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27 - El último héroe - Terry Pratchett - tetelx...doc
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07.09.2019
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Investigación tomadas precipitadamente y que Ponder había metido en su mano justo antes de

la salida—, varios humanos han entrado en Dunmanifestin en el pasado y han regresado vivos.

—Regresar vivo per se no es muy reconfortante —dijo Rincewind— ¿Con brazos y piernas?

¿Y los cuerpos? ¿Con todas las extremidades menores?

—Principalmente eran personalidades míticas —dijo Zanahoria inciertamente.

—¿Antes o después?

—Los dioses tradicionalmente ven de manera favorable la intrepidez, el atrevimiento y la

audacia —continuó Zanahoria.

—Bueno. Puedes entrar primero.

—Ook —dijo el Bibliotecario.

—Dice que pronto tendremos que aterrizar —dijo Zanahoria—. ¿Hay alguna ubicación dónde

se supone que hayamos de entrar?

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—¡Ook! —dijo el Bibliotecario. Parecía estar luchando con las palancas.

—¿Qué quieres decir con “túmbense de espalda con los brazos cruzados sobre el pecho”?

—¡Eek!

—¿No miraste lo que Leonardo hizo cuándo aterrizamos en la luna?

—¡Ook!

—Y ése fue un buen aterrizaje —dijo Rincewind—. Oh bueno, lamento lo del fin del mundo,

pero estas cosas pasan, ¿eh?

¿TE APETECE UN CACAHUETE? ME TEMO QUE ES UN POCO DIFÍCIL ABRIR EL

PAQUETE.

Una silla fantasmal se mantuvo el aire al lado de Rincewind. Un destello violeta alrededor del

campo de visión le decía que de pronto estaba en un pequeño y privado tiempo y espacio de su

propiedad.

—¿Entonces vamos a chocar?— dijo.

POSIBLEMENTE. ME TEMO QUE EL PRINCIPIO DE INCERTIDUMBRE ESTÉ

HACIENDO MI TRABAJO MUY DIFÍCIL. ¿QUÉ TAL UNA REVISTA?

La Cometa giró en curva y empezó a deslizarse suavemente hacia las nubes alrededor de Cori

Celesti. El Bibliotecario miró ferozmente las palancas, dio un pequeño golpe en uno o dos de

ellas, tiró el asa del Labrador del Príncipe Haran y entonces retrocedió en la cabina y se

escondió bajo una manta.

—Vamos a aterrizar en ese campo de nieve —dijo Zanahoria, deslizándose en el asiento del

piloto—. Leonardo diseñó la nave para aterrizar en la nieve, ¿no? Después de todo...

La Cometa no hizo tanta un aterrizaje como besar la nieve. Rebotó en el aire, se deslizó un

poco más allá, y tocó tierra de nuevo. Hubo unos saltos más, y entonces la quilla empezó a

correr sucinta y lisamente por el campo de nieve.

—¡Sobresaliente! —dijo Zanahoria—. ¡Es como un paseo por el parque!

—¡Quieres decir que la gente va a atacarnos y a robarnos todo nuestro dinero y nos dará de

puntapiés en las costillas? —preguntó Rincewind—. Podría ser. Nos dirigimos directamente

hacia la ciudad. ¿Lo has notado?

Miraron fijamente hacia delante. Las verjas de Dunmanifestin estaban acercándose muy

rápidamente. La Cometa arrostró una ventisca de nieve y siguió navegando.

—Éste no es momento de aterrorizarse,— dijo Rincewind.

La Cometa golpeó la nieve, rebotó en el aire y voló a través del pórtico de los dioses.

Por en medio del pórtico de los dioses.

—Así que... siete y gano —dijo Cohen—. Sale siete y gano, ¿verdad?

—Sí. Claro —dijo Destino.

—Me parece una oportunidad de un millón a uno —dijo Cohen.

Lanzó el dado alto en el aire, que redujo su velocidad al subir, dando volteretas glacialmente

con un ruido como el silbido de las cuchillas de un molino de viento.

Alcanzó la cima de su arco y empezó a caer.

Cohen estaba mirándolo fijamente, completamente inmóvil. Entonces su espada salió de su

vaina y giró en una curva compleja. Hubo un snick y un destello verde en medio del aire y...

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... dos mitades de un cubo de marfil rebotaron en la mesa.

Uno aterrizó mostrando seis. El otro aterrizó mostrando un uno.

Uno o dos de los dioses, para asombro del trovador, empezaron a aplaudir.

—Creo que teníamos un trato —dijo Cohen, mientras sostenía todavía su espada.

—¿De verdad? ¿Y has oído el refrán “No se puede hacer trampa al Destino”? —preguntó el

Destino.

Loco Hamish se levantó de su silla de ruedas.

—¿Hash oido tú el refrán: “Que le den a tu madre”, idiota?14 —gritó.

Como un sólo hombre, o dios, la Horda de Plata se cerró en un círculo y sacó las armas.

—¡Sin lcuhas! —gritó Io El Ciego—. ¡Ésa es la regla aquí! ¡Disponemos del mundo para

luchar!

—¡Eso no fue trampa! —gruñó Cohen—. Dejar pergaminos por ahí para atraer a los héroes a

su muerte eso es hacer trampa!

—¿Pero qué harían los héroes sin los mapas mágicos? —preguntó Io El Ciego.

—¡Muchos de ellos todavía estarían vivos! —estalló en ira Cohen—. ¡No piezas en un jodido

juego!

—¿Has cortado el dado por la mitad? —preguntó Destino.

—¡Muéstrame dónde dice eso en las reglas! Sí, por qué no me muestras las reglas, ¿eh? —

pidió Cohen, bailando con rabia—. ¡Muéstrame todas las reglas! ¿Qué pasa, señor Destino?

¿Doble o abandona? ¿Doble o nada? ¿Apuesta doble?

—Debo admitir que ha sido un buen golpe —dijo Offler. Algunos de los dioses menores

asintieron.

—¿Que? ¿Estáis preparados para permitirles permanecer aquí y desafíanos? —preguntó

Destino.

—Desafiarlo, mi señor —dijo una nueva voz—. Yo pienso que han ganado. Le ha hecho

trampas a Destino. Y si le haces trampas a Destino, no creo que diga en ninguna parte que la

opinión subsiguiente de Destino importe.

La Dama caminó delicadamente a través de la muchedumbre. Los dioses se apartaron para

permitirle el paso. Reconocían una leyenda en potencia en cuanto la veían.

—¿Y quién eres ? —estalló Cohen, todavía rojo de rabia.

—¿Yo? —La Dama desplegó sus manos. Un dado descansaba en cada palma, un solitario

único punto miraba hacia arriba. Pero a un golpecito de su muñeca, los dos volaron juntos, se

alargaron, se entrelazaron, se convirtieron en una serpiente siseando y retorciéndose en el

aire... y desaparecieron.

—Yo... soy la oportunidad de uno a un millón —dijo ella.

—¿Ah sí? —dijo Cohen, menos impresionado de lo que el trovador pensó que debería estar

—. ¿Y quién son todas las otras oportunidades?

—Yo soy aquéllas, también.

Cohen olfateó.

—Entonces no eres ninguna Dama.

—Eh, eso no es realmente... —comenzó el trovador.

14 En realidad Hamish dice ““Ha’ ye heard the sayin’ “Can yer mither stitch, pal”?, una expresión muy

malsonante, pero queda mejor lo de que le den a tu madre (NdR)

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—Oh, no es lo que se supone que debería decir, ¿verdad? —dijo Cohen—. Se supone que

debería decir: “¿Ooh, mi señora, muy agradecido?”. Bueno, yo no. Dicen que la fortuna

favorece a los valientes, pero yo digo que he visto demasiados valientes yendo a batallas de

las que nunca regresaron. Al infierno con todo eso... ¿Qué te pasa a ti?— El trovador estaba

mirando fijamente un dios en el extremo de la muchedumbre.

—Eres , ¿no es así? —gruñó—. Tu eres Nuggan, ¿verdad?

El pequeño dios dio un paso hacia atrás, pero cometió el error de mostrar dignidad.

—Permanece callado, mortal!

—Tu dijiste, dijiste... ¡quince años! ¡Quince jodidos años antes de que pudiera probar otra vez

el ajo! ¡Y los sacerdotes se levantaban temprano en el campo a nuestro alrededor para saltar

sobre los champiñones! ¿Y sabes cuánto cuesta una tableta pequeña de chocolate en nuestro

pueblo? ¿Y lo que le hicieron a las personas que fueron cogidas con una? —El trovador

empujó a un lado a la Horda y avanzó sobre el dios que se retiraba, su lira levantada en alto

como una maza.

—¡Yo te golpearé con la violencia del relámpago! —rechinó Nuggan, mientras levantaba sus

manos para protegerse.

—¡No puedes! ¡No aquí! ¡Puedes hacerlo sólo allá en el mundo! ¡Todo lo que puedes hacer

aquí son fanfarronadas e ilusión! E intimidar. Eso es lo que son las oraciones... ¡personas

asustadas que intentan hacerse amigos del matón! Todos esos templos fueron construidos y...

y tú no erea que un pequeño...

Cohen puso una mano afable en su hombro.

—Bien dicho, muchacho. Bien dicho. Pero es tiempo de que te vayas

Brócoli —murmuró Offler a Sweevo, Dios de la Madera Cortada—. No puedes equivocarte

con el brócoli

Yo prohíbo la práctica de la panupunitoplastia —dijo Sweevo.

¿De la qué?

A mí que me registren, ¿pero los tiene angustiados?

—Sólo déjame darle una buena... —gritó el trovador.

—Escucha, hijo, escucha —dijo Cohen, mientras se esforzaba en sostenerlo—. Tienes cosas

mejores que hacer con esa lira que romperla en la cabeza de alguien, ¿verdad? Algunos

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