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23 - Carpe Yugulum - Terry Pratchett - tetelx -...doc
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07.09.2019
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Vlad cayó a su lado.

—Por supuesto, usted no puede verlo en su mejor aspecto en este clima —dijo—. Un poco de muy buena arquitectura en la plaza del pueblo, y un muy buen edificio municipal. Padre pagó el reloj.

—Realmente.

—Y el campanario, naturalmente. Trabajo local, por supuesto.

—Los vampiros tienen mucho efectivo, ¿verdad? —dijo a Agnes. El pueblo parecía bastante grande, y tal como los pueblos rurales abajo en las llanuras tenían cierta cantidad de tallas de pan de jengibre sobre los aleros.

—Bien, la familia siempre ha poseído la tierra —dijo Vlad, ignorando el sarcasmo—. El dinero se acumula, ya lo sabe. A través de los siglos. Y obviamente no hemos disfrutado una vida social particularmente activa.

—Ni gastado mucho en comida —dijo Agnes.

—Sí, sí, muy bueno...

Una campana empezó a sonar, en algún lugar encima de ellos.

—Ahora usted verá —dijo Vlad—. Y comprenderá.

* * *

Yaya Ceravieja abrió los ojos. Había unas llamas rugiendo justo enfrente de ella.

—Oh —dijo—. De modo que es eso, entonces...

—Ah. Está sintiéndose mejor, ¿verdad? —dijo Avenas.

Giró la cabeza a su alrededor. Entonces bajó la vista al vapor que se levantaba de su vestido.

Avenas se agachó entre las ramas de dos abetos y echó otra brazada de madera muerta en las llamas. Siseó y farfulló.

—¿Cuánto tiempo estuve... descansando? —dijo Yaya.

—Casi media hora, diría. —Sombras rojas y negras bailaban entre los árboles. La lluvia se había convertido en aguanieve, pero se volvía vapor por arriba.

—Hizo bien en encender un fuego en estas tinieblas —dijo Yaya.

—Agradezco a Om por eso —dijo Avenas.

—Muy amable de su parte, estoy segura. Pero tenemos que... continuar. —Yaya trató de ponerse de pie—. No es lejos ahora. Todo en bajada...

—La mula escapó —dijo Avenas.

—Tenemos pies, ¿verdad? Me siento mejor por el... descanso. El fuego ha puesto un... poco de vida en mí.

—Está demasiado oscuro y demasiado lluvioso. Espere hasta mañana.

Yaya se levantó.

—No. Encuentre una rama o algo para que pueda apoyarme. Vamos.

—Bien... hay una arboleda de avellanos a lo largo de la pendiente, pero...

—Eso mismo, un buen trozo de avellano. Bien, no se quede parado allí. Me siento mejor cada minuto. Váyase.

Él desapareció en las mojadas sombras.

Yaya sacudió la falda enfrente de las llamas para hacer circular un poco de aire caliente, y algo pequeño y blanco saltó de las cenizas, bailando en el fuego y la aguanieve.

Lo recogió del musgo donde había aterrizado.

Eran un trozo de papel delgado, la esquina carbonizada de una página. Sólo pudo distinguir, en la luz roja, las palabras ‘... de Om... ayuda a... Ossory golpeó...’ El papel estaba pegado a una tira quemada de cuero de encuadernación.

Lo miró durante un rato, y luego lo dejó caer cuidadosamente en las llamas mientras el sonido de ramas que crujían indicaba el regreso de Avenas.

—¿Puede siquiera encontrar el camino en todo esto? —dijo, pasándole un largo palo de avellano.

—Sí. Usted camine a mi lado, y tengo este bastón. Entonces es sólo una caminata en los bosques, ¿eh?

—Usted no se ve mejor.

—Joven, si vamos a esperar hasta que yo me vea interesante estaremos aquí por años.

Levantó una mano y el halcón bajó volando desde las sombras.

—Es bueno que usted pudiera encender un fuego, a pesar de todo —dijo, sin volverse.

—Siempre encontré que si pongo mi confianza en Om un camino será hallado —dijo Avenas, apurando detrás de ella.

—Calculo que Om ayuda a los que se ayudan —dijo Yaya.

A través del pueblo de Escrow las ventanas brillaron cuando se encendieron las lámparas y se escuchó el sonido cerrojos quitados de las puertas. Por encima de todo, la campana continuaba tocando a través de la niebla.

—Normalmente nos congregamos en la plaza del pueblo —dijo Vlad.

—¡Es la mitad de la noche! —dijo Agnes.

—Sí, pero no ocurre muy a menudo, y nuestro acuerdo dice nunca más de dos veces al mes —dijo Vlad—. ¿Ve usted qué próspero es el lugar? Las personas están seguras en Escrow. Han visto la razón. No hay contraventanas sobre las ventanas, ¿lo ve? No tienen que atrancar sus ventanas u ocultarse en el sótano, lo cuál tengo que admitir es lo que hacen las personas en... áreas menos ordenadas de nuestro país. Cambiaron el miedo por seguridad. Ellos... —tropezó, y se apoyó contra una pared. Entonces se frotó la frente—. Lo siento. Me sentí un poco... extraño. ¿Qué estaba diciendo?

—¿Cómo saberlo? —respondió Agnes cortante—. Usted estaba hablando sobre qué felices son todos porque los vampiros los visitan, o algo así.

—Oh, sí. Sí. Por la cooperación, no la enemistad. Porque... —sacó un pañuelo de su bolsillo y se secó la cara—... porque... bien, lo verá... ¿Hace algo de frío aquí?

—Sólo está húmedo —dijo Agnes.

—Vayamos a la plaza —farfulló Vlad—. Estoy seguro de que me sentiré mejor.

Estaba más adelante. Habían encendido algunas antorchas. Las personas se habían congregado allí, la mayoría con mantas sobre los hombros o con un abrigo sobre la ropa de noche, esperando en grupos como personas que habían escuchado la alarma de incendios pero no habían visto el humo.

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