Métrica
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El verso endecasílabo es el instrumento fundamental de la métrica imitada de los italianos. Aunque en España apareció con los primeros trovadores catalanes y gallegos, procedente de Provenza, Francia e Italia, donde se usaba comúnmente, en Castilla se utilizó de forma esporádica, hasta que en el siglo XV Francisco Imperial y el marqués de Santillana hicieron los primeros intentos de adaptarlo al español. Será a partir de Boscán y los primeros renacentistas cuando se convertirá en el metro constante y más representativo de la nueva poesía.
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El predominio de la rima consonante, más culta que la asonancia, será casi absoluto.
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Las composiciones poéticas y estrofas más frecuentes fueron:
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El soneto, consagrado por Petrarca en su Canzionere.
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El terceto encadenado, empleado por Dante en La Divina Comedia, fue usado para epístolas y elegías.
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La lira la introdujo Garcilaso de la Vega en su Canción V, Ad florem Gnidi, por influencia de Bernardo Tasso.
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La octava real, ya usada por Boccaccio, adquiere su máxima importancia en la Égloga III de Garcilaso.
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La silva es una combinación libre de no menos de veinte endecasílabos y heptasílabos.
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La canción petrarquista se compone de un número indeterminado de endecasílabos y heptasílabos que riman al gusto del poeta; ahora bien, la estrofa que marca la primera estancia la repiten las demás.
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Estas nuevas estrofas se usaron en una serie de composiciones fijadas por la Antigüedad y el Renacimiento italiano. Así
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la égloga, que proviene de Virgilio y es propia de la poesía bucólica y pastoril;
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la elegía, que se usará en poemas de dolor y desgracia;
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la canción y la oda se asocian a los temas amorosos;
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la epístola horaciana, que se utilizará para los temas familiares, doctrinales y literarios.
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Estilo
Éste se caracteriza por
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la naturalidad y huida de la afectación,
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sintaxis regular y sencilla,
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renuncia a latinismos innecesarios.
Aunque no se dejan de lado ciertos artificios como
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el hipérbaton,
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la bimembración,
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las imágenes y metáforas de fácil comprensión.
Temas
El amor humano
Es el tema renacentista más importante. Se continúa con la tradición de amor cortés, pero filtrado por el tratamiento que le da Petrarca y por el neoplatonismo del Dolce Stil Nuovo, que hace del amor el elemento cohesionador del cosmos. La mujer es ahora reflejo de la Belleza divina y camino de perfección hacia Dios.
El amor divino
Si al poeta del amor humano le es casi imposible consumarlo, el poeta religioso sí puede desear abiertamente y aspirar al éxtasis místico. La dificultad que estos poetas encuentran para expresar adecuadamente esta experiencia unitiva hace comprensible que hayan recurrido a los tópicos e imágenes del amor humano.
La naturaleza
El Renacimiento concedió gran importancia a la descripción de la naturaleza, no por su valor intrínseco, sino por su relación con los sentimientos que en ella se desarrollan. Los poetas renacentistas tratarán el tema de la naturaleza haciendo alusión al tópico literario del locus amoenus (lugar agradable), un escenario idealizado que integra un conjunto de elementos naturales armónicos y serenos: una arboleda, hierba siempre verde y salpicada de flores, una fuente, un río, aves cantarinas, una brisa fresca y perfumada... Una recreación platónica de la naturaleza que, aparte de su función estética, tendrá diversos significados simbólicos en relación con el estado anímico del poeta:
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simple marco campestre en el que los enamorados viven sus amores y desamores.
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espejo del amor y de los estados de ánimo de los enamorados. Es una naturaleza condoliente que comprende al poeta y se compadece de su aflicción (la fuente llora, las aves cantan sus penas...). En ocasiones lo que refleja es la belleza de la dama con la cual compite.
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confidente del enamorado
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naturaleza indiferente que contrasta en su alegría con los sufrimientos del poeta.
Marca la pauta el bucolismo, cuyos orígenes están en los Idilios, de Teócrito, las Bucólicas, de Virgilio, la Arcadia, de Sannazaro y los Ninfali de Boccaccio. A ellos se suman dos tópicos: por un lado, el del Beatus ille horaciano, que canta la paz y el reposo en un marco natural que perfecciona al hombre y le ayuda en la conquista de la sabiduría; por otro el de la Edad de Oro, ucronía de un tiempo primigenio en el que reinaban las leyes naturales en armonía con la libertad del hombre.
La mitología
Los escritores renacentistas recrearán los mitos clásicos que para ellos representan un mundo lejano y fascinante. Lo harán de varias formas:
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con alusiones concretas, sin apenas desarrollo.
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creando un ambiente mítico como el de la égloga III de Garcilaso, lleno de toda la variedad mitológica de ninfas, náyades, faunos...
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reconstruyendo todo un episodio mitológico.
La poesía amorosa del XVI rebuscó en la mitología, sobre todo en Las Metamorfosis de Ovidio, los aspectos relacionables con las situaciones representadas en los poemas convirtiendo en tópicos muchos episodios mitológicos – así, amor es Venus; Marte, la guerra, Hércules la fuerza, etc. – y de cualidades físicas, morales y de experiencias humanas – como la belleza de Apolo, el orgullo de Ícaro (serán ejemplo de soberbia y osadía del amante), o las historias de Apolo y Dafne se convertirán en símbolo del rechazo amoroso; el descenso de Orfeo y Eurídice al reino de los muertos será la ilustración de la fidelidad, del poder del amor frente a la muerte; la caida de Faetón, Dido y Eneas –.
Lo moral
Bajo esta denominación general se agrupan varios subtemas tales como:
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La consideración del paso del tiempo.
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El carpe diem o collige, virgo, rosas, que surge de la contemplación de los estragos del tiempo.
Nómina de autores
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El primer grupo poético renacentista o primera generación de petrarquistas estaba formado por Boscán, Garcilaso de la Vega, el portugués Francisco Sá de Miranda, Diego Hurtado de Mendoza, Gutierre de Cetina, Hernando de Acuña, Gregorio Silvestre y el novelista bucólico Jorge de Montemayor. Todos ellos se han formado en un ambiente selecto, pertenecen a una minoría de clase superior y desde su juventud se han relacionado de forma más o menos directa con la corte. Cada uno, según sus circunstancias, ha recibido una sólida formación y su gran experiencia formativa (tanto en el arte como en la poesía) ha sido sus viajes por Italia, donde entraron en contacto con los escritores representativos del petrarquismo y de la filosofía humanista. Entre ellos se establecieron relaciones humanas y literarias, de las que han dejado abundantes muestras en las poesías que se dedicaron y en las misivas poéticas que se intercambiaron.
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El segundo grupo poético renacentista coincide aproximadamente con el reinado de Felipe II. A él pertenecieron fray Luis de León, Baltasar del Alcázar, Alonso de Ercilla, Fernando de Herrera, Francisco de Figueroa, Francisco de Aldana, Pedro Laynez, Jerónimo de Lomas, Francisco de la Torre y Francisco Medrano, cuya vida y obra enlazan el siglo XVI y el XVII.
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En cuanto a los representantes de la lírica mística, por razón de su nacimiento santa Teresa pertenece a la época del Emperador, pero su poesía responde al gusto tradicional y popular castellanos. San Juan de la Cruz, por el contrario, forma parte de los postgarcilasistas y su poesía adapta los elementos esenciales de la corriente poética de su generación.