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El país

1. Miles de moscovitas forman una cadena humana para exigir elecciones limpias

Miles de personas formaron una cadena en Moscú, participando así en el “Gran Círculo Blanco”, tal como se bautizó la última iniciativa de la oposición para reivindicar elecciones limpias el 4 de marzo, cuando los rusos deberán elegir al presidente del Estado. Según la policía, hubo 11.000 participantes, y según los organizadores, fueron 30.000 y consiguieron rodear toda la circunferencia del kolzó (el anillo que rodea el centro de la capital). La concentración, que se interrumpía en las bocacalles para dejar pasar el tráfico, era muy densa en algunas zonas y muy clareada en otras. Muchos participantes lucían prendas blancas y llevaban pegatinas en forma de matrícula automovilística con una expresión coloquial equivalente a “Putin, a paseo”. Por la calzada circulaban coches haciendo sonar los cláxones. Cerca del parque Gorki, jóvenes partidarios de Vladímir Putin formaron una cadena paralela llevando unos corazones de cartón con el lema “Putin quiere a todos”.

En el centro de Moscú, la policía detuvo a una decena de personas que participaban en una concentración prohibida, varias de las cuales portaban un espantapájaros caracterizado políticamente, según la agencia Interfax. En las fiestas de la Maslenitsa (el equivalente ruso del carnaval, que culminaba el domingo) es costumbre quemar espantapájaros como símbolo del fin del invierno.

No obstante, tras el ambiente de fiesta hay un clima de incertidumbre y de creciente tensión entre los dos sectores en los que se ha ido polarizando la sociedad. Una encuesta del centro Levada indica que la popularidad de Putin ha vuelto a aumentar. Un 66% de los ciudadanos con intención de votar, lo hará por Putin, mientras un 15% se decanta por el comunista Guennadi Ziugánov; un 8%, por el populista Vladímri Zhirinovski y un 6%, por el multimillonario Mijaíl Prójorov. Serguéi Mirónov, el líder de Rusia Justa, va a la zaga, con un 5%.

En su campaña, Putin ha recurrido a la retórica militarista y se ha posicionado como el salvador y garante de la unidad del país y de su defensa frente al enemigo extranjero. A la retórica militarista recurrió también el domingo el viceprimer ministro, Dmitri Rogozin, que presidió la fundación de un movimiento destinado a estrechar los vínculos entre Putin y el Ejército. La tarea principal es “restablecer en nuestro país la educación militar patriótica”, dijo Rogozin, quien subrayó que Rusia debe “recuperar la fuerza, incluida la fuerza bruta del Ejército y la Marina”. “Nuestra política debe ser de puño de hierro y guante de cabritilla. Nadie debe dudar de que dentro del guante hay un puño de acero”, subrayó el político, conocido por su populismo nacionalista. Refiriéndose a los 20 billones de rublos (más de 506 mil millones de euros) que serán asignados a la compra de nuevo equipo militar hasta 2020, Rogozin puntualizó que esta suma se destinará a la producción de 400 misiles intercontinentales, ocho submarinos atómicos, dos submarinos de múltiples funciones, 100 aparatos cósmicos, 600 aviones, más de mil helicópteros, 28 complejos lanzamisiles, entre otros artilugios.

Aunque miles de personas salen a la calle para exigir elecciones limpias, el género festivo cultivado por una oposición heterogénea y no estructurada políticamente tiene sus límites. En las filas de la oposición hay incertidumbre sobre cuál será la postura que tomará Putin (más control y represión o apertura) tras victoria. En los ambientes próximos al Kremlin hay temor a que la oposición decida lanzarse a la calle, aunque los descontentos no tienen condiciones para protagonizar una protesta semejante a la ucraniana en 2004. Por otra parte, las movilizaciones populares reúnen poca gente en provincias, incluso en San Petersburgo, la segunda ciudad del país, donde se concentraron el sábado unas 11.000 personas (y no las 25.000 que la oposición había esperado) para asistir a un mitin donde intervenía el bloguero Alexéi Navalni.