Добавил:
Upload Опубликованный материал нарушает ваши авторские права? Сообщите нам.
Вуз: Предмет: Файл:
24 - El quinto elefante - Terry Pratchett - tet...doc
Скачиваний:
2
Добавлен:
07.09.2019
Размер:
941.06 Кб
Скачать

Vimes asintió. Por supuesto, la mayoría de la gente se preocupaban de algo si estaban trabajando con Nobby. Solían mirar mucho los relojes.

—¿Has ido a su alojamiento?

—No ha dormido en su cama —dijo Zanahoria—. Tampoco en su cesta —añadió.

—Bueno, no puedo ayudarte en eso, Zanahoria. Es tu novia.

—Ha estado algo preocupada por el futuro, creo —dijo Zanahoria.

—Mm, tú… ella… ¿el, ehh, asunto de ser una mujer lobo? —Vimes se paró muy abochornado.

—Le ronda por la cabeza —dijo Zanahoria.

—A lo mejor simplemente se ha ido a alguna parte a pensar sobre las cosas —como por ejemplo dónde podría ir con un joven que, por magnífico que fuera, se sonrojaba con la idea de un paquete de Sonkies.

—Eso es lo que espero, señor. —dijo Zanahoria—. Lo hace a veces. Es bastante estresante ser una mujer lobo en una gran ciudad. que habríamos oído algo si se hubiera metido en problemas.

Se oyó un ruido de aparejos fuera y el traqueteo de un carruaje. Vimes sintió alivio. Ver a Zanahoria preocupado era tan raro que causaba la conmoción de lo desconocido.

—Bueno, tendremos que irnos sin ella —dijo—. Quiero mantenerme informado sobre todo, capitán. Una Torta falsa que falta una semana o dos antes de una gran coronación enana. Eso me suena como otro zapato que está a punto de caer16, y me podría golpear a mí. Y mientras te ocupas de eso, manda que se me envíe todo sobre Sonky, por favor. No me gustan los misterios. Los mensajes llegan al menos hasta Uberwald ahora, ¿no?

Zanahoria se animó:

—Es maravilloso, señor, ¿verdad? ¡En unos pocos meses dicen que podremos enviar mensajes desde Ankh-Morpork a Genua en menos de un día!

—Sí efectivamente. Me pregunto si para entonces tendrán algo sensato que decirse el uno al otro.

Lord Vetinari estaba plantado ante su ventana mirando la torre del telégrafo al otro lado del río. Las ocho celosías que tenía delante brillaban intermitentemente con furia... negro, blanco, blanco, negro, blanco…

La información volaba por el aire. Treinta kilómetros detrás de él, en otra torre en Sto Lat alguien miraba con un telescopio y cantaba los números.

Qué deprisa que se nos echa encima el futuro, pensó.

Siempre había desconfiado de la poética descripción del Tiempo como un torrente siempre en movimiento. El Tiempo, por lo que él había experimentado, se movía más como las piedras… deslizándose, aplastando, acumulando fuerzas bajo el suelo y entonces, con un tirón que sacudía la vajilla, un campo entero de nabos se desplaza misteriosamente un metro ochenta.

El telégrafo había funcionado durante siglos, y todo el mundo sabía que el conocimiento era valioso, y todo el mundo sabía que exportar bienes era un modo de hacer dinero. Y entonces, de pronto, alguien se dio cuenta de cuánto dinero se podía hace exportando a Genua para mañana cosas que se sabían en Ankh-Morpork hoy. Y algún joven brillante en la Calle de los Hábiles Artesanos había sido anormalmente hábil.

Conocimiento, información, poder, palabras… volando por el aire, invisibles…

Y de repente el mundo bailaba un zapateado sobre las arenas movedizas.

En eso caso, el premio iba para el mejor bailarín.

Lord Vetinari se giró, tomó algunos papeles de un cajón del escritorio, se acercó a una pared, presionó una zona determinada, y atravesó rápidamente la puerta secreta que se había abierto sin ningún ruido.

Detrás había un pasillo, iluminado con la luz proveniente de altas ventanas y pavimentado con pequeñas baldosas. Avanzó, vaciló, dijo «No, hoy es martes» y bajó su pie hasta apoyarlo en una palabra que en todo parecía idéntica a las demás17.

Cualquiera que hubiera estado escuchándole durante su camino por los pasadizos y escalones le hubiera oído murmurar frases del tipo de «La luna crece…» y «Sí, es antes del mediodía». Un oyente muy agudo habría oído el débil ronroneo y el tic-tac dentro de los muros.

Un oyente realmente agudo y paranoico hubiera reflexionado que cualquier cosa que Lord Vetinari dijera en voz alta, incluso cuando estaba solo, podía no ser totalmente creíble. No, en verdad, si tu vida dependía de ello.

Al final llegó a una puerta, que abrió.

Había una gran buhardilla detrás, de repente bien aireada y brillante y alegre debido a la luz del sol que venía de las ventanas del techo. Parecía ser el cruce entre un taller y un depósito. Algunos esqueletos de pájaro colgaban del techo y había otros huesos en las mesas de trabajo, junto con bobinas de alambre y muelles de metal y tubos de pintura y más herramientas, muchas de ellas probablemente únicas, de las que normalmente verías reunidas en un único lugar. Sólo una estrecha cama, encajada entre una cosa que parecía un telar con alas y una gran estatua de bronce, sugería que alguien vivía realmente allí. Era sin duda alguien obsesionadamente interesado en todo.

Lo que interesaba a Lord Vetinari en ese instante era el aparato que ocupaba él solo una mesa en el centro de la mesa. Parecía una colección de bolas de cobre colocadas simétricamente. De los remaches salía suavemente humo, y a veces el aparato se veía borroso.

—¡Su Señoría!

Соседние файлы в предмете [НЕСОРТИРОВАННОЕ]