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El texto y el ámbito de uso. El texto y sus propiedades. Diversas aproximaciones a la noción de texto.

Para Yuri M. Lotman (Estructura del texto artístico), se entiende por texto todo discurso cifrado en uno o varios códigos, que se nos ofrece como una unidad de comunicación concluida y autónoma. Son texto pues, un telegrama, una conversación telefónica, una película, una novela, una fotografía, un cuadro de pintura, un poema, una canción... Desde un punto de vista semiótico el texto es una secuencia de signos que produce sentido.

Para Barthes, Derrida y Kristeva, los textos son el lugar donde el sentido se produce y produce una práctica significante.

Este planteamiento ha dado lugar a una semiótica discursiva o textual, en la que la atención se fija más en lo que los signos hacen, que en los que representan.

Para Hjelmsev el texto se define por su clausura y su autonomía discursiva, serán textos tanto la expresión ¡fuego!, como el conjunto de Los Episodios Nacionales. Por ello múltiples teorías semióticas y textuales coinciden en señalar la coherencia como un elemento constitutivo de la definición de texto.

Las disciplinas del texto han tenido un breve recorrido histórico. Las primeras tentativas de realizar una teoría del texto proceden de los años sesenta. Roland Barthes en su artículo De la obra al texto plantea el estudio del texto como un nuevo objeto de investigación y traza una primera aproximación a su teoría. Entiende este autor que el texto es el campo metodológico de la producción del sentido. No hay que identificarlo con una obra concreta, sino con una experiencia de lectura o escritura. La naturaleza del texto es la de ser íntegramente simbólico y plural: "todo texto es el entretexto de otro texto". En definitiva, Barthes asocia el texto al disfrute, al placer sin separación. Pero este núcleo teórico no puede constituir el comienzo de una teoría del texto, ya que para este autor el texto no puede ser objeto de una exposición metaligüística, sino que la teoría del texto sólo puede coincidir con la práctica de la escritura.

Ha sido en Francia y en torno a la revista Tel Quel donde se ha desarrollado esta teoría del texto como productividad, a diferencia del uso comunicativo y reproductivo del lenguaje. Una serie de autores se agrupan bajo esta tendencia además de Barthes: J. Derrida, Ph. Sollers y sobre todo J. Kristeva. Pero este movimiento tiene una dimensión más filosófica y de teoría literaria que lingüística.

El desarrollo posterior de la teoría del texto no ha seguido estos pasos trazados por Roland Barthes, ya que sus exigencias eran más bien de tipo literario que científico. Vamos a señalar a continuación un esbozo de los principales jalones de la teoría del texto a partir de la Escuela de Constanza, de base fundamentalmente lingüística.

De la gramática de la oración a la gramática del texto.

Tradicionalmente la lingüística sólo se ha ocupado de la palabra o de la frase como unidades superiores de investigación. Sin embargo, en la antigüedad clásica había una conciencia retórica del discurso como unidad superior a la oración, aunque sólo se establecieron reglas sobre la estructuración pragmática de la enunciación. Contemporáneamente se apreciaron efectos estilísticos en la enunciación pero no se abordó una teoría que diera cuenta de tales efectos. Por lo tanto la teoría del texto es un campo de investigación relativamente reciente, a pesar de que la conciencia del texto y del discurso es muy lejana en la cultura occidental.

Los primeros intentos de teorizar las estructuras textuales fueron una transposición de las categorías gramaticales, de la gramática de la oración, a elementos textuales todavía por determinar. Y así, se hablaba de la gramática del texto como un paso necesario para el estudio de las estructuras lingüísticas, ya que se apreciaban realidades organizativas de tipo gramatical que desbordaba la noción de oración. El parágrafo y la cláusula, eran nociones conocidas desde hacía tiempo como estructuras supraoracionales, pero de orden tipográfico u oratorio. Por otra parte las estructuras textuales no consistían únicamente en ser abarcadoras de varias o muchas oraciones, no tenían por que ser sólo conjuntos de oraciones, pues había textos tan parcos como un telegrama o tan extensos como una novela, y ambos no dejaban de serlo por su extensión.

T. Todorov define el texto de una forma no oracional caracterizándolo por dos rasgos: su autonomía discursiva, se trata de una entidad de significado completa en sí misma; y por su clausura, el texto se concibe como algo acabado o entero.

El texto es, además, un sistema connotativo que se asienta sobre otro sistema anterior el sistema de la lengua, básicamente denotativo.

Desde el punto de vista de la primitiva gramática del texto, se suponía que, si en la oración había un componente fonológico, sintáctico y semántico; en la gramática textual debería haber también la reproducción ampliada de estos tres componentes:

- La fonología del texto sería de tipo suprasegmental.

- La sintaxis del texto abarcaría conjunto de frases.

- La semántica del texto podría estudiarse desde puntos de vista retóricos, narrativos y temáticos.

De estos tres últimos análisis, el que más se ha desarrollado ha sido el análisis narratológico: las estructuras narrativas se han identificado como actantes y funciones, hay semióticas del texto, como la de Greimas, que hacen estudios muy minuciosos de las estructuras narrativas.

Sin embargo, este análisis vale únicamente para un tipo de texto, los de la fábula, pero es menos útil para las demás tipologías. No obstante, hay que decir que las preocupaciones de estos autores no iban por el camino de construir una teoría del texto, sino una teoría de la narración, o una semántica estructural del discurso.

Fue a finales de los sesenta cuando se puso en cuestión el paradigma lingüístico centrado exclusivamente en el análisis del sistema abstracto de la lengua, fuera este de tipo generativo-transformacional o de tipo funcionalista. El aldabonazo de la pragmática y la sociolingüística, despertaron a los estudiosos del lenguaje del sueño inmanentista, que sólo quería ver las estructuras internas del sistema lingüístico, y los llevaron a atender al estudio del uso, del habla, de las variedades, del contexto, etc. La lengua aparecía como un magma demasiado multiforme si era abordado desde el habla como para que la ciencia pudiera someterlo a una formalización unificadora, y esto había llevado a los lingüistas, en un afán de cientifismo, a ocuparse únicamente por el sistema abstracto de la lengua, menospreciando las variantes como simples epifenómenos de estructuras operativas más generales y profundas. Por otra parte, los descubrimientos hechos en el análisis de los actos de habla presentaban unas facetas en el uso de la lengua que no habían sido atendidas hasta ahora, pues no eran percibidas desde las alturas del sistema abstracto.

Ello llevó a cuestionar la forma de hacer lingüística, al tiempo que aparecían las carencias de una lingüística que se había autolimitado al estudio de la oración como máximo horizonte organizativo de la teoría del lenguaje. La primitiva gramática del texto buscaba paradigmas explicativos de los fenómenos supraoracionales rastreándolos en los estructuralismos europeo y americanos.

Fue la lingüística alemana, desde Peter Hartmann en adelante, la que desde 1964 se había impuesto como objetivo la descripción estructural del discurso. En este ámbito Manfred Bierwisch (1965) había intentado aplicar las estructuras generativistas al estudio de la literatura, señalando la presencia de macroestructuras en el discurso literario.