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Goleman Daniel Inteligencia Emocional.doc
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Una realidad simbólica infantil

La lógica de la mente emocional es asociativa, es decir, que considera a los elementos que simbolizan —o activan el recuerdo— de una determinada realidad como si se tratara de esa misma realidad. Ese es el motivo por el cual los símiles, las metáforas y las imágenes hablan directamente a la mente emocional, como ocurre en el caso de las artes (las novelas, las películas, la poesía, la canción, el teatro, la ópera. etcétera). Los grandes maestros espirituales, como Buda y Jesús, por ejemplo, han movilizado los corazones de sus discípulos hablando en parábolas, fábulas y leyendas: el lenguaje de la emoción. Ciertamente, los símbolos y los rituales religiosos tienen poco sentido desde el punto de vista racional, porque se expresan en el lenguaje del corazón.

El concepto freudiano de «proceso primario» explica muy bien la lógica del corazón —de la mente emocional—, la lógica de la religión, de la poesía, de la psicosis, de los niños, de los sueños y de los mitos (como dijo Joseph Campbell, «los sueños son mitos privados y los mitos son sueños compartidos»). El proceso primario es la clave que nos permite comprender obras como el Ulises de James Joyce, en las que las asociaciones libres determinan el flujo narrativo, un objeto simboliza otro, un sentimiento desplaza a otro y se pone en su lugar y las totalidades se condensan en partes. En ese proceso, el tiempo no existe ni tampoco existe la ley de causa y efecto; de hecho, en el proceso primario el «no» no existe sino que todo es posible. El método psicoanalítico es, en parte, el arte de descifrar y desvelar el significado de estas sustituciones.

Si la mente emocional sigue esta lógica y este tipo de reglas en las que un elemento significa otro, las cosas no están necesariamente definidas por su identidad objetiva, lo que realmente importa es cómo se perciben, las cosas son lo que parecen y lo que algo nos recuerda puede ser mucho más importante que lo que «es». En realidad, en la mente emocional las identidades pueden considerarse como hologramas, en el sentido de que una parte evoca a la totalidad. Como señala Seymour Epstein, mientras que la mente racional establece conexiones lógicas entre causas y efectos, la mente emocional es indiscriminatoria, y relaciona cosas que simplemente comparten rasgos similares. En muchos sentidos, la mente emocional es infantil, y cuanto más infantil, más intensa es la emoción. Un ejemplo de este tipo es el pensamiento categórico, en el que todo es blanco o negro, sin asomo alguno de grises, como ocurre, por ejemplo, en el caso de alguien que haya cometido una equivocación y a continuación piense «yo siempre digo lo que no tengo que decir». Otro signo de esta modalidad infantil es el pensamiento personalizado, que percibe los hechos con un sesgo centrado en uno mismo, como .Nuel conductor que, después del accidente, explicaba que «el poste telefónico vino directo hacia mí».

Esta modalidad infantil es autoconfirmante, un tipo de pensamiento que elimina o ignora el recuerdo de hechos que podrían socavar sus creencias y se centra en aquello que las confirma. Las creencias de la mente racional son tentativas y las nuevas evidencias pueden refutar una creencia y reemplazarla por otra nueva porque el razonamiento opera apoyándose en evidencias objetivas. La mente emocional, en cambio, toma a sus creencias por la realidad absoluta y deja de lado toda evidencia en sentido contrarío. Éste es el motivo por el cual resulta tan difícil razonar con alguien que se encuentre conmocionado emocionalmente, porque no importa la contundencia lógica de los argumentos sí no se acomodan a la convicción emocional del momento. Los sentimientos son autojustificantes y se apoyan en un conjunto de percepciones y de «pruebas» válidas exclusivamente para sí.

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