- •Carpe jugulum Terry Pratchett
- •Volvieron al coche.
- •Igor blanqueó los ojos.
- •Verence se quitó la corona y le sacó lustre con la manga de una manera exasperantemente razonable.
- •Verence no guiñó. Permaneció de pie allí y tosió fuerte.
- •Verence sonrió.
- •Vlad tosió silenciosamente. Tata se detuvo.
- •Vlad les hizo un gesto alentador y señaló hacia un grupo alrededor del Rey Verence.
- •Vlad le lanzó una mirada rara, como si ella no estuviera reaccionando de la manera correcta. Entonces sonrió. Agnes notó que tenía dientes muy blancos.
- •Variopintenen echó un vistazo otra vez a la llama que ardía regularmente en su platillo, y entonces, moviendo las crujientes páginas con cuidado, fue hasta la ‘p’.
- •Variopintenen no podía imaginar a un ave fénix como presa. En primer lugar, ¿cómo podía cocinarlo?
- •Vlad le sonrió, se puso de pie, y caminó hacia ella.
- •Vlad estaba medio esperando, y mantuvo una expresión completamente en blanco mientras su padre sacaba una tarjeta de su bolsillo y la sostenía en alto.
- •Igor hizo pasar al Rey Verence, que se quedó parado allí con la expresión suavemente desconcertada de alguien en presencia del Conde.
- •Variopintenen miró al ave fénix marioneta sobre su brazo y luego miró sus pies tímidamente.
- •Intercambiaron una mirada significativa sobre los ataúdes, conscientes de cierta fatalidad sobre el futuro inmediato.
- •Vlad no quiere lastimarte, dijo Perdita. Viste la manera en que nos miraba...
- •Vlad caminó hacia ellos, los pulgares metidos en los bolsillos de su chaleco.
- •Vlad tosió suavemente.
- •Igor se miró los pies en el silencio resonante y muy caliente.
- •Vlad se volteó, rápidamente.
- •Vlad blanqueó los ojos.
- •Verence se sintió levantado de la cama. Cientos de manos pequeñas lo pasaban de una a otra y fue deslizado a través de la ventana y afuera sobre el vacío.
- •Igor asintió.
- •Vlad levantó las cejas.
- •Vlad no estaba a su lado. Agnes disminuyó la velocidad en su ascenso, extendió los brazos para sujetar lo que no estaba ahí, y empezó a caer.
- •Vlad apareció junto a Agnes, acostado sobre el aire como si fuera un sofá.
- •Vlad sonrió a Agnes.
- •Verence trató de incorporarse, pero su cuerpo no quiso obedecer.
- •Verence sintió una pequeña y sin embargo fuerte patada sobre su pie.
- •Igor se levantó, se tambaleó hasta el coche y levantó una puerta.
- •Igor bajó la mirada tímidamente.
- •Igor regresó cojeando.
- •Igor agitó sus manos frenéticamente.
- •Igor se encogió de hombros.
- •Igor sonrió radiante.
- •Vlad cayó a su lado.
- •Vieron a Vlad; se escucharon algunas toses y otros se movieron.
- •Vlad debió sentir que su cuerpo se ponía tenso, porque su mano apretó su brazo.
- •Vlad fue el que habló.
- •Verence cruzó las puertas con un estruendo.
- •Vargo se trepó, se retorció y revolvió varias para acomodarse sobre la almohada, entonces colocó la tapa y pasó el cerrojo.
- •Igor se rascó la cabeza.
- •Voló arriba hacia la torre. Un grito, interrumpido rápidamente, indicó que un vampiro no había sido suficientemente rápido.
- •Igor señaló con su dedo, o por lo menos uno que poseía actualmente, a la puerta lejana.
- •Vlad tenía un moretón sobre la frente. Un pato de madera sobre ruedas puede causar bastante daño si se sacude con suficiente fuerza.
- •Igor titubeó con algunos fósforos y encendió una antorcha.
- •Vlad y Lacrimosa se inclinaron a cada lado de su padre. Se escuchó un poco de cuchicheo apresurado. El Conde miró hacia arriba.
- •Igor se abrió camino a través de la multitud hasta que llegó junto a Tata.
- •Inclinó la cabeza hacia el Conde, que lentamente se había llevado las manos a la herida roja que le daba vuelta alrededor del cuello.
- •Vlad miró implorante a Agnes, y le extendió la mano.
- •Igor esperó un rato y luego caminó con dificultad al bulto, arrastrando goma fundida tras de sí. Se arrodilló, y abrió la manta cuidadosamente.
- •Notas del final
Vlad cayó a su lado.
—Por supuesto, usted no puede verlo en su mejor aspecto en este clima —dijo—. Un poco de muy buena arquitectura en la plaza del pueblo, y un muy buen edificio municipal. Padre pagó el reloj.
—Realmente.
—Y el campanario, naturalmente. Trabajo local, por supuesto.
—Los vampiros tienen mucho efectivo, ¿verdad? —dijo a Agnes. El pueblo parecía bastante grande, y tal como los pueblos rurales abajo en las llanuras tenían cierta cantidad de tallas de pan de jengibre sobre los aleros.
—Bien, la familia siempre ha poseído la tierra —dijo Vlad, ignorando el sarcasmo—. El dinero se acumula, ya lo sabe. A través de los siglos. Y obviamente no hemos disfrutado una vida social particularmente activa.
—Ni gastado mucho en comida —dijo Agnes.
—Sí, sí, muy bueno...
Una campana empezó a sonar, en algún lugar encima de ellos.
—Ahora usted verá —dijo Vlad—. Y comprenderá.
* * *
Yaya Ceravieja abrió los ojos. Había unas llamas rugiendo justo enfrente de ella.
—Oh —dijo—. De modo que es eso, entonces...
—Ah. Está sintiéndose mejor, ¿verdad? —dijo Avenas.
Giró la cabeza a su alrededor. Entonces bajó la vista al vapor que se levantaba de su vestido.
Avenas se agachó entre las ramas de dos abetos y echó otra brazada de madera muerta en las llamas. Siseó y farfulló.
—¿Cuánto tiempo estuve... descansando? —dijo Yaya.
—Casi media hora, diría. —Sombras rojas y negras bailaban entre los árboles. La lluvia se había convertido en aguanieve, pero se volvía vapor por arriba.
—Hizo bien en encender un fuego en estas tinieblas —dijo Yaya.
—Agradezco a Om por eso —dijo Avenas.
—Muy amable de su parte, estoy segura. Pero tenemos que... continuar. —Yaya trató de ponerse de pie—. No es lejos ahora. Todo en bajada...
—La mula escapó —dijo Avenas.
—Tenemos pies, ¿verdad? Me siento mejor por el... descanso. El fuego ha puesto un... poco de vida en mí.
—Está demasiado oscuro y demasiado lluvioso. Espere hasta mañana.
Yaya se levantó.
—No. Encuentre una rama o algo para que pueda apoyarme. Vamos.
—Bien... hay una arboleda de avellanos a lo largo de la pendiente, pero...
—Eso mismo, un buen trozo de avellano. Bien, no se quede parado allí. Me siento mejor cada minuto. Váyase.
Él desapareció en las mojadas sombras.
Yaya sacudió la falda enfrente de las llamas para hacer circular un poco de aire caliente, y algo pequeño y blanco saltó de las cenizas, bailando en el fuego y la aguanieve.
Lo recogió del musgo donde había aterrizado.
Eran un trozo de papel delgado, la esquina carbonizada de una página. Sólo pudo distinguir, en la luz roja, las palabras ‘... de Om... ayuda a... Ossory golpeó...’ El papel estaba pegado a una tira quemada de cuero de encuadernación.
Lo miró durante un rato, y luego lo dejó caer cuidadosamente en las llamas mientras el sonido de ramas que crujían indicaba el regreso de Avenas.
—¿Puede siquiera encontrar el camino en todo esto? —dijo, pasándole un largo palo de avellano.
—Sí. Usted camine a mi lado, y tengo este bastón. Entonces es sólo una caminata en los bosques, ¿eh?
—Usted no se ve mejor.
—Joven, si vamos a esperar hasta que yo me vea interesante estaremos aquí por años.
Levantó una mano y el halcón bajó volando desde las sombras.
—Es bueno que usted pudiera encender un fuego, a pesar de todo —dijo, sin volverse.
—Siempre encontré que si pongo mi confianza en Om un camino será hallado —dijo Avenas, apurando detrás de ella.
—Calculo que Om ayuda a los que se ayudan —dijo Yaya.
A través del pueblo de Escrow las ventanas brillaron cuando se encendieron las lámparas y se escuchó el sonido cerrojos quitados de las puertas. Por encima de todo, la campana continuaba tocando a través de la niebla.
—Normalmente nos congregamos en la plaza del pueblo —dijo Vlad.
—¡Es la mitad de la noche! —dijo Agnes.
—Sí, pero no ocurre muy a menudo, y nuestro acuerdo dice nunca más de dos veces al mes —dijo Vlad—. ¿Ve usted qué próspero es el lugar? Las personas están seguras en Escrow. Han visto la razón. No hay contraventanas sobre las ventanas, ¿lo ve? No tienen que atrancar sus ventanas u ocultarse en el sótano, lo cuál tengo que admitir es lo que hacen las personas en... áreas menos ordenadas de nuestro país. Cambiaron el miedo por seguridad. Ellos... —tropezó, y se apoyó contra una pared. Entonces se frotó la frente—. Lo siento. Me sentí un poco... extraño. ¿Qué estaba diciendo?
—¿Cómo saberlo? —respondió Agnes cortante—. Usted estaba hablando sobre qué felices son todos porque los vampiros los visitan, o algo así.
—Oh, sí. Sí. Por la cooperación, no la enemistad. Porque... —sacó un pañuelo de su bolsillo y se secó la cara—... porque... bien, lo verá... ¿Hace algo de frío aquí?
—Sólo está húmedo —dijo Agnes.
—Vayamos a la plaza —farfulló Vlad—. Estoy seguro de que me sentiré mejor.
Estaba más adelante. Habían encendido algunas antorchas. Las personas se habían congregado allí, la mayoría con mantas sobre los hombros o con un abrigo sobre la ropa de noche, esperando en grupos como personas que habían escuchado la alarma de incendios pero no habían visto el humo.