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- •2. Anatomía de un secuestro emocional
- •La sede de todas las pasiones
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- •El centinela emocional
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- •El especialista en la memoria emocional
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- •Armonizando la emoción y el pensamiento
- •3. Cuando el listo es tonto
- •La inteligencia emocional y el destino
- •Un tipo de inteligencia diferente
- •Spock contra data: cuando la cognicion no basta
- •¿Las emociones pueden ser inteligentes?
- •El ci y la inteligencia emocional: los tipos puros
- •4. Conócete a ti mismo
- •El apasionado y el indiferente
- •El hombre sin sentimientos
- •Elogio de las sensaciones viscerales
- •Sondeando el inconsciente
- •5. Esclavos de la pasión
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- •Aplacar la ansiedad: ¿qué es lo que me preocupa?
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- •6. La aptitud maestra
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- •Estados de ánimo negativos, pensamientos negativos
- •Pollyanna* y la caja de pandora: el poder del pensamiento positivo
- •El optimismo: el gran motivador
- •El «flujo»: la neurobiologia de la excelencia
- •Aprendizaje y «flujo»: un nuevo modelo educativo
- •7. Las raíces de la empatía
- •El desarrollo de la empatia
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- •La neurología de la empatía
- •La empatía y la ética: las raíces del altruismo
- •Una vida carente de empatía: la mentalidad del agresor. La moral del sociopata
- •8. Las artes sociales
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- •Los rudimentos de la inteligencia social
- •La génesis de la incompetencia social
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- •El resplandor emocional: informe de un caso
- •Inteligencia emocional aplicada
- •9. Enemigos íntimos
- •Los antecedentes infantiles de dos concepciones diferentes del matrimonio
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- •El desbordamiento: el naufragio del matrimonio
- •Los hombres. El sexo vulnerable
- •Consejos para el matrimonio
- •Las «buenas peleas»
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- •El estrés: la ansiedad desproporcionada e inoportuna
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- •El coste del pesimismo y las ventajas del optimismo
- •Con la ayuda de mis amigos: el valor clínico de las relaciones interpersonales
- •El poder curativo del apoyo emocional
- •Promover una atencion médica emocionalmente inteligente
- •Hacia una medicina que cuide a sus pacientes
- •12. El crisol familiar
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- •El reaprendizaje emocional y la superación del trauma
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- •Una realidad simbólica infantil
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- •Apéndice e el curriculum de self science
- •Apéndice f aprendizaje social y emocional: resultados Proyecto de desarrollo infantil
- •Proyecto de desarrollo social de Seattle
- •Programa de promoción de la competencia social Yale-New Haven
- •Programa de resolución creativa de conflictos
- •Proyecto de desarrollo de la conciencia social: aprendizaje de resolución de problemas sociales
- •Capitulo 1. ¿Para qué sirven las emociones?
- •Capítulo 2. Anatomía de un secuestro emocional
- •Capitulo 3. Cuando el listo es tonto
- •Capítulo 4. Conócete a ti mismo
- •Capítulo 5. Esclavos de la pasión
- •Capitulo 6. La aptitud maestra
- •Capítulo 7. Las raíces de la empatia
- •Capitulo 8. Las artes sociales
- •Capitulo 9. Enemigos íntimos
- •Capítulo 10. Ejecutivos con corazón
- •Capitulo 11. La mente y la medicina
- •Capítulo 12. El crisol familiar
- •Capítulo 13. Trauma y reeducacibn emocional
- •Capitulo 14. El temperamento no es el destino
- •Capítulo 15. El coste del analfabetismo emocional
- •Capitulo 16. La escolarización de las emociones
- •Apendice b. Particularidades de la mente emocional
- •Reconocimientos
La empatía y la ética: las raíces del altruismo
La frase «nunca preguntes por quién doblan las campanas porque están doblando por ti» es una de las más célebres de la literatura inglesa. Las palabras de John Donne se dirigen al núcleo del vínculo existente entre la empatía y el afecto, ya que el dolor ajeno es nuestro propio dolor. Sentir con otro es cuidar de él y. en este sentido, lo contrario de la empaña seria la antipatía. La actitud empática está inextricablemente ligada a los juicios morales porque éstos tienen que ver con víctimas potenciales. ¿Mentiremos para no herir los sentimientos de un amigo? ¿Visitaremos a un conocido enfermo o, por el contrario, aceptaremos una inesperada invitación a cenar? ¿Durante cuánto tiempo deberíamos seguir utilizando un sistema de reanimación para mantener con vida a una persona que, de otro modo, moriría?
Estos dilemas éticos han sido planteados por Martin Hoffman, un investigador de la empatía que sostiene que en ella se asientan las raíces de la moral. En opinión de Hoffman, «es la empatía hacia las posibles victimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hallan desvalidos, lo que nos impulsa a ayudarlas». Y, más allá de esta relación evidente entre empatía y altruismo en los encuentros interpersonales, Hoffman propone que la empatía —la capacidad de ponernos en el lugar del otro— es, en última instancia, el fundamento de la comunicación.
Según Hoffman, el desarrollo de la empatía comienza ya en la temprana infancia. Como hemos visto, una niña de un año de edad se alteró cuando vio a otro niño caerse y comenzar a llorar; su compenetración con él era tan íntima que inmediatamente se puso el pulgar en la boca y sumergió la cabeza en el regazo de su madre como si fuera ella misma quien se hubiera hecho daño.
Después del primer año, cuando los niños comienzan a tomar conciencia de que son una entidad separada de los demás, tratan de calmar de un modo más activo el desconsuelo de otro niño ofreciéndole, por ejemplo, su osito de peluche. A la edad de dos años, los niños comienzan a comprender que los sentimientos ajenos son diferentes a los propios y así se vuelven más sensibles a las pistas que les permiten conocer cuáles son realmente los sentimientos de los demás. Es en este momento, por ejemplo, cuando pueden reconocer que la mejor forma de ayudar a un niño que llora es dejarle llorar a solas, sin prestarle atención para no herir su orgullo.
En la última fase de la infancia aparece un nivel más avanzado de la empatía, y los niños pueden percibir el malestar más allá de la situación inmediata y comprender que determinadas situaciones personales o vitales pueden llegar a constituir una fuente de sufrimiento crónico. Es entonces cuando suelen comenzar a preocuparse por la suerte de todo un colectivo, como, por ejemplo, los pobres, los oprimidos o los marginados, una preocupación que en la adolescencia puede verse reforzada por convicciones morales centradas en el deseo de aliviar la injusticia y el infortunio ajeno.
Sea como fuere, lo cierto es que la empatía es una habilidad que subyace a muchas facetas del juicio y de la acción ética. Una de estas facetas es la «indignación empática» que John Stuart Mill describiera como «el sentimiento natural de venganza alimentado por la razón, la simpatía y el daño que nos causan los agravios de que otras personas son objeto» y que calificara como «el custodio de la justicia». Otro ejemplo en el que resulta evidente que la empatía puede sustentar la acción ética es el caso del testigo que se ve obligado a intervenir para defender a una posible víctima. Según ha demostrado la investigación, cuanta más empatía sienta el testigo por la víctima, más posibilidades habrá de que se comprometa en su favor. Existe cierta evidencia de que el grado de empatía experimentado por la gente condiciona sus juicios morales. Por ejemplo, estudios realizados en Alemania y Estados Unidos demuestran que cuanto más empática es la persona, más a favor se halla del principio moral que afirma que los recursos deben distribuirse en función de las necesidades.