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Texto, contexto y situación

Desde una perspectiva epistemológica bien fundamentada, habría que tener en cuenta las aportaciones más puntuales de la teoría del texto, junto a la teoría del contexto y a la teoría de la situación comunicativa. Los tres campos se interrelacionan y complementan con un enfoque comunicativo y funcional del lenguaje. En él estarían integrados y contemplados: los descubrimientos de la psicología cognitiva, de la inteligencia artificial, de la teoría de la elaboración de los significados culturales o de la etnometodología, entre otras disciplinas. Éstas habría que considerarlas en relación con las teorías sobre el texto y sus componentes (desde el fonema a las superestructuras textuales), la teoría de la interacción de los sistemas de comunicación verbal y no verbal, las teorías del contexto (pragmática, sociolingüística) y la teoría de la situación que analizaron los autores de la Escuela de la Nueva Comunicación.

La adecuación del texto al contexto de comunicación

Ya hemos señalado en los capítulos precedentes que el marco comunicativo condiciona nuestra expresión y nos impulsa a decir determinadas cosas, de una manera adecuada y en el instante preciso, si es que pretendemos ser unos comunicadores competentes.

Si nuestra comunicación se establece en el marco de una conversación por ejemplo, es evidente que hay unas normas de intervención, de extensión, un sentido de la oportunidad, el respeto por las opiniones de los otros, etc., que todo hablante tiene en cuenta o trata de tener en cuenta cuando participa en este tipo de texto colectivo. H. GRICE ha descrito los principios de cooperación que deben regir la intervención de cada interlocutor de un diálogo:

La oportunidad: intervenir en el momento en que seamos requeridos a ello o cuando nuestra aportación se haga precisa.

La brevedad: nuestro uso de la palabra ha de ser tan breve como requiera la información que proporcionamos.

La calidad: nuestra atribución ha de ser verdadera y considerada con las opiniones de los demás.

La relevancia: las opiniones que aportaremos habrán de ser pertinentes, es decir, coherentes con el tema que se está tratando.

La claridad: nuestras palabras serán precisas y ordenadas, evitando la oscuridad, la imprecisión y la ambigüedad.

Estos principios podrían resumirse en una sola máxima: "Que tu contribución a la conversación sea la adecuada".

Actuar de la manera descrita en una conversación es saber estar a la altura de las circunstancias comunicativas, desempeñar el papel que los demás quisieran que desempeñemos. Es evidente que no siempre las cosas discurren por estos cauces en las conversaciones de la vida cotidiana, y así, se podría llegar desde el modelo propuesto al llamado "diálogo de sordos", en el que cada cual habla y nadie se escucha, aunque aparenten oírse. Esta sería la caricatura de una auténtica interacción personal. En cambio. Un diálogo de personas atentas y educadas comporta el que cada uno de los participantes salga enriquecido con las aportaciones de los demás y con el contacto humano que supone la renovación y el contraste de nuestra experiencia con la de los otros.

De esta manera, podríamos trazar el modelo deseable de interacción comunicativa que es pertinente para cada tipo de marco situacional. Cuando intervenimos en una situación de comunicación nos situamos a veces de manera inconsciente en un variedad dialectal o estandar de nuestra lengua, elegimos un código personal o posicional, actuando como sujetos individuales o en función de un rol social –juez, conferenciante, persona libre y abierta, etc.-.

Esta elección de repertorio lingüístico, de variedad o de registro, va acompañada de otras elecciones temáticas, de canal (oral, escrito) de propósito perseguido en la comunicación: impresionar, convencer, provocar un contacto humano, etc. Nuestra relación con los interlocutores presentes (o con los futuros receptores de nuestra escritura), será así más o menos formal, más o menos personal, más o menos dialectal, más o menos original, más o menos normativa, etc.

La adecuación es el producto de una serie de elecciones de códigos expresivos, no solamente lingüísticos en el caso de la comunicación oral, que realizamos de forma consciente o inconsciente, de manera acertada o equivocada con respecto a los fines que se plantea nuestra intención comunicativa. Pero, para hacer posibles estas elecciones tenemos que poseer una riqueza de repertorios y registros, una experiencia comunicativa en el dominio del género textual de que se trate y un saber estar a la altura de cada circunstancia. De esta manera, nuestro discurso resultará o será calificado por los demás de adecuado, oportuno, acertado, preciso, afortunado, etc.; o por el contrario será motejado de pedante, distante, oscuro, vulgar, risible, incoherente, etc.

Saber actuar en situación es dominar lo que los teóricos han llamado competencia comunicativa de tipo pragmático: la capacidad de decir lo apropiado en el momento preciso y de la manera correcta. El desarrollo de esta competencia requiere la práctica avezada y continua.