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ТПП исп лекции и материалы / La traduccin de las unidades fraseolgicas.doc
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01.07.2020
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3.

Problemas léxicos de la traducción. Los nombres propios generales y su traducción

A primera vista nos puede parecer que la traducción de los nombres propios no presenta nada de extraordinario, ninguna dificultad. En la lingüística moderna los nombres propios con frecuencia se definen como unidades léxicas que nombran algo, a diferencia de las palabras comunes, las cuales se consideran unidades que significan algo. Además, las denominaciones de las personas (antropónimos) y los nombres geográficos (topónimos) no constituyen unidades léxicas primarias según su origen, ya que ellos están formados en base de palabras comunes. Estas características del nombre propio y, ante todo, de su correspondencia con un objeto concreto e individual determinan que en la esfera de los nombres propios sea la transliteración el principal procedimiento traduccional. El nombre propio es siempre una realia. En el habla éste siempre denomina un objeto de pensamiento real o imaginario, la persona o el lugar, que son únicos en su género e inconfundible.

Los nombres propios transliterados conjuntamente con las realias restantes constituyen aquellos pocos elementos de la traducción que conservan un determinado colorido nacional en su forma verbal fonética. Una palabra española, por ejemplo, incluso si es escrita con las letras del alfabeto cirílico, siempre será una palabra española y no perderá su colorido nacional. Los nombres españoles Nicolás, Andrés, Pedro, Elena, los cuales se parecen mucho a los nombres ucranianos y siempre se transliteran.

La forma interna de cualquier nombre, la cual se entiende como la estructura semántica de la palabra, generalmente refleja el proceso de formación de las palabras, el cual tiene lugar en el momento de nominación primaria, que puede ser evidente, visible (como, por ejemplo, en los nombres de las ciudades La Paz, Buenos Aires, Salto, Fortuna, o en los nombres propios: Esperanza, Aurora, Gloria, Inocente, Salvador) o borrada, ilegible: Madrid, México; Juan, Carmen, Elisa etc.

En el proceso de la comunicación cotidiana y en cualquier contexto, donde los nombres propios cumplen sus funciones comunes, la forma interna de estas palabras siempre queda como parte de la estructura propia de la palabra, predestinada para denominar objetos concretos y no para su determinación a través de los conceptos y el significado léxico.

Si se tomase como regla traducir los nombres, por ejemplo, de los poblados cubanos: La Cruz, La Gloria Rey, Punta de Pájaros, o de la calle Virtudes en La Habana y no transcribirlos, entonces en el TT estos poblados se denominarian: Хрест, Слава, Король, la punta se llamaría мис Птахів, la calle se llamaría вулиця Чеснот y así desaparecería, incluso, cualquier indicio de que estos topónimos pertenecen al areal del habla española, lo que tiene mayor importancia, se destruiría el vínculo directo entre el objeto y su nombre. Según este punto de vista, al traducir los topónimos en la edición ucraniana del mapa del mundo aparecerian en el territorio de una decena de diferentes países poblados con los nombres de Орел, Мир, Трійця, Згода, Зоря etc. y en los planos de cientos de ciudades extranjeros aparecerian calles con los nombres de вулиця Свободи, plazas con los nombres de площа Перемоги, площa Слави, bulevares con los nombres de бульвар Незалежності etc.

Así todo parece ser muy sencillo: si el traductor trabaja con dos lenguas con diferente gráfica, pues él transcribe los nombres propios de acuerdo a las reglas vigentes de transliteración, y si son lenguas con igual gráfica, pues el nombre sin ninguna variación se traslada del original a la traducción.