en las palabras por estos lares.

—Mucho me temo que el Rey dará un mal informe, hum, de mí al Hermano Melchio...

—Realmente.

Hay algunas personas que podían convertir incluso el carácter más amistoso en uno bravucón, y el sacerdote parecía ser una de ellas. Había algo... una especie de humedad en él, esa clase de desesperación indefensa que enfadaba a las personas más que volverlas caritativas, la total seguridad de que si el todo el mundo fuera una fiesta todavía encontraría la cocina.

Ella parecía estar obligada a cargar con él. Todas las VIP se apiñaban alrededor de las puertas abiertas, donde las fuertes aclamaciones indicaban que las personas de Lancre pensaban que Note Deletreo era un buen nombre para una futura reina.

—Quizás usted sólo deba sentarse allí y tratar de reponerse —dijo—. Habrá baile más tarde.

—Oh, yo no bailo —dijo Poderoso Avenas—. El baile es un ardid para atrapar al de débil voluntad.

—Oh. Bien, supongo que está la barbacoa afuera...

Poderoso Avenas volvió a dar toquecitos a sus ojos.

—Hum, ¿habrá pescado?

—Lo dudo.

—Comemos sólo pescado este mes.

—Oh. —Pero una voz inexpresiva parecía no resultar. Él todavía quería hablarle.

—Porque el profeta Brutha evitó la carne, hum, cuando estaba vagando en el desierto, mire.[15]

—¿Cada bocado cuarenta veces?

—¿Perdone?

—Lo siento, estaba pensando en otra cosa. —Contra su mejor criterio, Agnes dejó que la curiosidad ingresara en su vida—. ¿Qué carne hay para comer en un desierto?

—Hum, ninguna, creo.

—Así que exactamente él no se negó a comerla, ¿verdad? —Agnes revisó la multitud reunida, pero nadie parecía ansioso de participar en esta pequeña discusión.

—Hum... usted tendría que, hum, preguntarle al Hermano Melchio. Lo siento. Creo que tengo una migraña que empieza...

Usted no cree en nada de lo que está diciendo, ¿verdad?, pensó Agnes. El nerviosismo y algo como un terror sordo irradiaban de él. Perdita añadió: ¡Qué húmedo y pequeño gusano!

—Tengo que irme y... er... irme y... Tengo que ir a... ayudar —dijo Agnes, retrocediendo. Él saludó con la cabeza. Mientras ella se iba, se sopló otra vez la nariz, sacó un pequeño cuaderno negro de un bolsillo, suspiró, y rápidamente lo abrió en un marcador.

Ella recogió una bandeja para añadir algo de peso a la coartada, caminó hacia la mesa de la comida, se volvió para mirar la figura encorvada tan fuera de lugar como una oveja perdida, y tropezó con alguien tan sólido como un árbol.

—¿Quién es esa extraña persona? —dijo una voz junto a su oreja. Agnes escuchó a Perdita maldecirla por saltar a un lado, pero se recuperó y se logró sonreír torpemente a la persona que había hablado.

Era un hombre joven y cayó en la cuenta de que era uno muy atractivo. Los hombres atractivos no eran de suministro abundante en Lancre, donde se consideraba elegante lamerse la mano y alisarse el pelo antes de llevar de paseo a una muchacha.

¡Tiene una cola de caballo!, chilló Perdita. ¡Vaya, eso es súper!

Agnes sintió que el rubor arrancaba en alguna parte en la región de sus rodillas e iniciaba su inevitable aceleración hacia arriba.

—Er... ¿Perdone? —dijo.

—Usted prácticamente puede olerlo —dijo el hombre. Inclinó su cabeza ligeramente hacia el triste sacerdote—. Se ve más o menos como un pequeño cuervo desaliñado, ¿no cree?

—Er... sí —logró articular Agnes. El rubor dobló la curva de su pecho, caliente al rojo y subiendo. Una cola de caballo en un hombre no tenía precedentes en Lancre, y el corte de su ropa también sugería que había pasado algún tiempo en un lugar donde la moda cambiaba más de una vez en la vida. Nunca nadie en Lancre había llevado un chaleco bordado con pavos reales.

¡Dile algo!, gritó Perdita adentro.

—¿Wstfgl? —dijo Agnes.[16] Detrás de ella, Poderoso Avenas se había levantado y estaba inspeccionando la comida con desconfianza.

—¿Le ruego me perdone?

Agnes tragó, en parte porque Perdita estaba tratando de sacudirla por la garganta.

—Él se ve como si estuviera a punto de alejarse aleteando, ¿verdad? —dijo. Oh, por favor, no me hagas reír...

El hombre chasqueó los dedos. Un camarero que pasaba rápidamente con una bandeja de bebidas giró noventa grados.

—¿Puedo ofrecerle una bebida, Srta. Nitt?

—Er... ¿vino blanco? —susurró Agnes.

—No, usted no quiere vino blanco, el tinto es mucho más... colorido —dijo, tomando un vaso y entregándoselo—. Qué está haciendo ahora nuestra víctima... Ah, se dedica a un bollo con una muy pequeña cantidad de paté sobre él, veo...

¡Pregúntale su nombre!, aulló Perdita. No, eso sería ponerme adelante, pensó Agnes. Perdita gritó, Tú fuiste construida hacia adelante, pedazo de estúpida...

—Por favor permítame presentarme. Soy Vlad —dijo gentilmente—. Oh, ahora él está... sí, está a punto de saltar sobre... sí, un vol-au-vent de langostino. Langostinos aquí arriba, ¿eh? El Rey Verence no se ha medido en gastos, ¿verdad?

—Se los enviaron metidos en hielo todo el camino desde Genua —masculló Agnes.

—Ellos tienen muy buenos mariscos allí, creo.

—Nunca estuve allí —farfulló Agnes. Dentro de su cabeza, Perdita se echó a llorar.

—Tal vez podríamos visitarlo un día, Agnes —dijo Vlad.

El rubor estaba en el cuello de Agnes.

—Hace mucho calor aquí, ¿no cree? —dijo Vlad.

—Es el fuego —dijo Agnes agradecida—. Está ahí —añadió, señalando con la cabeza hacia donde una buena parte de un árbol se estaba quemando en la enorme chimenea del salón, y que sólo podía no haberla visto un hombre con un balde sobre la cabeza.

—Mi hermana y yo hemos... —empezó Vlad.

—Excúseme, ¿Srta. Nitt?

—¿Qué sucede, Shawn? —Muérete, Shawn Ogg, dijo Perdita.

—Mam dice que usted debe venir inmediatamente, señorita. Está abajo en el jardín. Dice que es importante.

—Siempre lo es —dijo Agnes. Sonrió rápidamente a Vlad—. Excúseme, tengo que ayudar a una anciana.

—Estoy seguro de que nos encontraremos otra vez, Agnes —dijo Vlad.

—Oh, er... gracias.

Se alejó rápidamente y estaba a medio camino bajando la escalera antes de recordar que no le había dicho su nombre.

Dos escalones más allá pensó: Bien, puede haberle preguntado a alguien.

Dos escalones después Perdita dijo: ¿Por qué le preguntaría tu nombre a cualquiera?

Agnes maldijo el hecho de que había crecido con un enemigo invisible.

—¡Ven y mira esto! —siseó Tata, agarrándola por el brazo cuando llegó al patio. Fue arrastrada hasta los carruajes estacionados cerca de los establos. Tata agitó un dedo hacia la puerta del más cercano.

—¿Ves eso? —dijo.

—Se ve muy impresionante —dijo Agnes.

—¿Ves el escudo?

—Parece... un par de pájaros negros y blancos. Urracas, ¿verdad?

—Sí, pero mira lo que está escrito —dijo Tata Ogg, con ese oscuro deleite que las ancianas reservan para las cosas horriblemente portentosas.

Carpe Jugulum —leyó Agnes en voz alta—. Eso es... bien, Carpe Diem es ‘Aproveche el día’, así que esto significa...

—‘Ve Por La Garganta’ —dijo Tata—. ¿Conoces qué ha hecho nuestro rey, de modo que podamos tener nuestra participación en esta cosa del nuevo orden del mundo cambiante, y conseguir dinero para setos porque Klatch tiene hemorragia cuando Ankh-Morpork se golpea el dedo del pie? Él fue e invitó a algunos peces gordos de Uberwald, eso es lo que ha hecho. Oh, mis dioses, mis dioses. Vampiros y lobizones, lobizones y vampiros. Todos seremos asesinados en la cama. —Caminó hacia adelante del coche y golpeó sobre la madera cerca del conductor, que estaba sentado arriba, acurrucado en una capa enorme—. ¿De dónde es usted, Igor?

La sombría figura se volvió.

—¿Qué le hasse penssar que mi nombre ess... Igor?

—¿Una conjetura con suerte? —dijo Tata.

—Ussted pienssa que todoss loss de Uberwald sse llaman Igor, ¿verdad? Podría tener cualquiera de mil nombress diferentess, mujer.

—Mire, yo soy Tata Ogg y essta, excúseme, ésta es Agnes Nitt. ¿Y usted es...?

—Mi nombre ess... bien, ess Igor, en realidad —dijo Igor. Levantó un dedo—. ¡Pero podría no haberlo ssido!

—Es una noche fría. ¿Podemos conseguirle algo? —dijo Tata alegremente.

—¿Quizás una toalla? —dijo Agnes.

Tata le codeó las costillas para que permaneciera en silencio.

—¿Un vaso de vino, tal vez? —dijo.

—No bebo... vino —dijo Igor con arrogancia.[17]

—Tengo un poco de brandy —dijo Tata, levantándose la falda.

—Oh, correcto. Bebo brandy como pesste.

El elástico de la pernera vibró en la penumbra.

—Entonces —dijo Tata, pasándole el matraz—, ¿qué está haciendo tan lejos de casa, Igor?

—¿Por qué hay un esstúpido troll allí abajo ssobre el... puente? —dijo Igor, tomando el matraz con una mano grande que, según notó Agnes, era una masa de cicatrices y puntadas.

—Oh, ése es Jim Gran Bistec. El Rey lo deja vivir allí abajo siempre que parezca oficial cuando tenemos compañía.

—Bisstec ess un nombre raro para un troll.

—Le gusta el sonido —dijo Tata—. Es como que un hombre se llame Rocky, supongo. Entonces... solía conocer a un Igor de Uberwald. Caminaba con una cojera. Un ojo un poco más alto que el otro. Tenía la misma manera de... hablar. Muy bueno en malabares cerebrales, también.

—Esso ssuena a mi Tío Igor —dijo Igor—. Trabajaba para el médico loco en Blinss. Ja, y era un correcto médico loco, también, no como loss doctoress locoss usted consigue esstoss díass. ¿Y los ssirvientess? Aun peoress. No hay orgullo esstoss díass. —Señaló el matraz de brandy con énfasis—. Cuando Tío Igor era enviado por el sserebro de un genio, esso era lo que condenadamente consseguía. No había nada de essa cossa de dedoss torpess, y luego robar un sserebro del pote ‘Realmente Loco’ y dessear que nadie sse diera cuenta. Elloss ssiempre lo hassen, de todoss modoss.[18]

Tata dio un paso hacia atrás. La única manera sensata de tener una conversación con Igor era cuando tenías un paraguas.

—Creo que he oído hablar de ese tipo —dijo—. ¿No cosía personas con partes muertas?

—¡No! ¿De veras? —dijo Agnes, asustada—. ¡Auch!

—Esso ess correcto. ¿Hay algún problema allí?

—No, lo llamo prudencia —dijo Tata, quitando su pie del de Agnes—. Mi Mam tenía buena mano para coser una sábana nueva de las partes de las viejas, y las personas merecen más que lino. Así que él es su amo ahora, ¿verdad?

—No, mi Tío Igor todavía trabaja para él. Ha ssido golpeado tresssientass vessess por el relámpago y todavía trabaja una noche completa.

—Tome una gota más de ese brandy, hace mucho frío aquí —dijo Tata—. Entonces, ¿quién es su amo, Igor?

—¿Less llama amoss a elloss? —dijo Igor, con veneno repentino y una ducha ligera—. ¡Huh! Ahora, el viejo Conde, él era un caballero de la vieja esscuela. Él ssabía cómo funciona todo. Apropiado traje de noche en todo momento, ¡éssa ess la regla!

—Traje de noche, ¿eh? —dijo Tata.

—¡Mierda! Esste grupo ssolamente lo lleva por la noche, ¿puede imaginarlo? ¡El ressto del tiempo ess todo pavonearsse por allí en chalecoss y camissass de encaje! ¡Ja! ¿Ssabe qué ha hecho esste grupo?

—Dígame...

—¡Han asseitado lass bisagrass! —Igor tomó un considerable trago del brandy especial de Tata—. Algunoss de essoss crujidoss tomaron sangrientoss añoss en ssonar correctamente. Pero, oh no, ahora ess ‘Igor, quita essass arañass del calabosso’, e ‘¡Igor, encarga algunass lámparass de asseite apropiadass, todass essass antorchass parpadeantess sson tan de quinsse minutoss atráss!’ ¿Acasso el lugar sse ve viejo? Sser un vampiro ssignifica continuidad, ¿verdad? Usted sse interna en lass montañass y ve una luss brillando en algún casstillo, ussted tiene el derecho de essperar el apropiado crujido de lass puertass y algo de cortessía del viejo mundo, ¿verdad?

—Ah, correcto. Y una cama en la habitación con un balcón fuera —dijo Tata.

—¡Exssactamente mi punto!

—¿Cortinas que se hinchan correctamente, también?

—¡Condenadamente correcto!

—¿Reales velas que gotean?

—He passado ssigloss para lograr que goteen apropiadamente. A nadie le importa.

—Usted tiene que lograr los detalles correctos, siempre digo —dijo Tata—. Bien, bien, bien... de modo que nuestro rey invitó vampiros, ¿eh?

Se escuchó un ruido sordo cuando Igor se desplomó hacia atrás y un sonido metálico cuando el matraz golpeó los adoquines. Tata lo recogió y lo escondió en su persona.

—Buena cabeza para la bebida —señaló. No muchas personas probaron el brandy casero de Tata Ogg; era técnicamente imposible. Una vez en la tibieza de la boca humana, inmediatamente se convertía en emanaciones. Se bebía a través de los senos.

—¿Qué vamos a hacer? —dijo Agnes.

—¿Hacer? Él los invitó. Son invitados —dijo Tata—. Apuesto a que si le pregunto, Verence me diría que me ocupe de mis asuntos. Por supuesto, él no lo pondría de ese modo exactamente —añadió, ya que sabía que el Rey no tenía tendencias suicidas—. Probablemente usaría la palabra ‘respeto’ dos o tres veces al menos. Pero significaría lo mismo al final.

—Pero vampiros... ¿qué va a decir Yaya?

—Escucha, mi muchacha, se habrán ido mañana... bien, hoy, realmente. Sólo les tendremos vigilados y les saludaremos cuando se vayan.

—¡Ni siquiera sabemos cómo se ven!

Tata miró al tumbado Igor.

—Ahora que lo pienso, tal vez debía haberle preguntado —dijo. Se animó—. Sin embargo, hay una manera de encontrarlos. Es algo que todos saben sobre los vampiros...

A decir verdad, hay muchas cosas que todos saben sobre los vampiros, sin tener en cuenta que quizás los vampiros ya las saben, también.

El salón de castillo era un barullo. Había una muchedumbre alrededor de la mesa del buffet. Tata y Agnes se sumaron.

—¿Can o pés, alguien desea? —dijo Tata, empujando una bandeja hacia un grupo de aspecto probable.

—¿Perdone usted? —dijo alguien—. Oh... canapés...

Tomó un vol-au-vent y lo mordió mientras regresaba al grupo.

—... así que le dije a su señoría, ¿Qué diablos es esto?

Se volvió para encontrarse bajo el cerrado escrutinio de la arrugada anciana con un sombrero puntiagudo.

—¿Perdone? —dijo.

—Esto... esto... ¡esto es sólo puré de ajo!

—No le gusta el sabor del ajo, ¿eh? —dijo Tata severamente.

—¡Adoro el ajo, pero no le gusto yo! No es sólo ajo sazonado, mujer, ¡es todo ajo!

Tata miró su bandeja con una teatral miopía.

—No, hay algunos... hay un poco de... usted tiene razón, quizás lo exageramos un poquito... sólo iré y... sólo conseguiré algunos... sólo me iré...

Chocó con Agnes en la entrada de la cocina. Dos bandejas resbalaron al piso, desparramando vol-au-vents de ajo, bocadillos de ajo, ajo relleno con ajo y diminutos dados de ajo sobre palillos clavados en un ajo.

—Hay montones de vampiros por estos lares o estamos haciendo algo mal —dijo Agnes categóricamente.

—Siempre he dicho que no puedes comer demasiado ajo —dijo Tata.

—Todos los demás no están de acuerdo, Tata.

—Muy bien, entonces. Qué otra cosa... ¡Ah! Todos los vampiros llevan traje de noche por la noche, incluso este grupo.

—Todos aquí están llevando alguna clase de traje de noche, Tata. Excepto nosotras.

Tata Ogg se miró.

—Éste es el traje que siempre llevo en la noche.

—Se supone que los vampiros no aparecen en un espejo, ¿verdad? —dijo Agnes.

Tata chasqueó los dedos.

—¡Buena idea! —dijo—. Hay uno en el lavabo. Rondaré más o menos por ahí. Todos tienen que ir tarde o temprano.

—¿Pero qué pasa si entra un hombre?

—Oh, no me importa —dijo Tata con desdén—. No estaré avergonzada.

—Creo que puede haber objeciones —dijo Agnes, tratando de ignorar la imagen mental recién conjurada. Tata tenía una agradable sonrisa, pero tenía que haber momentos cuando querías que no te mirara.

—Tenemos que hacer algo. Suponiendo que Yaya apareciera ahora, ¿qué pensaría? —dijo Tata.

—Podríamos sólo preguntar —dijo Agnes.

—¿Qué? ¿Levanten la mano todos los vampiros?

—¿Damas?

Se volvieron. El joven que se había presentado como Vlad se estaba acercando.

Agnes empezó a ruborizarse.

—Creo que ustedes estaban hablando de vampiros —dijo, tomando una empanada de ajo de la bandeja de Agnes y mordiéndola con grandes muestras de placer—. ¿Podría ser de ayuda?

Tata lo miró de arriba para abajo.

—¿Usted conoce mucho de ellos? —dijo.

—Bien, yo soy uno —dijo—. Así que supongo que la respuesta es sí. Encantado de conocerla, Sra. Ogg. —Se inclinó y buscó su mano.

—¡Oh no usted no! —dijo Tata, alejándola—. ¡No estoy de acuerdo con los chupasangres!

—Lo sé. Pero estoy seguro de que lo estará con el tiempo. ¿Le gustaría conocer mi familia?

—¡Ellos pueden pirarse! ¿En qué estaba pensando el Rey?

—¡Tata!

—¿Qué?

—No tienes que gritar de ese modo. No es muy... cortés. No creo...

—Vlad de Magpyr —dijo Vlad, inclinándose.[19]

—¡... va a morderme el cuello! —gritó Tata.

—Por supuesto que no —dijo Vlad—. Antes teníamos alguna clase de bandido. La Sra. Ogg es, sospecho, una comida a ser saboreada. ¿Más de estas cosas de ajo? Son algo picantes.

—¿Ustedes qué? —dijo Tata.

—¿Ustedes exactamente... mataron a alguien? —dijo Agnes.

—Por supuesto. Somos vampiros —dijo Vlad—. O, preferimos, vampyros. Con una ‘y’. Es más moderno. Ahora, vengan a conocer a mi padre.[20]

—¿Usted realmente mató a alguien? —dijo Agnes.

—¡Correcto! ¡Así es! —gruñó Tata, marchándose—. Voy a buscar a Shawn y él va a volver con algo afilado y grande...

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