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23 - Carpe Yugulum - Terry Pratchett - tetelx -...doc
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07.09.2019
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Verence se quitó la corona y le sacó lustre con la manga de una manera exasperantemente razonable.

—Siempre he entendido que prácticamente le prendieron fuego a todo el mundo —dijo—, pero eso fue hace algún tiempo, ¿verdad?

—Nuestro Jason los escuchó predicar una vez allá en Ohulan y ellos decían algunas cosas muy desagradables sobre las brujas —dijo Tata.

—Desgraciadamente, no todos conocen a las brujas como nosotros —dijo Verence, con lo que Tata, en su estado recalentado, pensó era diplomacia innecesaria.

—Y nuestro Wayne dijo que ellos intentan poner a la gente en contra de las otras religiones —continuó—. Desde que abrieron esa misión suya incluso los Offlerianos han levantado sus cosas y marchado. Quiero decir, una cosa es decir que tienes el mejor dios, pero decir que es el único legítimo es un poco de descaro, en mi opinión. Sé dónde puedo encontrar al menos dos cualquier día de la semana. Y dicen que todos empiezan malos y que solamente se ponen buenos creyendo en Om, que francamente es una condenada tontería. Quiero decir, mire a su niña pequeña... ¿Cuál será su nombre, ahora...?

—Todos lo sabrán en veinte minutos, Tata —dijo Verence suavemente.

—¡Ja! —El tono de Tata puso en claro que Radio Ogg desaprobaba esta dirección de noticias—. Bien, mire... el peor lugar donde ella podría poner su pequeña mano a su edad son algunos pañales sucios y mantenerle a usted despierto por la noche. Eso es apenas pecado, según mi parecer.[12]

—Pero usted nunca se ha opuesto a Hermanos Tenebrosos, Tata. O a los Maravillados. Y los Monjes Equilibristas vienen aquí todo el tiempo.

—Pero ninguno de ellos se opone a —dijo Tata.

Verence giró. Esto le estaba resultando desconcertante. Conocía muy bien a Tata Ogg, pero mayormente como la persona parada justo detrás de Yaya Ceravieja y sonriendo mucho. Era difícil enfrentar a un Ogg enfadado...

—Creo realmente que usted está tomando esto demasiado apasionadamente, Sra. Ogg —dijo.

—¡A Yaya Ceravieja no le gustará! —Tata jugó el triunfo. Para su horror, no pareció tener el efecto deseado.

—Yaya Ceravieja no es Rey, Sra. Ogg —dijo Verence—. Y el mundo está cambiando. Hay un nuevo orden. Una vez, hace tiempo, los trolls eran monstruos que comían a las personas pero ahora, gracias a los esfuerzos de los hombres, y por supuesto de los trolls, de propósitos de buena voluntad y paz, nos llevamos muy bien y espero que nos comprendamos unos a otros. Éste ya no es el tiempo cuando los reinos pequeños sólo necesitaban preocuparse por asuntos pequeños. Somos parte de un mundo grande. Tenemos que jugar esa parte. Por ejemplo, ¿qué opina sobre la cuestión Muntab?

Tata Ogg hizo la pregunta Muntab.

—¿Dónde diablos está Muntab? —dijo.

—A varios miles de millas de distancia, Sra. Ogg. Pero tiene ambiciones hacia el Eje, y si hay guerra con Borogravia tendremos que adoptar una posición indudablemente.

—Esto de varios miles de millas de distancia se ve muy bien para mí —dijo Tata—. Y no veo...

—Me temo que usted no ve —dijo Verence—. Ni debería tener que hacerlo. Pero los asuntos en países distantes pueden terminar de repente cerca de casa. Si Klatch estornuda, Ankh-Morpork se pesca un resfriado.[13] Tenemos que prestar atención. ¿Siempre tenemos que ser parte de la hegemonía Ankh-Morpork? ¿No estamos en una posición única mientras llegamos al final del Siglo del Murciélago Frugívoro? Los países del Levante de las Montañas del Carnero están empezando a hacerse sentir. Las ‘economías lobizonas’, como las llama el Patricio en Ankh-Morpork.[14] Están emergiendo nuevos poderes. Los viejos países están parpadeando ante la luz del sol del milenio que amanece. Y por supuesto tenemos que mantener amistad con todos los bloques. Y todo así. A pesar de un pasado turbulento, Omnia es un país amigo... o, por lo menos —admitió—, estoy seguro de que serían amigables si supieran de Lancre. Ser desagradables con los sacerdotes de su religión estatal no servirá a ningún buen propósito. Estoy seguro de que no lo lamentaremos.

—Esperemos que no —dijo Tata. Lanzó a Verence una mirada fulminante—. Y le recuerdo a usted cuando era sólo un hombre con un sombrero raro.

Ni siquiera eso resultó. Verence simplemente suspiró otra vez y se volvió hacia la puerta.

—Todavía lo soy, Tata —dijo—. Sólo que el que llevo ahora es mucho más pesado. Y ahora debo irme, de otro modo haremos esperar a nuestros invitados. Ah, Shawn...

Shawn Ogg había aparecido en la puerta. Saludó.

—¿Cómo marcha el ejército, Shawn?

—Casi he terminado el cuchillo, señor.6 Sólo tengo que hacerle la pinza para el pelo de la nariz y la sierra plegable, señor. Pero en realidad estoy aquí como heraldo por el momento, Señor.

—Ah, debe ser tiempo.

—Sí, Señor.

—Una fanfarria más breve esta vez, Shawn, creo —dijo el rey—. Mientras aprecio personalmente tu destreza, una oportunidad así requiere de algo un poco más simple que varias líneas de ‘Síncopa del Erizo Rosado’.

—Sí, Señor.

—Vámonos, entonces.

Salieron al corredor principal justo cuando el grupo de Magrat pasaba, y el Rey tomó su mano.

Tata Ogg se rezagó detrás de ellos. El Rey tenía razón, en cierto modo. Se sentía... anormal, malhumorada e irritable, como si se hubiera puesto un chaleco demasiado ajustado. Bien, Yaya estaría aquí muy pronto, y ella sabía cómo hablarle a los reyes.

Necesitabas una técnica especial para eso, razonó Tata; por ejemplo, no podías decir cosas como ‘¿Quién se murió y te hicieron Rey?’, porque lo sabrían. ‘¿Tú y el ejército de quién?’, era otra difícil, aunque en este caso el ejército de Verence consistía de Shawn y un troll, y no era posible que fuera una seria amenaza para la propia madre de Shawn si él quería tomar su té dentro de la casa.

Empujó a Agnes a un costado mientras la procesión llegaba a la cima de la gran escalera y Shawn continuó delante.

—Tendremos una buena vista desde la galería del trovador —siseó, arrastrando a Agnes dentro de la estructura de roble justo cuando la trompeta empezó la fanfarria real.

—Ése es mi muchacho —añadió orgullosa, mientras el floreo final causaba revuelo.

—Sí, no muchas fanfarrias reales terminan con ‘afeitada y corte de pelo, no piernas’ —dijo Agnes.7

—Pone cómodas a las personas, sin embargo —dijo la fiel mamá de Shawn.

Agnes miró abajo hacia la multitud y entrevió al sacerdote otra vez. Se estaba moviendo a través de los apretujados invitados.

—Lo encontré, Tata —dijo—. No lo hizo difícil, debo decir. No intentará nada en una multitud, ¿verdad?

—¿Cuál es?

Agnes señaló. Tata lo miró, y luego se volvió hacia ella.

—A veces pienso que el peso de esa maldita corona está deformando la cabeza de Verence —dijo—. Creo que realmente no sabe qué está permitiendo entrar en el reino. Cuando Esme llegue va a examinar a este sacerdote como sopa de col.

Los invitados ya se habían ordenado sobre cada lado de la alfombra roja que comenzaba al final de la escalera. Agnes echó un vistazo a la pareja real, esperando incómodos, fuera de la vista, el momento apropiado para descender, y pensó: Yaya Ceravieja dice que tú haces tu propio momento correcto. Ellos son la familia real. Todo lo que tienen que hacer es bajar la escalera y sería el momento correcto. Lo están haciendo mal.

Varios de los invitados de Lancre echaban miradas a las grandes puertas dobles, cerradas para esta ceremonia oficial. Serían abiertas después, para la parte más pública y placentera, pero justo ahora se veían...

... como puertas que pronto crujirían hacia atrás y enmarcarían una figura contra la lumbre.

Podía ver la imagen tan claramente.

Los ejercicios que Yaya le había dado de mala gana estaban resultando, pensó Perdita.

Se escuchó una conversación apresurada entre la pareja real y luego Millie subió rápidamente la escalera y fue hacia las brujas.

—Mag... la Reina dice, ¿Vendrá Yaya Ceravieja, o no? —Estaba sin aliento.

—Por supuesto que sí —dijo Tata.

—Sólo que, bien, el Rey se está poniendo un poco... molesto. Dice que decía RSVP en la invitación —dijo Millie, tratando de no cruzar la mirada de Tata.

—Oh, las brujas nunca hacen reserva —dijo Tata—. Sólo vienen.

Millie se puso la mano delante de la boca y soltó una pequeña tos nerviosa. Echó un vistazo con desdicha hacia Magrat, que estaba haciendo desesperados gestos con la mano.

—Sólo que, bien, la Reina dice es mejor que no demoremos las cosas, por eso, er, ¿sería usted la madrina, Sra. Ogg?

Las arrugas de la cara de Tata se duplicaron cuando sonrió.

—Dile esto —dijo alegremente—. Iré y más bien la sustituiré hasta que Yaya llegue aquí, ¿correcto?

Una vez más, Yaya Ceravieja caminó de un lado al otro en el gris espartano de su cocina. Ocasionalmente echaba un vistazo al piso. Había un espacio notable bajo la puerta, y a veces las cosas podían ser sopladas a cualquier lugar. Pero ya había buscado una docena de veces. Ya debía tener el piso más limpio en el país. De todos modos, era demasiado tarde.

Aún así... Uberwald...8

Fue de un lado al otro unas pocas veces más.

—Válgame el cielo si les doy la satisfacción —farfulló.

Se sentó en su mecedora, se puso de pie otra vez tan rápidamente que la silla casi cayó, y se volvió a pasearse de un lado para otro.

—Quiero decir, nunca he sido esa clase de persona de ponerme adelante —dijo al aire—. No soy del tipo que va donde no es bienvenida, estoy segura.

Fue a hacerse una taza de té, titubeando con la tetera con manos temblorosas, y dejó caer la tapa del tazón del azúcar, rompiéndolo.

Una luz llegó a sus ojos. La media luna era visible sobre la hierba.

—De todos modos, no es como si no tuviera otras cosas que hacer —dijo—. No todo puede ser correr a fiestas todo el tiempo... no habría ido de todos modos.

Se encontró gesticulando exageradamente alrededor de las esquinas del piso otra vez y pensó: si la hubiera encontrado, el niño Vatioley habría golpeado en una cabaña vacía. Me habría ido y lo estaría pasando bien. Y John Hiedra estaría sentado solo ahora...

—¡Maldición!

Ésa era la peor parte de ser buena... te atrapaba yendo y viniendo.

Aterrizó en la mecedora otra vez y se apretó el chal alrededor del cuerpo contra el frío. No había fuego. No esperaba estar en casa esta noche.

Unas sombras llenaban las esquinas de la habitación, pero no quería molestarse en encender la lámpara. La vela tendría que servir.

Mientras se mecía, mirando a la pared, las sombras se alargaron.

* * *

Agnes siguió a Tata hacia el salón. Probablemente no se suponía que lo hiciera, pero muy pocas personas discutirán con un sombrero de autoridad.

Los países pequeños eran normales a lo largo de esta parte de las Montañas del Carnero. Cada valle glacial, separado de sus vecinos por una ruta que requería una caminata difícil o, en el peor de los casos, una escalerilla, se gobernaba más o menos a sí mismo. A Agnes le parecía que había cualquier cantidad de reyes, incluso si algunos de ellos hacían su gobierno en las noches después de ordeñar las vacas. Muchos de ellos estaban aquí, porque no se desprecia una comida gratis. También había algunos enanos mayores de Cabeza de Cobre y, de pie bien lejos de ellos, un grupo de trolls. No llevaban armas así que Agnes supuso que eran políticos. Los trolls no eran estrictamente súbditos del Rey Verence, pero estaban ahí para decir, en lenguaje corporal oficial, que jugar al fútbol con cabezas humanas era algo que nadie más hacía, mucho. Apenas en absoluto, realmente. No por aquí, ciertamente. Hay prácticamente una ley en contra de hacerlo.

Millie se escurrió después de hacer pasar a las brujas al área enfrente de los tronos.

El sacerdote Omniano las saludó con una inclinación de cabeza.

—Buenas, hum, noches —dijo, y no le prendió fuego a ninguna. No era muy viejo y tenía un divieso algo maduro al lado de su nariz. Dentro de Agnes, Perdita le hizo una mueca.

Tata Ogg lanzó un gruñido. Agnes arriesgó una breve sonrisa. El sacerdote se sopló la nariz ruidosamente.

—Ustedes deben ser algunas de éstas, hum, brujas sobre las que he escuchado tanto —dijo. Tenía una sonrisa asombrosa. Aparecía en su cara como si alguien hubiera accionado un obturador. En un momento no estaba ahí, al siguiente estaba. Y luego se había ido.

—Hum, sí —dijo Agnes.

—Ja —dijo Tata Ogg, que podía darle la espalda con arrogancia a las personas mientras las miraba a los ojos.

—Y yo soy, yo soy, aaaa... —dijo el sacerdote. Paró, y se pellizcó el puente de la nariz—. Oh, lo siento. El aire de la montaña no va bien conmigo. Soy el Bastante Reverendo Poderoso Avenas.

—¿Lo es? —dijo Agnes. Ante su asombro, el hombre empezó a enrojecer. Cuanto más lo miraba, más se daba cuenta de que no era mucho mayor que ella.

—Es decir, Poderoso-Loable-Eres-Que-Exaltas-A-Om Avenas —dijo-. Es mucho más corto en Omniano, por supuesto. ¿Ha escuchado por casualidad la Palabra de Om?

—¿Cuál? ¿Fuego? —dijo Tata Ogg—. ¡Ja!

La naciente guerra religiosa fue abruptamente cortada por la fanfarria real del primer oficial para terminar con algunas líneas de la ‘Marcha del Erizo’. La pareja real empezó a bajar la escalera.

—Y no tomaremos ninguno de sus caminos paganos, muchas gracias —farfulló Tata Ogg detrás del pastor—. Nada de salpicar agua ni aceite ni arena por todas partes, ni de cortar cualquier parte, y si escucho una sola palabra que comprenda, bien, estoy detrás de usted con un palo puntiagudo.9

Desde el otro lado escuchó:

—¡No es alguna clase de horrible inquisidor, Tata!

—¡Pero mi palo puntiagudo es todavía un palo puntiagudo, mi muchacha!

¿Qué se le ha metido?, pensó Agnes, observando que las orejas del pastor se ponían rojas. Ésa es la manera en que Yaya actuaría. Perdita añadió: Quizás ella piensa que tiene que tiene que hacer una escena como ésa porque ese viejo murciélago no está aquí todavía.

Agnes estaba muy horrorizada al escucharse pensar eso.

—Usted haga las cosas a nuestra manera aquí, ¿de acuerdo? —dijo Tata.

—El, hum, Rey me lo explicó todo, hum —dijo el pastor—. Er, ¿tiene usted algo para el dolor de cabeza? Me temo que yo...

—Póngale la llave en una mano y permítale agarrar la corona con la otra –continuó Tata Ogg.

—Sí, hum, él ya...

—Entonces usted le dice a ella cuál es su nombre, y el nombre de su mamá y el nombre de su papá, farfullando un poco sobre el último si la mamá no está segura...

—¡Tata! ¡Ésta es la realeza!

—Ja, podría contarte historias, muchacha... y entonces, mire, usted me la da a mí y yo le digo lo mismo, y luego yo se la devuelvo y usted le dice a todos cuál es su nombre, y entonces usted me la da a mí y yo se la doy a su papá, y él la saca por las puertas y la muestra a todos, todos lanzan sus sombreros al aire y gritan ‘¡Hurra!’, y entonces todo está terminado, excepto por los tragos y azuzar a los caballos y encontrar su propio sombrero. Comience a improvisar sobre el tema del pecado y será muy duro para usted.

—¿Cuál es, hum, su papel, señora?

—¡Soy la madrina!

—¿De cuál, hum, dios? —El joven estaba temblando ligeramente.

—Del Viejo Lancre —dijo Agnes apresuradamente—. Quiere decir algo como ‘Buenamadre’. Está todo bien... como brujas creemos en la tolerancia religiosa...

—Eso es correcto —dijo Tata Ogg—. Pero solamente para las religiones correctas, ¡por eso, cuide sus pasos!

Los padres reales habían llegado a los tronos. Magrat tomó su asiento y, para asombro de Agnes, le lanzó un guiño furtivo.

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