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Mi día de trabajo

… Son las siete en punto de la mañana. Suena el despertador. Abro los ojos e inmediatamente recuerdo que hoy es un día de trabajo, por eso tengo que levantarme para no llegar tarde a la Universidad. Pero, para disfrutar de los últimos momentos del sueño, me quedo unos momentos más en la cama, me desperezo para bostezar y pensar el día que empieza, tratando de aplazar al máximo el penoso momento de levantarme.

Pero, ¿qué puedo hacer yo? Para no llegar con mucho retraso, hay que levantarse. Me pongo la bata y me dirijo al cuarto de baño con pasos inseguros. Suelo lavarme con agua fría, primero, para despertarme definitivamente y también porque dicen que es muy útil para la salud. Cada mañana, además de lavarme, me limpio los dientes con el cepillo y la pasta dentífrica. A veces, me ducho. Luego, me seco con una toalla de felpa y me peino ante el espejo. A decir verdad, no soy muy amiga de levantarme temprano, pero, como tengo que asistir a las clases, debo hacerlo seis días a la semana, menos los domingos.

Después de bañarme, voy a la cocina. Allí tengo que hacerme el desayuno porque todos mis familiares se levantan más tarde que yo y, por consiguiente, a estas horas tempranas, todavía duermen. Este hecho me pone aún más malhumorada. Pero, de todos modos, el desayuno me ocupa unos diez minutos, más o menos. Como no tengo hambre por la mañana, suelo desayunar con una tacita de café caliente, una tortilla o un par de bocadillos con jamón o queso.

Al desayunar, vuelvo a mi cuarto para hacer la cama y vestirme. Suelo hacer gimnasia sólo los días de descanso, cuando puedo permitirme el lujo de dormir hasta más tarde, estoy menos cansada y no necesito darme prisa. Así que me pongo la blusa, la camisa, la falda o el pantalón y me miro al espejo antes de ponerme a maquillarme. “¡Qué aspecto más hermoso!” – pienso con ironía. Después de arreglarme y maquillarme, antes de salir, miro al termómetro. Está a diez grados bajo cero, pero como el invierno es bastante suave, no tengo miedo de coger frío. Sin embargo, me pongo la bufanda y el abrigo de invierno y salgo a la calle.

Para llegar a la Universidad suelo tomar el metro, cuya estación está a unos diez minutos andando de mi casa. El aire fresco me hace despertarme al final y empiezo a recordar el horario del día. Casi todos los días nuestras clases empiezan a las nueve de la mañana y terminan a las cuatro de la tarde. Hay días cuando tenemos también clases extra porque nuestro plan de estudios es muy duro. Hay también clases facultativas que están fuera del horario diario. Como tengo que estudiar mucho, vuelvo a casa bastante tarde, es por eso que como en la Universidad, en la cantina, o voy con mis compañeros de estudios a algún café baratito de los que abundan en las calles adyacentes. Como no tengo en casa todos los libros necesarios para prepararme para las clases, escribir informes o hacer tesis anuales, casi cada día paso un par de horas en la biblioteca universitaria, leyendo algún libro o haciendo apuntes, o en la sala de ordenadores, revisando el Internet.

A eso de las siete, como regla, ya estoy en casa porque mi día de trabajo ya está terminado. Pero viene otro problema que no es de menor importancia: hay que hacer la tarea de casa. De ordinario este hecho cada día me ocupa dos horas y media o algo más porque nuestro profesor de español suele decir: “ Para dominar tu futura profesión hay que estudiar mucho mientras eres joven. El que no quiere hacerlo, debe estudiar por correspondencia (a distancia)”. Termino de prepararme para el día siguiente a eso de las diez de la noche. Tras hacer los deberes de casa, veo un programa televisivo o alguna película interesante de las que se proyectan después del programa “Diario de noticias”. De vez en cuando, si no hay nada de interesante, llamo por teléfono a mis amigos y charlamos de nuestras cosas. El viernes o el sábado voy al cine o al teatro, pero no lo hago muy a menudo. Hay veces cuando me invitan a algún club de noche, pero lo acepto muy rara vez.

Según mi opinión, estudiar en la Universidad es bastante difícil, pero, a la vez, muy interesante. A las once y media voy al cuarto de baño, donde me lavo antes de acostarme. Me acuesto a medianoche o un poco antes. Como suelo estar bastante cansada, me duermo en seguida y siempre duermo muy bien. Así pasa mi día corriente de trabajo.

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