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Goleman Daniel Inteligencia Emocional.doc
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Ninguna tolerancia hacia la intolerancia

Pero, si bien los prejuicios largamente sostenidos no pueden ser desarraigados con facilidad, sí que es posible, no obstante, hacer algo distinto con ellos. En el caso de Denny’s, por ejemplo, hubiera tenido que amonestarse a las camareras o a los directores de sección que se dedicaban a discriminar a los negros. Pero, en lugar de eso, algunos jefes parecen haberles alentado, al menos tácitamente, a ejercer la discriminación (porque algunas de las políticas seguidas por la empresa —como exigir que los clientes negros pagaran por anticipado o negarse a enviar felicitaciones de cumpleaños a sus clientes negros, por ejemplo— eran abiertamente racistas). Como dijo John P. Relman, el abogado que presentó la demanda contra Denny’s en nombre de los agentes negros del servicio secreto: «el equipo directivo de Denny’s no quiso darse cuenta de lo que el personal estaba haciendo. Debe haber habido algún mensaje que permitió a los directores de sección actuar siguiendo sus impulsos racistas». Pero todo lo que sabemos sobre las raíces de los prejuicios y sobre la forma de eliminarlos sugiere que es precisamente esta actitud —la de hacer oídos sordos— la que consiente la discriminación. En este contexto, no hacer nada significa dejar que el virus del prejuicio se propague sin ofrecer resistencia alguna. Más fundamental todavía que los cursos de entrenamiento en la diversidad —o tal vez esencial para que éstos logren su objetivo— es la posibilidad de cambiar de manera decisiva las normas de funcionamiento de un grupo asumiendo, desde la cúspide del organigrama hacia abajo, una postura activa en contra de cualquier forma de discriminación. Tal vez, de este modo, los prejuicios no puedan erradicarse, pero lo que sí que puede eliminarse son los actos de prejuicio. Como dijo un ejecutivo de IBM: «no podemos tolerar ningún tipo de menosprecio ni de insulto. El respeto por los derechos de los individuos constituye un elemento capital de la cultura de IBM». Si la investigación sobre los prejuicios tiene alguna lección que ofrecernos para contribuir a establecer una cultura laboral más tolerante, ésta es la de animar a las personas a manifestarse claramente en contra de los más pequeños actos de discriminación o acoso (contar chistes ofensivos o colgar calendarios de chicas ligeras de ropa que resultan degradantes para la mujer, por ejemplo). Un estudio descubrió que, cuando las personas de un grupo escuchan a alguien expresar prejuicios étnicos, los miembros del grupo tienden a hacer lo mismo. El simple acto de llamar a los prejuicios por su nombre o de oponerse francamente a ellos establece una atmósfera social que los desalienta mientras que, por el contrario, hacer como si no ocurriera nada equivale a autorizarlos. En este quehacer, quienes se hallan en una posición de autoridad desempeñan un papel fundamental, porque el hecho de no condenar los actos de prejuicio transmite el mensaje tácito de que tales actos son adecuados. Por el contrario, responder a esas acciones con una reprimenda transmite el poderoso mensaje de que los prejuicios no son algo intrascendente sino que tienen consecuencias muy reales (y, por cierto, muy negativas).

Aquí también son beneficiosas las habilidades que proporciona la inteligencia emocional, no sólo en lo que se refiere a cuándo hay que hablar claro sino también en cuanto a saber como hacerlo. De hecho, este tipo de feedback debería transmitirse con toda la sutileza de una crítica eficaz que pudiera escucharse sin despertar las resistencias del receptor. Cuando los jefes y los compañeros hacen esto —o aprenden a hacerlo— de manera natural, los actos de prejuicio terminan desvaneciéndose.

Los más eficaces cursos de entrenamiento en la diversidad imponen un nuevo contexto explicito de reglas que deja los prejuicios fuera de lugar, alentando a los espectadores silenciosos a manifestar sus malestares y sus objeciones. Otro ingrediente activo de los cursos de entrenamiento en la diversidad consiste en asumir el punto de vista del otro, una postura que fomenta la empatía y la tolerancia, porque es más probable que uno se manifieste claramente en contra de algo cuando ha podido experimentarlo directamente en carne propia.

En resumen, pues, es más práctico tratar de eliminar la expresión de los prejuicios que intentar cambiar esa actitud, puesto que los estereotipos cambian muy lentamente (si es que lo hacen).

Como lo demuestran aquellos casos en los que se ha tratado de eliminar la discriminación escolar y que terminaron generando más hostilidad intergrupal, el simple hecho de reunir a la gente procedente de diferentes grupos contribuye poco o nada a menoscabar la intolerancia. La multitud de programas de entrenamiento en la diversidad que se han generalizado en el ámbito empresarial ha puesto de relieve que un objetivo realista consiste en cambiar las normas de funcionamiento de un grupo en el que operan los prejuicios. Este tipo de programas sirven para promover en la conciencia colectiva la idea de que la intolerancia o el acoso no son aceptables y no serán tolerados. Pero de eso a tener la esperanza poco realista de que esta clase de programas erradicará los prejuicios media un abismo.

Además, dado que los prejuicios constituyen una variedad del aprendizaje emocional, el reaprendizaje es posible, aunque necesite tiempo y no pueda ser el resultado de un simple cursillo de entrenamiento en la diversidad. Lo que sí puede servir, en cambio, es la cooperación sostenida día tras día y el esfuerzo cotidiano hacia un objetivo común entre personas procedentes de sustratos diferentes. Lo que nos enseñan las escuelas que promueven la integración racial es que, cuando el grupo fracasa en este intento, se forman pandillas hostiles y se intensifican los estereotipos negativos. Pero cuando los estudiantes trabajan en equipo como iguales en la búsqueda de un objetivo común, como ocurre en los equipos deportivos o en las bandas de música —y como también sucede naturalmente en el mundo laboral cuando las personas trabajan codo con codo a lo largo de los años— los estereotipos terminan rompiéndose. No luchar en contra de los prejuicios en el puesto de trabajo supone además perder la ocasión de aprovechar las oportunidades creativas y empresariales que ofrece una fuerza de trabajo diversificada. Como veremos en la próxima sección, cuando un equipo de trabajo en el que participan recursos y perspectivas diferentes funciona armónicamente, es más probable que alcance soluciones más creativas y más eficaces que cuando esas mismas personas trabajan aisladamente.

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