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Ненавижу тебя, история!!!!.docx
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  1. Los primeros pobladores de la Peninsula Iberica.

La presencia de homínidos en la Península Ibérica se remonta al Paleolítico Inferior, época de la que datan los restos hallados en el yacimiento de Atapuerca (Burgos), de unos 800.000 años de antigüedad. Los especialistas discuten aún el origen de estas poblaciones, quizá llegadas directamente de África a través del Estrecho de Gibraltar, o más probablemente a través de los Pirineos. En todo caso, desde esta temprana época se encuentran en la península restos de utensilios y obras de arte correspondientes a las mismas culturas de cazadores y recolectores que se sucedieron en otras zonas de Europa: las culturas abevillense y achelense del Paleolítico Inferior; la musteriense del Paleolítico Medio; la auriñaciense, solutrense y magdaleniense del Paleolítico Superior; y la aziliense del Epipaleolítico (todas ellas representadas en yacimientos como la Cueva del Castillo, en Cantabria).

Desde el Paleolítico Superior (del año 30.000 al 10.000 a.C.) aparece ya el hombre propiamente dicho (homo sapiens sapiens), con su inteligencia superior, que plasmó en representaciones artísticas ligadas a su sistema de creencias. El arte paleolítico tiene en la Península Ibérica algunas de sus representaciones más importantes, como las pinturas de las cuevas de la zona cantábrica: por encima de todas, Altamira («la Capilla Sixtina del arte paleolítico»), pero también Tito Bustillo, El Castillo, La Pasiega, Urtiaga, Santimamiñe... y, en otras zonas de la península, La Pileta (Málaga) y El Parpalló (Valencia).

El final de la última glaciación, hacia el año 10.000 a.C. permitió la evolución hacia otro estilo de vida más sedentario. Se inició entonces el periodo Neolítico, durante el cual proliferaron –especialmente en el Sur y Levante– poblados de agricultores y pastores, con abundantes muestras de una tecnología superior (instrumentos de piedra pulimentada, cerámica, molinos de mano) y de una organización social compleja (enterramientos colectivos, adornos que simbolizaban el rango y monumentos megalíticos demostrativos de una cierta capacidad de cooperación).

El arte de esta época, de estilo más geométrico, se concentra en abrigos rocosos de la zona de Levante, como los de Albarracín, La Araña, Cogull, Alpera, Valltorta, etc.

Hacia el 2500 a.C. llegaron pueblos del Mediterráneo oriental que conocían la metalurgia y buscaban los ricos yacimientos mineros de la Península Ibérica. Fue así como se dio el paso a la Edad de los Metales con la cultura de Los Millares (Almería), caracterizada por el uso del cobre y por la construcción de murallas defensivas. A ésta siguió, hacia el 1500 a.C., la cultura de El Argar (Almería), con la que dio comienzo la Edad del Bronce peninsular. El uso del bronce se extendió por toda la península, junto con otros elementos culturales asociados, como la cerámica del vaso campaniforme o las construcciones megalíticas.

El paso a la Edad del Hierro tuvo lugar hacia el año 1000 a.C., vinculado a la llegada de poblaciones centroeuropeas a través de los Pirineos (que trajeron la Cultura de los Campos de Urnas), poblaciones célticas del mundo atlántico y poblaciones del Mediterráneo oriental. La Península Ibérica se nos presenta, pues, desde la Prehistoria, como una encrucijada de influencias culturales y de aportaciones humanas diversas, como fruto de su situación geográfica entre el Atlántico y el Mediterráneo, entre Europa y África.

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