
Africa.versus.America
.pdfintroducida "agora indevidamente", la de entrar y salir cada cual, de donde le daba la gana. En adelante, quien sacase o introdujese mercancías de Berbería y aledaños, por puerto que no fuese el gaditano, perdería carga y navío. Trampeaba Juan de Guzmán con el pleito, sobre el almojarifazgo de Sanlúcar, cuando se le unió la voz airada del duque de Medinaceli, recordando a los Católicos que Puerto de Santa María, comunicaba directamente con Berbería, desde que la villa se fundó, sin que en ningún tiempo los justicias de Cádiz, hubiesen interferido el tráfico. Comprendiendo que la concentración era prematura, los monarcas pospusieron la ejecución del proyecto, nombrando juez pesquisidor, que interrogase a cuantos tuviesen memoria de los usos en Cádiz, antes y durante el señorío de los Ponce de León. Firmada la carta en Zaragoza, a 16 de diciembre, los efectos de la orden quedaron en hacer zarpar y entrar por Cádiz, a los que navegaban a las "Yslas de Indias[129] y las Canarias, en servicio de la corona.
Es probable que carta de los monarcas, fechada en Barcelona, a 24 de mayo de 1493, fuese entregada a Colón en mano. Le ordenaban fletar una segunda armada, "para señorear e poseer las dichas yslas e Tierra Firme, de que en nuestro nombre está en posesión". Juan de Fonseca, arcediano de Sevilla, secuestraría los navíos, pagando a los "precios acomodados" de costumbre. Previsible encuentro con armada del rey de Portugal, se cuidaría el "aparejo" de guerra y los tiros de pólvora, llevando instrumentos de navegar, a falta de Pinzones, pues no formaron en la partida. A cargo del genovés la organización de la empresa, las cuentas lo estarían al Juan de Soria, secretario del Príncipe D. Juan[130]. Recibido Colón por los Católicos, según los envidiosos, hubo de contentarse con 10.000 maravedís en juros[131], pues al reclamar el quinto, los monarcas replicaron que correspondía a Martín Alonso, por haber llegado primero[132]. Mejor instruido Juan de Rojas, tras mencionar las "muestra de oro", que trajo el genovés, habla de los acuerdos, firmados en la Vega de Granada[133], origen de ristra de nombramientos, que siguió. Si en lo económico el descubridor hubo de contentarse con la diezma, sobre lo que percibiese la corona, en lo político adquirió el monopolio de la autoridad, en las "Yslas de Yndias". Aunque fuese tratado de almirante por los reyes, a primeros de mes, no parece que se equivoquen Bernáldez y Fernández de Oviedo, al decir que recibió el nombramiento en Barcelona, a 28 de mayo de 1493[134]. Tuvo el cargo, "como lo usaron e usan e gozaron e gozan los nuestros almirantes de los mares de Castilla e de León, e para en la tierra de las dichas Yslas e Tierra Firme, que son descubiertas e se descubrieren de aquí adelante, en la dicha Mar Oçéana, en la dicha parte de las Yndias", espacio restringido, que deja la jurisdicción en lugartenencia, pues Fadrique Enríquez continuó ejerciendo, como Almirante Mayor de Castilla, sin mudanzas. Colón sería virrey, gobernador y capitán general vitalicio, de los mares y tierras descubiertos, porque puso su persona en "arrisco", sin más cortapisa que la prohibición, repetida, de acercarse a la Mina, cuya propiedad se reconoció a Portugal[135].
A la noticia de que las Islas de Indias, estaban bajo dominio de Castilla, acompañó eclosión de depredadores. Obligados a respetar a los habitantes del "Reino" y las pesquerías "de lejos", al saberlos reducidos a la condición de vasallos, los hermanos Garrido, Bernaldo Quintero y otros paleños, negaron alformaje al Xarife. Pescaban sin pagarlo, en aguas del Cabo de Aguer, cuando apareció zabra con 20 moros, procedente de Casarmansar, "ques alliende", con intención de cobrar o arrestarlos, "según lo suelen hacer". Dando por periclitada la autoridad musulmana, los andaluces arremetieron contra los infieles, capturándolos so pretexto

de haberse presentado en son de guerra, "no de paz", penetrando en aguas de los Católicos, sin su consentimiento. Desembarcados los cautivos en Palos, el común forzó al corregidor a recuperarlos, para ponerlos "de manifiesto", a la espera de transporte, que los devolviese a la patria, "porque algunas personas decían que en el Cabo de Aguer, hay confederación con los cristianos que allí van a pescar, que los moros les dejan tomar agua e leña y las otras cosas que han menester, por lo qual los dichos moros no podían ser tomados". Sabiendo Garridos y Quinteros, que su acción era grata a la corona, se acogieron a la real justicia, con promesa de entregar el quinto, apenas les devolviesen la presa, acusando a sus convecinos de ser "personas que con ellos tienen trato de armas y pan y otras cosas". Satisfechos los monarcas por chivatazo, que hacía reos de contrabando, con visos de traición, a casi todos los habituales de Allende, declararon a los moros ganados en buena guerra, por haberse metido en su conquista, sin licencia "de nos ni de persona alguna, que seguro les pudiesen dar". Expedida la provisión a 27 de noviembre de 1493[136]
, se inició la decadencia de Allén Mar.
[1]P.C. T. IV.
[2]Ibídem.
[3]Ibídem.
[4]Ibídem.
[5]Ibídem.
[6]P.C. T. III.
[7]P.C. T. IV.
[8]P.C. T. VIII.
[9]P.C. T. IV.
[10]P.C. T. VIII.
[11]P.C. T. III.
[12]P.C. T. VIII.
[13]P.C. T. IV.
[14]P.C. T. VIII.
[15]P.C. T. III.
[16]Ibídem.
[17]P.C. T. VIII
[18]P.C. T. III.
[19]P.C. T. IV.
[20]P.C. T. IV T.III.
[21]P.C. T. IV.
[22]P.C. T. IV.
[23]P.C. T. IV.
[24]P.C. T. VIII.
[25]P.C. T. VIII.
[26]Ibídem.
[27]Ibídem.
[28]P.C. T. IV.
[29]P.C. T. VIII.
[30]Ibídem.
[31]P.C. T. IV.
[32]P.C. T. IV.
[33]El libro era el de Mandeville.
[34]P.C. T. IV.
[35]Un Juan de Triana figura entre los tratantes de esclavos, de la costa de Huelva. Fue demandado por el Obispo de Canarias, como exportador de gomeros (SRGS. X.1478.114).
[36]P.C. T. IV.
[37]Ibídem.
[38]Ibídem.
[39]P.C. T. VIII.
[40]Ibídem.
[41]Ibídem.
[42]P.C. T. VIII.
[43]P.C. T. III.
[44]Ibídem.
[45]Ibídem.
[46]Ibídem.
[47]P.C. T. IV.
[48]P.C. T. VIII.
[49]P.C. T. III.
[50]P.C. T. VIII.
[51]Ibídem.
[52]La Mazalquivir mediterránea fue ganada en septiembre de 1505, por Diego Fernández de Córdoba, alcalde de los Donceles.
[53]P.C. T. VIII.
[54]P.C. T. IV.
[55]P.C. T. VIII. T. IV.
[56]P.C. T. VIII.
[57]P.C. T. IV.
[58]P.C. T. VIII. "Espejo de Navegantes". Alonso de Chaves
[59]P.C. T. VIII.
[60]P.C. T. IV.
[61]P.C. T. IV.
[62]Hoy Canal de Panamá.
[63]P.C. T. VII. I En el Nilo, que pasaba por Cesarea, en Mauritania, se cazó cocodrilo, que se puso en el templo de Eseo (Crónica de Guinea. Zubara). El río Lagartos estaba a los 9º 2/3, 9 leguas al oeste de Portobelo.
[64]P.C. T. IV.
[65]P.C. T. VIII.
[66]P.C. T. IV.
[67]P.C. T. IV. T. VIII.
[68]Alonso de Chaves sitúa Montecristo en la costa de la Isla Española, donde ubica
Isabela la Vieja y el Río de Martín Alonso.
[69]En 1494 Juan de la Cosa, "vecino de Santa María del Puerto", recibió "licencia e facultad" para sacar 200 cahíces de trigo, en los nueve meses siguientes, de Jerez de la Frontera o de cualquier lugar de Andalucía, que no fuese Sevilla y su tierra, para llevarlo a las provincias de Guipúzcoa o Vizcaya, "e no a otra parte alguna", en compensación porque "en nuestro servicio e nuestro mandado, fuistes por maestre en una nao vuestra, a las mares del Océano, donde en aquel viaje fueron descubiertas las tierras de las Yslas de la parte de las Yndias", y "vos perdistes la dicha vuestra nao" (SRGS II.1494.130).
[70]P.C. T. VIII.
[71]P.C. T. III.
[72]Ibídem.
[73]Pudo haber dos cabos de Bojador, cuando la demarcación de las conquistas, pasó al Orinoco. Según Mariana, el monte Atlante terminaba en el mar, en el cabo que los "antiguos llamaron la postrera Chaunaria. Después por los marineros fue comunmente llamado el cabo Nom... hoy le llamamos cabo del Boyador, si bien algunos ponen por diferentes el cabo Nom y el cabo de Boyador, lo más cierto es que tiene enfrente la isla de Palma, puesta hacia poniente, una de las Canarias" (Cap. XXII). Frente al actual Cabo de Bojador no hay ninguna isla, siendo Lanzarote la Canaria más próxima. Las dos costas del Golfo de Honduras, están la una frente a la otra.
[74]P.C. T. III.
[75]P.C. T. III.
[76]Diego Gómez estuvo en Arguim y Tider. Capturó de "dichos hombres rojizos, cerca de 650". "Esclavos y sirviente en la Edad Media". Jacques Heers.
[77]P.C. T. IV T.III.
[78]P.C. T. VIII.
[79]P.C. T. IV.
[80]P.C. T. III.
[81]Según Alonso de Chaves, en la misma Española o Santo Domingo. Un segundo Puerto Real, aparece en la costa de Honduras, a 13 1/3º.
[82]P.C. T. IV.
[83]P.C. T. VIII.
[84]P.C. T. III.
[85]P.C. T. VIII.
[86]Ibídem.
[87]SRGS II.1493.28.
[88]Dejo Martín Alonso cinco hijos: Arias Pérez o Pinzón, Juan Pinçón, Mayor, Catalina y Leonor. Murió en marzo o abril de 1493. Con tiempo para testar y viudo, dejó manda a "una muger que tenía al tiempo que falleció". Alojada en su casa, los hijos la echaron por vía judicial (SRGS. X.1493.108/109).
[89]P.C. T. IV.
[90]Ibídem.
[91]P.C. T. VIII.
[92]Ibídem.
[93]P.C. T. VIII.
[94]P.C. T. III.
[95]Ibídem.
[96]Ibídem.
[97]Ibídem.
[98]P.C. T. VIII.
[99]Ibídem.
[100]P.C. T. III.
[101]Ibídem.
[102]P.C. T. VIII.
[103]Ibídem.
[104]P.C. T. IV. T. VIII.
[105]P.C. T. VIII.
[106]Ibídem.
[107]Selección de testimonios, recogidos de los tomos 3º y 4º de la transcripción de los "Pleitos Colombinos". Es opinión general.
[108]P.C. T. IV.
[109]Ibídem.
[110]P.C. T. VIII.
[111]P.C. T. III.
[112]SRGS. XII.1494.3/ SRGS XII.1492.3. Desde 1487, Collantes vivía en la Collación de Santa María, en casas propias de un judío, "que son al alcázar viejo". Pagaba 12 reales al mes. Expulso el propietario, el edificio pasó a la corona. Pidió que le fuese cedido, en recompensa por haber ido dos veces a la corte, "a la nueva de las carabelas de las Yndias".
[113]P.C. T. VIII.
[114]Ibídem.
[115]Ibídem.
[116]Ibídem.
[117]Ibídem.
[118]P.C. T. VIII.
[119]Ibídem.
[120]Ibídem.
[121]P.C. T. I.
[122]P.C. T. VIII.
[123]Ibídem.
[124]P.C. T. III.
[125]Ibídem.
[126]P.C. T. VIII.
[127]"El Príncipe". Nicolás Maquiavelo. Cap. XXI.
[128]ADMS. 2395.
[129]SRGS. XII.1493.63.
[130]P.C. T. I.
[131]P.C. T. VIII.
[132]Ibídem.
[133]Ibídem.
[134]En los documentos coetáneos, era "almirante de las Yslas de Yndias" (SRGS.
IX.1499.31), distinguiéndose de los Enríquez, que ejercieron el cargo de Almirante Mayor de Castilla, sin discontinuidad. El titular, coetáneo de Felipe II, continuaba navegando. Al firmar los titulares "el almirante", algunos atribuyen cartas de los Enríquez a Colón, aunque las distinga caligrafía, típica del periodo de los Austria.
[135]SRGS. IX.1499.31.
[136]SRGS. XI.1493.63. 27 noviembre. La segunda Isabela
Con el arma secreta de la "Intercaetera" en su poder, los Católicos iniciaron la limpieza de Indias, permitiendo a sus vasallos en general y a los del Alfoz de Saltes, en particular, practicar el corso en libertad, contra cuantos frecuentaban Poniente, sin real bendición.
Con el botín por salario, contribuyeron al cambio de sistema, que habría de culminar en la expulsión de particulares, de las aguas y tierras, que procuraron a sus mayores, pasar confortable. En la labor de policía, destacan Pinzones y Quinteros. Asociados Francisco y Martín Pinzón, con Rodrigo y Fernando Quintero y Juan de Sevilla, se especializaron en la persecución de convecinos, que provistos de licencia del rey de Portugal, frecuentaban los puertos del Xarife, cazando en el Cabo de Aguer a mercader de Palos, que habiendo cargado 1.000 seras de higos, tenía trocadas 270, por las "escalas de mercadores", cuando fue capturado[1]. No queriendo hacerse notar, Alfonso Sala zarpó de Lisboa, para rescatar "en tierra de Azamor.., en ciertos lugares de moros, que tienen paz con cristianos, con los quales dis que así castellanos como portugueses", trataban "mercaderías de sus crianzas". Despojado por paisanos, denuncio el atropello en Palos, tratando de hacer comprender al juez, que las legumbres exportadas, a la costa de Levante, carecían de utilidad en Andalucía, deficitaria en productos del poniente atlántico[2]. Como otros muchos, Sala no entendía la persecución, sabiendo que por provisión de 9 de mayo de 1493, se preparaba armada en Cádiz, para ir contra la del rey de Portugal.
Secuestrados todos los navíos de Andalucía, por el obispo Fonseca[3], fueron seleccionadas 4 naos y 13 carabelas, concentradas en la bahía, único puerto legalmente autorizado, para comunicar con Berbería. Atendiendo a los vericuetos de la historia oficial, fray Bartolomé de las Casas embarca familias de pobladores, semillas y animales domésticos de recría, para introducirlos en un nuevo mundo, donde se suponen desconocidos, por estar condenado a ser distinto del viejo. En contra de lo habitual, Fernández de Oviedo difiere del fraile, embarcando 1.500 hombres de guerra, hijodalgos con afición insólita, pues tomada posesión de la tierra, "quier por grado, quier por fuerza", se proponían practicar la agricultura. Testigo directo Bernáldez, reduce la tropa a 1.200 soldados comunes, añadiendo batallón de clérigos, capitaneados por el benito catalán, Fray Buil, al que se agregaron indios traídos por Colón, en calidad de intérpretes. Como en todas las armadas, embarcaron reses bovinas, cuyo sexo no se especifica, por navegar en calidad de despensa, a más de los equinos indispensables, para iniciar la cabalgada, apenas acostasen. Minucioso el cronista, contó 24 caballos, 10 yeguas y 3 acémilas, selección original, de estar destinados a la recría[4]. Repitieron viaje los Niño. Pedro Alonso y Cristóbal como pilotos[5], llevando Juan su carabela[6]. Juan de la Cosa viajó con el "descubridor", al no tener posibles para reemplazar su nao.
A punto de zarpar la armada, llegó carta de los reyes, fechada en Barcelona a 5 de septiembre. Devolvían a Colón el libro "que acá dexastes", disculpando al pendolista. Tardó en
copiarlo, "porque se escriviese secretamente, para que estos que están aquí de Portogal ni otro ninguno, non supiese dello", alusión a la obra de Mandeville y a inoportunos embajadores de Juan II, enviados para tratar del "negocio" de los viajes. Mareando la perdiz, los Católicos se abstuvieron de tomar "determinaciones", pero temiendo que se encabritase el portugués, la reina instó a Colón a salir cuanto antes: por "servicio mío deys grand prisa a vuestra partida", pues "cada día se entiende ser el negocio de mayor importancia"[7]. Antes de marchar, "si es acabada", el genovés remitiría a la corte carta de marear, que estaba haciendo[8]. Los navíos zarparon entre el 22 y el 25 de septiembre[9], yendo en busca de Cibao, "una provincia donde hay mucho oro" y de la tierra de Atti, gobernada por el cacique Caonabo. En opinión de Fernández de Oviedo, de no salir lenta la capitana, se hubiesen puesto en Indias, en 14 o 15 días, pero tardaron 20 jornadas en rendir travesía de 1.100 leguas, que separaban Cádiz de Isabela[10]. De rigor manifestación de alarma, a su tiempo se inquietaron los marineros. Convencidos de "que era burla y que no hallaría tierra", el "Almirante" les calmó, prometiendo que "un día señalado verían tierra. Y aquel mismo día la vieron"[11].
En la versión de Bernáldez, tiempo inmejorable les llevó a Gran Canaria, en cuatro o cinco días. Fondearon para reparar un navío, "que hacía mucha agua", reanudando viaje al día siguiente. En cuatro o cinco singladuras, ancoraron en la Gomera. Hicieron aguaje, entrando en calmas, que les pusieron a 20 días de Hierro. Los que hicieron el viaje, recordaban que de Cádiz dieron directamente en una isla, en las "partes del mar Océano", de la que tomaron posesión. Los más la identifican con Marigalante y algunos con la Deseada o Guadalupe, en cuya rada comentó Colón, con su hermano Bartolomé, que estuvo en el primer viaje[12]. Siguieron a San Juan, apellidada "Boriquen", hallazgo extrapolado a esta travesía, por olvidar que la amojonó Martín Alonso. Pasando por Paria, como casi todo el mundo, al salir de la isla de Cario, avistaron seis islas más, "por diferentes partes". Con costa alta y montañosa a la derecha, navegaron 20 leguas sin ver puerto. Barco retrasado se acercó a tierra. Lo descubrió practicable y poblado. Llevó la nueva a Colón, encontrándole en tierra, pendón en ristre, por estar tomando posesión de lo que fuese. Imprudente navegar de noche, entre islotes y bajos, durmieron en la isla, continuando al amanecer. Recorridas 7 u 8 leguas, descubrieron la Montaña Verde. De la cima se derramaba cascada, que a "tres leguas parecía un golpe de agua, tan gordo como un buey"[13]. El Lethes la formaba, cayendo del Monte Tartesio al mar. La contempló Himilcón, renovando el Ulises de Homero, sus reservas de agua, en cascada similar. Experimentados en cristianos, los vecinos se esfumaban, apenas barruntaban las velas. En cierto poblado, abandonado precipitadamente, encontraron botín de algodón hilado y por hilar y dos papagayos "muy grandes". Escarbando en busca de oro, los conquistadores dieron con huesos humanos. Ignorando o silenciando la costumbre local, de enterrar a domicilio, los esgrimieron por prueba de que los naturales, practicaban el canibalismo[14].
"Cerca de España", por estarlo de la canal, el Colón de Bernáldez quiso alargarse a Isabela, para recuperar a los náufragos del viaje anterior. Costearon isla de 25 leguas, contemplando montañas, llanuras y bosques cerrados, sin conseguir lengua, pues la costa se vaciaba de racionales a su paso. Acopiadas mantas de algodón, "tan bien tejidas que no debían nada a las de Castilla", dieron en tierra "asaz grande", saltando en isla "muy poblada". Los capitanes formaron partidas, en busca de "lengua". Capturado mozo de 14 años, se reveló inútil, pues siendo cautivo, desconocía la tierra. Niño abandonado, al huir el hombre que lo traía de la
mano, presa del pánico, tampoco sirvió. Prestaron servicio 20 mujeres, igualmente cautivas. Contentas de cambiar de mano, contaron lo que sabían. Se preparaba Colón a dejar en la "isla" patrulla, formada por capitán y 6 hombres, "pilotos y marineros, que por la estrella sabían ir y venir a España", ciencia imposible de adquirir, sin más experiencia que la de una travesía, cuando aparecieron, contando que treparon a los árboles "de noche, para mirar la estrella del norte, pero nunca la pudieron ver", porque la espesura ocultaba el cielo. De no haber dado en el mar, hubiesen quedado definitivamente perdidos. Pasados ocho días en puerto de caníbales, supuestamente confesos, navegaron entre cayos, "que eran más de 40 islas e tierra muy alta, las más peladas". Las llamó Colón "Once Mil Vírgenes", individualizando Guadalupe, Boriquen y la Española. En cierto islón vieron casas de pescadores, desperdigadas y vacías. A imitación de los canarios, carecían de canoas[15].
De la última isla a "la parte de España", zarparon al amanecer, llevando a bordo el cadáver de un vizcaíno, muerto por flecha caribe. Confirma Diego Alvarado que los indios mataron a un hombre, en isla donde saltó Pedro Hernández Coronel[16], que salió herido[17]. Enterrado el muerto en tierra desconocida, las cautivas la identificaron con la provincia de Bohío, de la isla Española. Más adelante se acercaron canoas, tripuladas por aborígenes confiados. Portadores de adornos de oro, subieron a las carabelas, con intención de cambiarlos, por camisas y bonetes[18]. Continuando el relato, Bernáldez señala el hallazgo de dos cuerpos, junto a un río, en tierra "anegada", el uno con "muchas barbas". No parece que Colón los reconociese, pero el cronista los identifica, como náufragos de la Marigalante[19]. Doce leguas más allá, dieron en la rada, donde se perdió la nao. Al no encontrar unos náufragos, cuya existencia se obstinan en silenciar, los que navegaron en el primero y segundo viaje, Bernáldez cumple el deber de desinformar, centrando la atención del lector, en la guarnición de Fuerte Navidad. Creando mensajero del cacique Guacanari, portador de dos carátulas de oro, para Colón y el difunto Martín Alonso, al ser preguntado por los 40 castellanos, abandonados en tierra, se le hace responder que murieron, víctimas de enfermedades, peleas y viaje a la tierra del cacique Caonaboa, en busca de minas. Los castellanos concluyeron que fueron exterminados, por incurrir en el pecadillo de aplicar la fuerza, para conocer, bíblicamente, a las mujeres del lugar[20]. Debidamente amplificado el hecho, contribuyó a justificar el futuro de los naturales de Indias, condenados a vivir en libertad provisional, entre la mita, la quinta y la encomienda.
A más de callar el abandono de la tripulación, sobrante en el primer viaje, con la noticia de su eliminación, los navegantes, que depusieron ante los oidores, en el marco de las primeras probanzas, de los pleitos colombinos, silencian la fundación de Isabela la Vieja, limitándose a declarar que se alojaron en poblado, sin más trámite[21]. Enterado Colón de que el oro quedó atrás, regresó a "la costa donde había venido allí de Castilla, porque la nueva de oro era facia allá". En presencia de sus hombres, afirmó que "a la parte del sur avía una navegación de tierras muy ricas, e que por esto cree que se guiaron, los que después fueron"[22]. Partiendo de la Española antillana, se supone que se dirigieron a la Española de Martín Alonso. Por evitar las Babuecas o por ir a otra parte, probablemente a la Mina portuguesa, el viaje duró tres meses, tiempo excesivo, aun siendo la mar contraria, "que mayor pena le fue andar treinta leguas, que ir allá desde Castilla". Ancoraron en puerto grande y bueno, con río "principal" y otro "razonable, de muy singular agua". Abundante la pesca, lo celebraron, hartos de carne, por no

haber pescado durante el viaje. No quiso Colón poblar en el río de Martín Alonso, por no reavivar su recuerdo o porque estaba lejos, plantando la segunda Isabela "tres leguas abajo", en "corral" protegido por una peña "taxada", cerrado por "arboleda tan espesa, que apenas pudiera un conejo andar, tan verde" que ningún "fuego la podía quemar". Bautizo el sitio como Monte Juan[23]. Instalados los castellanos, los naturales acudieron espontáneamente a rescatar, ofreciendo oro y maíz, primordial para los cristianos, porque las reservas previstas, para aguardar la cosecha, eran escuetas. Los primeros bautizados de Tierra Firme, fueron reclutados entre aquellos mercaderes, mientras los hidalgos se afanaron, labrando sus huertos[24].
No serían los barcos de Colón, los únicos que cruzaron el mar, en servicio de la corona. "Detrás" de la flota fue Morales, en los navíos que reconocieron el "descubrimiento" y las islas, "por saber el término que tenían y el compás de ellas"[25]. Juan Bermúdez, piloto del capitán Aguado, se hizo a la mar, estando "puestas" en las cartas de marear las islas. Descubrieron las "18 carabelas", las más de aquella "cordillera"[26]. "Luego en pos" de Colón, fue armada de cuatro carabelas, con vituallas y pobladores, al mando de Antonio de Torres, hermano de leche del Príncipe D. Juan y contino de los reyes[27]. Entre sus marineros figuraban Gil Pérez y Gonzalo Martín, vecinos de Huelva, tripulantes de Colón, en el primer viaje[28].
Vicio del español despreciar el tiempo, ignoramos cuantos días permaneció el "descubridor" en la primera Isabela. Y donde encontró Torres a la flota. En la obra de Bartolomé de Las Casas, aparece como portador de informe del Almirante, dirigido a los reyes, con fecha de 3 de febrero de 1494. Cambiados los vegetarianos de la bula alejandrina, en caníbales, a más de adictos a la sodomía, reacios a lavarse y culpables de haber despenado a los castellanos, que se supone abandonados en el viaje anterior, se hace referencia a regalo de esclavos, aceptado por la reina. Partió Torres de Monte Juan, en torno al 12 de marzo, fecha en que Bernáldez saca armada de la Española, con "500 ánimas de indios e indias", de doce a treinta y cinco años, que "aprovecharon muy mal". Acabados los más en la travesía, los que entraron en Cádiz, puerto políticamente correcto, pues "todos los navíos que venían de las Indias, venían a Cadix"[29][30]., murieron a poco de ser vendidos. Traía denuncia contra Bernal de Pisa, alguacil de corte, que Colón quería quitarse de encima y oro de ley tan escasa, que hubo revuelta de inversores
La segunda Isabela estaba sobre un río, probablemente el Orinoco o uno de sus afluentes. Enfrascado en su obra, el "descubridor" "se engorró" en la "Tierra Firme de la parte del austro". En cuatro o cinco meses, reconoció más de 50 fuentes, ríos y arroyos, portadores de oro[31], emprendiendo excursión al interior de Cibáo, apenas despachó los barcos de Torres. Con gente de a pie y a caballo, entró 18 leguas en pedregal de guijarros azules, sin un árbol, con herbajal espeso, que cubría a los jinetes hasta la rodilla. Entre cabezos y montañas "muy altas", corrían arroyos, ricos en pepitas de oro[32]. Colón hizo fortaleza, a la que llamó Santo Tomé, tomando sin duda el nombre del lugar. Dejó 30 hombres, con Pedro Magerite por alcaide, encargado de trocar cascabeles y chucherías, por oro. Fermín Zedo, técnico en metales preciosos, se desprestigió, probando que "sabía muy poco", pues no conociendo las pepitas, hizo "escarnio" del tesoro[33].

[1]SRGS. XI.1493.
[2]SRGS. XI. 1493.62.
[3]Bernáldez cap. CXIX/CXXI. ADMS 2395.
[4]P.C. T. VIII.
[5]P.C. T. III.
[6]Ibídem.
[7]P.C. T. I.
[8]P.C. T. IV. Bernáldez. Cap. CXXVII.
[9]Bernáldez. Fernández de Oviedo. Lib. I. Cap. VIII.
[10]Bernáldez cap. CXIX. F.O. T.I. Cap. VIII. Fr. Bartolomé de las Casas, "Escritos colombinos".
[11]P.C. T. III.
[12]Ibídem.
[13]Mencionado el Lehtes por Estrabón y Plinio, para poder identificarlo con el Guadalquivir, Mariana supone que los antiguos confundieron acequias artificiales, con cauces naturales. El siguiente río, que vio Himilcón, era el Tartesio. En el Macizo de las Guayanas, el agua embalsada a consecuencia de lluvias torrenciales, cae por montañas cortadas en acantilado, formando cascadas de 1.000 y hasta 3.000 metro de altura, que los indios llaman Tepuy, cerro o casa de los dioses. La región del Orinico es aún rica en algodón y maíz. "Del Orinoco al R. de la Plata". C y P Geogescu Pipera. 1987.
[14]Bernáldez cap. CXIX.
[15]Ibídem.
[16]P.C. T. III.
[17]Ibídem.
[18]Ambos productos tenían demanda en Guinea. Las camisas, rojas, las llevaban los pescadores del siglo XVI, para regalarlas a los moros. Los bonetes se fabricaban en Toledo. Se vendían de Çafi a Sale.
[19]Bernáldez cap. CXIX.
[20]Bernáldez cap. CXX.
[21]P.C. T. III.
[22]Ibídem.
[23]P.C. T. VIII. T. III.
[24]Bernáldez cap. CXX.
[25]P.C. T. III.
[26]Ibídem.
[27]Bernáldez caps. CXIX/CXXI. ADMS. 2395.
[28]P.C. T. VIII.
[29]Bernáldez caps. CXIX/CXXI.
[30]Bernáldez cap. CXIX.
[31]Bernáldez cap. CXX.
[32]Bernáldez cap.CXXI.
[33]F. O. Cap. XII. Bernáldez cap. CXXII.
Operaciones paralelas