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Groucho Marx - Memorias de un amante sarnoso -...docx
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07.09.2019
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Ratas en la casa de zorras

no creo necesario mencionar el nombre de la ciudad ni el del personaje.

generalmente interpretaba teatro serio, pero la obra que presentaba se vino abajo y hubo de dedicarse una temporada al vodevil, uniéndose a la compañía en que estaba yo con mis hermanos.

era apuesto y elegante, y se comportaba como lo que era un presumido.

le invitaron, al mismo tiempo que a nosotros, a uno de los más lujosos burdeles de la ciudad, y, aunque no nos agradaba mucho su compañía, no hicimos ninguna objeción por su presencia.

como casi todos los egomaníacos, el hombre carecía totalmente de sentido del humor.

pero, lo que le faltaba de humorismo, le sobraba de fanfarronería.

apenas nos habíamos sentado en el salón, cuando él ya se había adueñado de la situación, acaparando las miradas de las chicas y de la madame.

cuando en un lugar así se cae bien, le aprecian a uno.

pero cuando se cae mal, lo mejor que uno puede hacer es largarse, antes de que surjan complicaciones.

de no obrar así, se corre el riesgo de que nos abran la cabeza de un botellazo o de que nos desaparezca la cartera.

por otra parte, si nos excedemos en cualquier sentido, lo más probable es que madame requiera los servicios del matón de la casa, ducho en la expulsión violenta de indeseables.

llegamos hacia las once y media, cantamos algunas canciones, y, luego nos tomamos unas cervezas y unos bocadillos.

sobre la una, cuando ya nos despedíamos, la madame se acercó a nuestro amigo y con la mayor gentileza le invitó a que pasara allí la noche.

él, con su acostumbrado tacto, preguntó cuánto le costaría la cosa.

y la madame, con voz melosa, le contestó:

—tratándose de ti, encanto, ni una perra.

todas las chicas están locas por ti.

en toda la noche no han hecho más que hablar de ti, y ahora me han pedido que te invite a quedarte toda la noche, como invitado.

al día siguiente, poco antes de la “matin\e”, shakespeare entró en nuestro vestuario.

su rostro estaba más blanco que muchas sábanas sobre las que he dormido.

entonces, empezó a relatarnos lo que le había acontecido la noche anterior.

nos explicó que, después de irnos nosotros, se acercó a él la chica más estupenda de la casa y le dijo que la madame había organizado una especie de rifa.

ella había sido la agraciada e iba a tener el placer de pasar con él toda la noche.

—nena -murmuró él- ve arriba y espérame un momento.

yo subo en seguida, nena.

(lo de nena era el típico nombre cariñoso que se empleaba en aquellos lugares).

—subí a la habitación que me había indicado -siguió diciendo- y quedé extrañado al observar que no había en ella mueble alguno, con excepción de un viejo catre de campaña.

no había alfombra ni sillas ni armario.

de repente, oí el girar de una llave en la cerradura.

me acerqué a la puerta y traté de abrirla.

estaba cerrada.

esto es una broma, pensé entre mí, y lo mejor que puedo hacer es seguirla.

me consta que la chica está loca por mí.

estoy seguro de que no tardará en abrir la puerta para llevarme a un dormitorio de ensueño.

>>>>la habitación estaba bastante oscura, pues sólo la iluminaba una débil bombilla que colgaba del techo.

bueno, pensé, no es cuestión de quedarse aquí plantado.

me desnudaré y me echaré en el catre.

a falta de armario, coloqué en el suelo la ropa, después de doblarla cuidadosamente.

luego, me quedé mirando hacia la puerta, esperando que se abriera de un momento a otro.

>>>>en aquel momento percibí un extraño rumor procedente del otro extremo de la habitación.

a pesar de la poca luz, pude observar que, de un agujero de la pared, salía una rata enorme.

corrí a la puerta, y empecé a golpearla y a gritar que me dejaran salir.

pero, nadie me contestó.

me senté entonces en el borde del catre, con el pulso algo alterado.

el rumor continuaba.

cogí un zapato y se lo tiré a la rata, pero fallé la puntería.

sin embargo, la rata desapareció y yo me sentí algo aliviado.

me eché otra vez en el catre, y, al cabo de poco, volví a oír el mismo ruido.

aquella vez tiré el otro zapato afinando más la puntería.

quince minutos después había arrojado en aquella dirección toda mi ropa y las ratas empezaban a aparecer desde seis puntos distintos de la habitación.

>>me sentía invadido por el pánico.

las ratas siempre me han asustado.

creo que preferiría enfrentarme con un león a tocar tan sólo una rata.

>>corrí de nuevo a la puerta, gritando que la abrieran.

hice girar el pomo desesperadamente, y, con gran extrañeza, comprobé que la puerta se abría.

era evidente que mientras yo gritaba alguien la había abierto.

>>dando voces para espantar a las ratas, fui hasta el extremo de la habitación y precipitadamente recogí mis ropas y zapatos.

me encaramé en el catre y allí me vestí rápidamente.

bajé luego corriendo las escaleras y, por fin, salí a la calle.

me paré un momento en la acera, todavía trémulo, y entonces pude escuchar unas alegres carcajadas.

miré hacia arriba, y, en una ventana del segundo piso, vi asomadas a madame y sus seis chicas, riendo a mandíbula batiente.

>>salí a la carrera hacia el hotel, me encerré en mi habitación y me tragué cinco píldoras somníferas.

así, finalmente, conseguí dormitar un poco’.

aunque no teníamos simpatía alguna por él, he de admitir que sentimos pena ante su macabra historia.

nunca había visto a nadie tan demudado.

cuando, al cabo de unos minutos, se repuso un poco, salió en busca del director para advertirle de que, en el estado en que se hallaba, no se veía capaz de actuar en la viñeta shakesperiana que venía representando para los lugareños.

aquella misma tarde tomó un tren y regresó a nueva york.

no sé cómo se las compondrían la madame y sus chicas, pero resulta difícil comprender que pudiera haber tanta rata en una casa de zorras.

6.

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