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Goleman Daniel Inteligencia Emocional.doc
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Capítulo 12. El crisol familiar

1. Leslie y el videojuego: Beverly Wilson y John Gottman. “Marital Conflict and Parenting: The Role of Negativity in Families” en M. H.Borstein, ed.. Handhook of Parenting. vol. 4 (Hilísdale, Nueva Jersey:Lawrence Erlbaum. 1994).

2. La investigación sobre el papel que desempeñan las emociones en la vida familiar es una prolongación de los estudios sobre la pareja realizados por John Gottman que hemos revisado en el capítulo 9. Véase también, en este mismo sentido, Carole Hooven. Lynn Katz y John Gottman, “The Family as a Meta-emotion Culture”, Cognition and Emotion (primavera de 1994).

3. Las ventajas de unos padres emocionalmente competentes: Hooven, Katz and Gottman. “The Family as a Meta-emotion Culture”.

4. Los niños optimistas: T. Berry Brazelton. prefacio a Heart Start: The Emotional Foundations of School Readiness (Arlington, VA: National Center for Clinical lnfant Programs. 1982).

5. Los predictores emocionales del éxito académico: Heart Start.

6. Los ingredientes clave del rendimiento escolar: Heart Start, pág. 7.

7. Hijos y madres: Heart Start, pág. 9.

8. Los perjuicios del descuido: M. Erikson et al., “The Relationship Between Quality of Attachment and Behavior Problems in Preschool in a High-Risk Sample”, en 1. Betherton y E. Waters. eds., Monographs of the Society of Research in Child Development. 50, serie n 209.

9. La extraordinaria importancia de las lecciones aprendidas en la infancia temprana: Heart Start, pág. 13.

10. El seguimiento de los niños agresivos: L. R. Huesman, Leonard Eron y Patty Warnicke-Yarmel, “Intelectual Function and Agression”, en The Journal of Personality and Social Psvchology (enero de 1987). Alexander Thomas y Stella Chess refieren conclusiones similares en el número correspondiente a septiembre de 1988 de la revista Child Development, en donde exponen los resultados de un estudio realizado con setenta y cinco niños a quienes comenzaron a observar regularmente desde 1956, cuando tan sólo contaban entre siete y doce años de edad. Véase también, a este respecto, Alexander Thomas et al., “Longitudinal Study of Negative Emotional States and Adjustments From Early Childhood Through Adolescence”, en Child Development, 59(1988). Una década después, ya en plena adolescencia, los niños que, en la escuela primaria, habían sido catalogados por los padres y por los profesores como muy agresivos, tenían serios problemas emocionales. Se trataba de chicos (la proporción de chicos doblaba a la de chicas) que no sólo se enzarzaban continuamente en peleas sino que también se mostraban irrespetuosos o abiertamente hostiles hacia los otros nínos e incluso hacia sus padres y profesores. A lo largo de todos estos años, su hostilidad había permanecido inalterable y, al llegar a la adolescencia, tenían problemas de relación con los compañeros de clase, con la familia y con la escuela. A medida que el seguimiento prosiguió en la edad adulta, estas dificultades entraron en el dominio de la delincuencia, la ansiedad y la depresión.

11. La falta de empatía de los niños que han sido victimas de la violencia: las observaciones diarias y las conclusiones se hallan recogidas en el articulo de Mary Main y Carol George, “Responses of Abused and Disadvantaged Toddlers to Distress in Agemates: A Study in the Day-Care Setting”, en Developmental Psvcholo gv, 21 .3 (1985). Estos datos han sido corroborados también con preescolares: Bonnie Klimes-Dougan and Janet Kistner, “Physically Abused Preschoolers’ Responses to Peers’ Distress”, en Developmental Psychology, 26 (1990).

12. Los problemas de los niños que han sufrido la violencia familiar: Robert Emery, “Family Violence”, en American Psvchologist (febrerode 1989).

13. La transmisión de la violencia familiar de generación en generación: el hecho de que los niños que han sido víctimas de la violencia tiendan a su vez, a agredir a sus propios hijos todavía sigue siendo objeto de debate científico. Véase, a este respecto Cathy Spatz Widom, “Child Abuse, Neglect and Adult Behavior”, en American Journal of Orthopsvchiatry (Julio de 1989).

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