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del Río de Oro, en término de la aldea de Almonte, segregado del reino de Niebla, por los partidores de Alfonso XI. Armadores de armazones, habituales del otro Rio de Oro y comarca, residían en poblado sobre la playa, formado por casas de madera, con "palacios" o salas comunes, bodegas, almacén y huerto. Generaban alcabala, por el grano y otras vituallas consumidas, a más del impuesto sobre jábegas, que no pagaba la nasa y el curricán, francos por su fuero. En 1493, la renta aparece englobada en la rúbrica de la aldea. Independizada en 1513, la tomó Pedro González, armador de Huelva, en 10.000 maravedís. En 1517 fue rematada en 5.000, quedando reducido el caserío, en 1565, a la Venta del Carbón, refugio de trajinantes y viajeros. Diseminadas chozas de carboneros, colmeneros y pescadores de costa, por lo que sería el Coto de Doñana, los caños emigrantes clandestinos a Indias se emboscaban en los caños y las salinas, haciendo leña y carne salada para el viaje, a la espera de tiempo propicio y distracción de los oficiales del duque, que les permitiese emprenderlo. En 1566, tomó los "asientos de Río de Oro" mercader, en 1.500 maravedís y 2 libras de cera, en concepto de aldehala. Rematados en 750, el año de 1575, en los siguientes la rúbrica quedó en rotulo testimonial, vacío de contenido[2]. Escasez de pescado en Sevilla, hizo recordar a los miembros del cabildo, que los pescadores residentes en el Carrizal y "el tendedero de la Figuera[3], fueron autorizados a consumir la sal, que se criaba en el Lucio del Membrillo, a cambio de garantizar el abasto de la ciudad. Delegados alguaciles, para hacerles cumplir, encontraron el lucio transformado salinas, con dueño conocido. Y a los ricos armadores, reducidos a puñado de pescadores de bajura, cazonales y lenguaderos, que apenas cogían pescado suficiente para abastecerse a sí mismos, y a las alquerías del contorno.

Concentrados los armazones en Huelva los que calaban entre Cabo de Bojador y Çenaga se dirigieron a Felipe II, en 1579, para protestar por el impuesto recién introducido, de 40 ducados por armazones, que entrase, con pescado de Guinea. Al no escucharles el rey, repitieron su queja en 1583, ante el visitador de Alonso de Guzmán, señor de la villa, pidiendo regresar a los 5.000 maravedís de costumbre, porque los 14.960, que se exigían a los "que van a la pesca de caçones a Guinea", se impusieron contra lo establecido en el "arancel y tasación", con "gran daño" para los vecinos y "las rentas de V E.", "porque van dexando los armazones de Guinea"[4]. Quedaba en Huelva una docena, cuando la carga de pescado de un barco, que se perdió en el río, entrando de los caladeros de Berbería, fue valorada en 4.000 ducados[5], que representaban beneficio aproximado del 30%. La presencia de ingleses y holandeses en aguas de Indias, se reflejaba en carencia de pescado. En el otoño de 1585, año en que Drake saltó en Cartagena, no se encontró un sollo, buscándolo de Sanlúcar a Mertola, quedando los vecinos de Huelva, reducidos a consumir "marisco" de costa y pescado sisal, Pescadores gaditanos fueron sorprendidos por barco inglés, que le salió del Cabo de Aguer. Huyeron a toda vela, entrando en Cádiz con su chalupa, por la vía de Cabo San Vicente, en mayo de 1586. Alarmado por la noticia, Felipe II quiso prohibir a sus vasallos, frecuentar Aguer y Safi, temiendo "no les suceda algún desastre", pero hubo de renunciar, al representar la medida el hundimiento, de la maltrecha economía gaditana[6]. Detectado el mismo año poblamiento de ingleses a 40º, los andaluces importaron pescado, comprando bacalao a franceses e ingleses, pese a conservar Cádiz núcleo de "marineros de Berbería", al que pertenecían los hermanos Tamayo, oriundos de Conil[7].

Agotadas las minas de Acla, el Río de Oro americano quedó abandonado. Poblada

Nombre de Dios y más tarde Portobelo al anuncio de las flotas, para vaciarse apenas se alejaban, Felipe II temió que los moros, con sus "galeas", se metiesen en un istmo vulnerable. Ordenada visita en 1590, Alonso de Guzmán la encomendó al Capitán Serrano. Viajó pertrechado de despensa y reserva de vino, vehículo de amistad con los naturales, regresando con informe satisfactorio. No vio vela musulmana ni de otros enemigos[8], quizá por haber botín que rapiñar, pero tampoco de pescadores. En 1591 quedaban cuatro armazones en Huelva. Deseando participar, el duque de Medina pidió a Luis Dantes, que le procurase socio industrial. Le presentó a Ginés Quintero, "uno de los hombres que entienden bien la pesquería" de la Guinea, que es "en la costa de Berbería", "y saben muy bien dónde han de pescar". Navegante de poniente, por tradición familiar, profesional de la "salga, que es de liça y cabezudos", indicó dos caladeros, en la comarca de Cabo Blanco. Saliendo "entrante marzo", podrían pescar por octubre en Angra de Santa Ana, pagando al Xarife 80 ducados, en concepto de alformaje, pero de salir a finales de mes, quedarían en Juan Tuerto, donde costaba 30 ducados. Estaba la primera pesquería en la "Huma Grande" donde desemboca el Amazonas. Descrita por Chaves, parte de la Punta del Placel a 1º al norte, terminando al sur en el Cabo Blanco de la Equinoccial, que fue Cabo de Aguer. En la ribera izquierda del Amazonas, encontramos un Porto Santana y dos Mazagán, quizá marcando el término del enclave portugúes. Y en la isla de Marajo la Santa Cruz, en tiempo de Cabo de Gueé, que estuvo en la de Magador.

Un armazón de dos velas requería inversión 2.500 ducados, representando el arriendo de navío, con capacidad para cargar 70.000 "pezes", de 350 a 400 y hacer el "caravelón para pescar", de 250 arriba. Cada barco había de llevar de 80 a 90 quintales de sal, despensa para los tripulantes de bizcocho, aceite, vinagre, vino, legumbres, carne y pescado salado y entre los dos 12 botas de agua, una por tripulante. Para "regalar" a los moros, facilitando trámites, se cargarían dos quintales de higos secos, un par de "frazadas", cuatro chamarretas de frisa colorada y tres camisas de crea. Al no ser los castellanos habituales de la costa de la Berbería, Quintero aconsejó contratar arraez, maestre y piloto en el Algarbe, o el estado del Conde de Ovidos[9]. Dos años más tarde, en instrucción secreta y ológrafa, tocante a la administración del Condado de Niebla, el Guzmán se interesó por tráfico, que ignora la historia: "advertid qué beneficio más podría yo tener en ese trato u qué aprovechamiento como vecino, que en Huelva el trato de Guinea suele ser de consideración"[10]. Pero la pesca, como las salinas y el vino, se hundían bajo un fisco confiscatorio. Comprendiendo los andaluces que trabajar no les aprovechaba, dejaron de hacerlo.

En 1598, Madrid se abastecía de pescado en Vizcaya, aun siendo dificultoso el camino. Estando en la corte Alonso de Guzmán, pidió sábalos a Sanlúcar. No se encontró en toda la costa, ni para una empanada. Preocupante la carencia, Felipe III, que en sus principios intentó gobernar, elaboró plan ambicioso, de aprovechamiento de la riqueza piscícola, sin caer en que los bancos y ríos principales de su imperio, estaban ocupados por naciones, hacendosas porque fueron libres[11]. En 1606, mandó a sus vasallos a "la tierra que llaman Virginia, en las Indias", a capturar pescadas. Caladas las redes, colonos ingleses probaron el desarrollo del enclave, aligerando a los castellanos de pertenencias, antes de obligarles a escapar por pies[12], agresión que no estorbó a los bacaladeros ingleses que frecuentaban Sanlúcar, para cargar sal y abastecer a unos andaluces, inhabilitados para faenar en aguas propias[13]. En 1627, Felipe IV proyectó

relanzar la pesca del bacalao, construyendo barcos de 200 a 500 toneladas. Consultado el Guzmán de turno, aconsejó limitar el arqueo a 100 toneladas y la tripulación a 20 hombres, incluidos oficiales[14]. Algo debió hacerse, pues en 1639, Ibio Calderón advertía: "este año ninguno habrá de navegar a Terranova", por abundar los corsarios[15]. En 1637, pretendió el Austria embargar tartanas, transporte seguro en todo tiempo, para llevar el socorro a las plazas de Berbería. Al no usarlas los españoles, por ser "dificultoso" navegarlas, no se encontró ninguna, por haber desertado los pescadores franceses, que las traían: "los nuevos derechos que oy están sobre el pescado, les quita la cudicia de venir, por ser estos su granjería"[16].

Al decir de Alonso de Guzmán, el riesgo de corsarios, en tiempo de Carlos V, se reducía a un puñado de moros y franceses, dedicados a robar, "sin mayor fundamento". Lo representó Mahamete en 1562, pues estuvo a punto de recuperar Mazagán. Tras la sofrenada, los turcos conquistaron Tremecén, reino de la Berbería mediterránea, con apéndice en Poniente. Moros y turcos terminaron por entenderse, salvo en breves periodos de ofuscamiento, estableciendo relaciones fluidas con franceses, ingleses y holandeses, imposibles con unos monarcas castellanos, cuya arquitectura mental impedía establecer conexión, a quien no compartiese su credo y criterio. En tiempo de piratas, escaso en corsarios, Rimbaud bajó del norte por el Mississippí, instalándose en la Florida, para ser expulsado sin dificultad, en 1566. El oficialista Cabrera recoge el episodio, que abrió la era del corso. En 1568, el almirante Jhon Atkins, llevando por segundo al joven Drake, rescató en "el río de la Mina... contratación de portugueses", que estaba en "la costa de Guinea". Entrando en la Mar Pequeña por la Margarita, al pasar por Cartagena, pidió licencia para carenar en su puerto. La negó el gobernador, continuando los ingleses a Veracruz, donde fueron recibidos. Daban carena, cuando entró la flota de Nueva España. Enterado el general de que traían oro, determinó apropiárselo, arremetiendo contra la almiranta. Cargado el tesoro en los otros barcos, los ingleses huyeron con el oro y la lección aprendida. Surgieron los corsarios, dedicados a robar amparados por su gobierno, manteniendo guerra efectiva en la mar, sin necesidad de declararla. Famosos los turcos de Argel y los ingleses, no tardaron en superarles los holandeses, participando Francia en menor escala. Entre todos frenaron el afán expansionista de un imperio, peligroso en lo político e ideológico, por su cerrazón ortodoxa, pero irrelevante en lo económico, por sobra de cabezonería y falta de sentido común, que no de riqueza potencial. Fue la causa de que Felipe II fracase estrepitosamente, cuando pretendió crear sus propios corsarios.

En 1578 las Provincias Unidas se declararon independientes. Reconocidas por Europa, suplieron la pobreza del suelo con tolerancia, que atrajo a Holanda y Gelanda los mejores cerebros de un continente, condicionado por el dogma. Sabido que la idea, caso de ser buena, las genera de calidad, en poco tiempo tuvieron la primera flota del continente. Exportadores de madera, adquirida en el Báltico, cereales de Novgorov, mantecas, cecinas, cueros y pescado, elaboradas con materia prima adquirida en Indias y sal de la península de Araya, teniendo la guerra en casa, consiguieron el nivel de vida más alto de Europa. En 1580 Drake se paseó por el Pacifico, conmocionando a Felipe II, que ordenó redescubrir el Magallanes. Se encargó Gambóa de Sarmiento, con el piloto Antón de Pablos, partiendo del Perú. Rebasado el asiento de la vieja aduana de Sierra Leona, a 8 ½º, navegó frente a la costa del "placel", hasta Santiago de Cabo Verde. A la entrada del puerto peleó con bucanero francés. Apresado, declaró que tenía su base en Yaguana, donde regresaba vía la Margarita, habiendo acopiado cueros y azúcar[17].

Por aquella fecha hacía 8 años, que los ingleses merodeaban por Levante. Afincados algunos entre aborígenes, por haber casado con nativa, adoptaron las costumbres locales, escapando al interior apenas asomaba vela europea. Pero los más desembarcaban en colectividad, estableciendo asentamiento. Lo hicieron en Paranaiba o Grande[18], primera bahía de Brasil, "contra" Guinea. Mandaron los portugueses armada, para desalojarlos, pero la deshizo la tormenta, regresando un barco "en salvamento". Cuando Felipe II se hizo con la corona de Portugal, los británicos estaban instalados en Todos los Santos, Cabo Frío y Cananea.

Meses después, con el ejército de Alba en puertas y sin medios de defensa, el Prior de Ocrato, proclamado rey de Portugal en las cortes de Setúbal, pasó a Inglaterra por sus medios, ofreciendo a Isabel el oro de la Mina, a cambio de alianza, barcos y armas. Informado Alonso de Guzmán, propuso fletar en Huelva chalupa, de 70 toneladas, con otros tantos hombres. Llevaría armas, para repartirlas a los pescadores españoles, que estaban en el Cabo de Aguer, con algo de trigo. Se daría a los "moros convecinos", por tenerlos "contentos". Con esa fuerza y señuelo, ocuparían la fortaleza de Arguim, puerta de la Guinea los Ríos, Cabo Blanco y Cabo Verde, por estar en "una misma costa"[19]. A punto la operación la pospuso el rey, vaticinando sin equivocarse, que entregada Lisboa, se darían las provincias ultramarinas. Encargado el Guzmán de tomar posesión de las plazas, delegó en terceros la visita a Ceuta y Tánger, yendo personalmente a Mazagán. Impresionados por el poder español, los gobernadores de Santo Tomé con la Mina, Cabo Verde y Brasil, dieron obediencia. En 1581 siguió la "isla" de San Miguel[20], una de las Terceras y la de mayor extensión y el alcaide de Arguim, plaza que albergaba refugiado político: el príncipe Muley Daud, cabeza de la estirpe, destronada por el primer Muley Mahamete. En 1582 mandó inoportuno embajador a Sanlúcar, que el duque de Medina reexpidió a la plaza embarcándole en Huelva, puerto adecuado, para seguir la vía de Aguer[21].

Con la corona portuguesa, Felipe II adquirió dos rehenes, que nos ilustran sobre los reinos de Poniente. Ahogado el Xarife Mahamete en el Lokkus, tras la batalla de Alcazarquivir, su hermano Muley Nazar se refugió en Arcila, pasando a Lisboa. Perdidas las esperanzas de regresar a la patria, en 1590 pidió embarcación, para retirarse con sus criados: "nos echen en la tierra de Guinea, que confina con Arguim, que entre aquellos alárabes gustaré mucho acabar la vida"[22]. Muley Xeque, heredero de Mahamete, estaba en el Sus, cuando murió el padre. Refugiado en Mazagán, pasó a Tavira[23]. Años después, presintiendo, con acierto, que su cabeza sería moneda de cambio, intentó salvarla, pidiendo a Felipe II uno o dos barcos para él y su gente. Agregados a las flotas, se apartarían al pasar por Canarias, donde el Muley estaba a 9 leguas de su "desembarcadero", en Berbería. Corto el camino, se metería en la sierra "asperísima" del Sus, donde tenía sus "inteligencias", combatiendo al Xarife, desde posición ventajosa[24]. El reino del Sus, entre Fez y Marruecos, fue para León el Africano el gran río, que naciendo en Nubia atravesaba el desierto, desembocando al Atlántico en llanura de su nombre, próxima a la Essaouira marroquí, donde se supone que creció la caña dulce, trabajaron ingenios hasta el siglo XVII y prosperó el caballo berberisco, en región tan rica en arenas, como pobre en pastos.

Alarmado por los ingleses, Felipe II quiso cerrar el Magallanes, plantando dos poblaciones de españoles. Encargado de fundar Pedro Gambóa de Sarmiento, preparaba la

expedición, cuando la muerte del gobernador de Brasil, hizo temer defección extemporánea de la provincia. Combatientes silenciosos de guerra secreta, de 1581 a 1583, Alvaro de Bazán, con sus galeras y el duque de Medina Sidonia, con las de España y Sicilia, el Austria les reforzó, organizando exhibición de fuerza, a lo largo de la conquista portuguesa, al agregar a los barcos del Magallanes, el engorro de las compañías, destinadas a Chile. En lugar de seguir el camino expedito de Panamá y el Pacífico, subirían por el Plata, cruzando los Andes. La armada salió de Cádiz el 9 de diciembre de 1582, arribando a Santiago de Cabo Verde el 9 de enero, donde hizo escala de 28 días, coincidiendo con la expedición de Antonelli, al Puerto de la Sal. El Austria quería reunir en las salinas la carga y descarga de las dos flotas, en la esperanza de que se formase población, capaz de expulsar a las urcas de la sal. Inviable la idea de conectar con los puertos de Nueva España y Tierra Firme, utilizando por transporte bergantines, el ingeniero se entretenía, reconociendo las islas, Tierra Firme y "minas". Saltos de los aliados de Ocrato en Arguim y Mina, arrancaron a Sarmiento de la agradable escala. Llegó a destiempo al oro, siendo saqueada la capital de Cabo Verde a su espalda. La expedición entró en Río de Janeiro el 24 de marzo, sin haber visto enemigo, disuadiendo la invernada a la población, de intentos independentistas. En el Plata se apartaron los de Chile, para perderse, pues renunciando a incorporarse en destino, colonizaron por su cuenta en Argentina. En la boca del Estrecho se ausentó Diego Flores, para cumplimentar la orden secreta de correr la costa, en dirección este - oeste, en la esperanza de coger a los de Ocrato desprevenidos.

En la corte del Xarife, rey de Fez y Marruecos, Pedro Venegas y su intérprete Diego Marín, hacían mangas y capirotes por conseguir la entrega de cautivo portugués, que en opinión de Felipe II, era el rey D. Sebastián. Aprovechando el tiempo, Marín atendió a la presencia de embajador de "Tierra de Negros" y a "zahara" o barca regular, que arribaba de la provincia, originaria del mensajero, con carga de oro para Hamete[25]. Excitada la curiosidad de Felipe II, quiso saber de qué "país" venía el tesoro, siguiendo informe que de no haberse perdido, estará en Simancas. Lo que perdió Marín fue la paciencia. Dispuesto a solventar la cuestión, en 1585 intentó golpe de mano. No logró matar al cautivo, pero le mataron[26]. Más espabilado Venegas se metió en Azamor, embarcando rumbo a Tánger. Llegó en agosto, pasando a Sanlúcar. Contó que Hamete había "emprendido" la conquista de Guinea, "tierra que toca a V M., por el señorío de la Corona de Portugal", siendo la empresa de "consideración", en opinión del duque de Medina, pues "al fin se save, que es tierra de mucho oro"[27]. Temiendo perder un gramo, Felipe II recibió con reticencia el consejo de sumar a saetía, en venta porque salió defectuosa, el aliciente de licencia para vender frutos de la tierra, en la Guinea de los Ríos[28].

Por entonces sólo navegaban "sueltos", sin pagar más "avería" que la propia, los pocos armazones de pesquería, que quedaban, los vendedores de legumbres y las carabelas de boneteros, con fábrica en Toledo. Ofrecían bonetes pardos y rojos, a la demanda de Fez, Marruecos y Sus, con tabaco, paños y otras mercancías menores. Malvivía el gremio, pero vivía, lo que no era poco en un siglo de oro, sin más horizonte para el vulgo, que el de servir a Dios en el altar y al rey en la guerra y pagando impuestos. Cada vez más frecuentes los embargos de navíos y hombres de la mar, que aguardaban embarque encerrados en mazmorras y en "fierros", por haber cometido el delito de aprender a navegar, faltaron vocaciones y barcos, entrando la profesión en declive irreversible. Así las cosas, Felipe II pretendió cerrar el Caribe,

a los corsarios de Levante, poniendo 9 galeazas en las islas de Barlovento. Alonso de Guzmán se opuso, recordando despilfarros pasados, efecto de estar los oficiales pendientes de enriquecerse, a cuenta del contrabando, pero no de los corsarios. En su opinión, las flotas podrían navegar en seguridad, ahorrando una capitana y una almirante, si para atravesar hasta Canarias, se juntasen las de Tierra Firme, Nueva España y Portugal, formada por las naos de la India, Brasil, Cabo Verde y Santo Tomé, por ser razonable que "lo uno ayude a lo otro, pues todo es de un señor y dueño"[29]. Sensata la idea clapotó, como el consejo de fomentar la construcción naval, ofreciendo subvenciones, según solían los monarcas europeos. Sin intención de renunciar a un maravedí, Felipe II amparó a sus astilleros, suprimiendo la competencia de la urca, en especial la esterlina. Barco pesado pero ideal como mercante, al no saber hacerlo en España, quedó excluido de la carrera de Indias, hasta que la falta de embarcaciones nacionales y extranjeras, eclipsadas por miedo al embargo, obligó al rey a desdecirse, permitiendo que fuesen a las Islas de Barlovento, los ríos de Guinea y Cabo Verde. Autorizadas poco después en la carrera, a condición de que las desguazasen en destino, repartiendo los pertrechos entre los restantes navíos. Tras el desatino inglés de 1588, pudieron regresar en "conserva" de las flotas[30].

Caros y malos los géneros, que se exportaban de Andalucía para las Indias, naturales y colonos se mostraban hospitalarios con los corsarios, que ofrecían calidad y precios asequible. Molesto Felipe II por relaciones, políticamente incorrectas, ordenó evacuar las poblaciones y caseríos, que hubiese en la costa norte de las Grandes Antillas, con exclusión de la Habana. Cumplido el mandato a medias, lo repitió Felipe III. Al ser obedecido, bucaneros franceses, que fueron labradores, pescadores, mercaderes y corsarios, en una pieza, retirados en la Antillas menores, porque no soportaban la autoridad de monarca, ocuparon las tierra vacas de las islas mayores, dejando el Caribe de ser mar castellano. En 1606 cierto danés, que apareció en Bonanza, habló de escuadra holandesa, agazapada en las Azores, a la espera de las flotas de Indias, las naos de la India, Brasil o Cabo Verde. Enterado un cortesano, comentó: "quando no acierten con la plata y alguna nao de la India, con lo que tomaren del Brasil, suplirán la costa a su esquadra"[31].

De haber compartido los monarcas hispanos el continente con terceros, a través de licencias, aprovechando las riquezas renovables que ofrecía, en lugar de centrar su atención en la explotación de los aborígenes y minas no renovables, el presente y futuro de metrópoli y colonias, hubiese sido más halagüeño. Y menos tensas las relaciones del país, con el resto del mundo. Indica donde llegó la real intransigencia, suceso ubicado en 1608. En San Juan de Luz preparaban armazón de dos velas, para zarpar por marzo, con intención de ir la "vuelta" de Brasil y Cabo Verde, a la pesquería de ballenas, donde se vieron en "mucha cantidad", siguiendo a Buena Esperanza, de no encontrarlas, en busca de cetáceos y lobos marinos, cuando el gobernador de Bayona solicitó licencia, para navegar por aguas de España. La negó Felipe III, haciendo proceso de intención, alegando que los franceses pretendían dedicarse al contrabando al corso[32].

El matrimonio de Manuel de Portugal, primogénito del Prior de Ocrato, con hija de Mauricio de Nasseau, dio fuerza moral a sus aliados, para ocupar las Indias portuguesas. En 1612 los franceses fundaron el centro azucarero de San Luis, en la desembocadura del

Marañón, tropezando en 1614 el capitán Vizcaíno, "dentro de los cabos", con 7 barcos merchantes: "traían mucha gente de diversas naciones". Disparó contra un navío causando muertos, pero no se detuvieron, porque quien carece de presente, no abandona en ruta el porvenir[33]. En 1625, se supo que en Plymonth preparaban 18 barcos de 200 toneladas, a los que se sumarían 26, fletados en diferentes puertos, para llevar pobladores a Brasil[34]. Con los mares de indias infestados de "dos años a esta parte", queriendo detener la riada de pobladores, Felipe IV imitó al abuelo, intentando crear sus propios corsarios. So pretexto de atender a "personas", "que me la han pedido", ofreció licencia para robar en la mar, a quien armase embarcación de alto bordo, comprometiéndose a entregar el quinto de las presas a la corona[35].

Clausurada la Guinea por los Austria, como reyes de Portugal, Europa se fijó en la Tierra de Negros, que está en la ribera oriental del Atlántico. Lejana por ser complejo el viaje, pero en crecimiento la demanda americana de brazos, las coronas europeas instalaron factorías.

Repetido el topónimo principal, siguieron los secundarios. Materializados los mapas "mentirosos", se produjo el quiprocuo de Bouré. A punto de salir Luis Fajardo con la Armada del Mar Océano, hacia la isla de Santa Elena, para desbaratar a los holandeses, que regresaban de las Molucás, recibió orden de doblar la jornada: a "la buelta pasen por la costa de Guinea, y de camino desalojen a los holandeses, que están en el fuerte de Bouré, junto a la Mina"[36]. Al ser primordial el oro, el rey cambió de opinión, sin darle tiempo a zarpar: iría directamente a la Mina. Navegaba mar adelante, cuando se supo que la fortaleza de San Jorge de Bouré, estaba en las inmediaciones del Niger. No queriendo el Austria perder el viaje, se mandó barco de avisos, que alcanzó a Fajardo, con orden de corregir el rumbo: ocuparía La Mamora, vendida probablemente por su propietario, el rey de Fez, pues los españoles no encontraron resistencia, entrando en el lote lo que quedaba de la fortaleza de Arguim. En 1640, año de la independencia de Portugal, ingleses, holandeses y franceses, compartían la explotación del istmo, las Guayanas y las Antillas menores. Patrón inglés declaró en Bonanza, que se cruzó con barco holandés de 400 toneladas, cargado de familias[37]. Se dirigían probablemente a Recife, donde estaba poblando Mauricio de Nasseau.

[1]ADMS. 2468.2469.

[2]ADMS 2429. 2430.2574.2626.

[3]Hoy forma parte del Coto de Doñana.

[4]ADMS. 973.

[5]ADMS. 4354.

[6]ADMS. 2399. Año 1586

[7]ADMS. 2403. Año 1595

[8]ADMS. 2402. Año 1590

[9]ADMS. 682.

[10]ADMS. 948 (1593).

[11]ADMS. 2395. 2398.

[12]ADMS. 2399.Año 1586. 2407. Año 1609.

[13]ADMS. 2413.Año 1625.

[14]ADMS. 2413.Año 1627.

[15]ADMS. 2418.Año 1639.

[16]ADMS. 2417.Año 1637.

[17]Travesía tan imposible, de estar en Islas de Cabo Verde, frente al Senegal, como lo hubiese sido la del flamenco Speilberg, que zarpando de Rotterdam a 13 de septiembre de 1599, tocó en Príncipe a 10 de diciembre. De ser la Príncipe del golfo de Guinea no hubiese entrado en Río de Janeiro, el 9 de febrero de 1500.

[18]Al este de San Luis, costa norte de Brasil. En la costa, las Islas y la Punta de Canárias.

[19]ADMS. 2397.

[20]Ibídem.

[21]ADMS. 2397. Año 1582.

[22]ADMS. 2401.

[23]ADMS. 2402.

[24]ADMS. 2402. Año 1590.

[25]ADMS. 2397.

[26]ADMS. 2603.

[27]ADMS. 2399.

[28]ADMS. 2400.

[29]ADMS. 2399.

[30]ADMS. 2401.

[31]ADMS. 2406. Año 1606.

[32]ADMS. 2408. Año 1614.

[33]Ibídem.

[34]ADMS. 2412. Año 1625.

[35]Ibídem.

[36]ADMS. 2409.

[37]ADMS. 2419. Año 1640.

La vecindad, indicio de ubicación

En el siglo XVII, Alonso de Guzmán llamó Isla de la Sal de Cabo Verde, a la Península de Araya, Berbería a Santa Lucía[1] y Fuerteventura a la Martinica. Adscrita a las Canarias sin oposición, porque el rey de España lo era de Portugal, fue la Fogo, límite de la

conquista portuguesa por Barlovento, probable Infierno de los expedicionarios de 1393 y Carro de los Dioses de Hannón, sede de la Montaña Pelada, volcán en actividad moderada y constante. Hasta 1580, la primera tierra castellana del archipiélago, era Graciosa o Marigalante. Estaba al norte de la Margarita y Los Testigos. De Cabo de Bojador en Berbería o tierra de moros, a Gran Canaria, había 90 leguas de costa, que no de mar. Situada Hierro a barlovento de Paria, Gomera alcanzabalas Islas y Punta das Canarias. Y Gran Canaria por Mercadis, siendo probable que Madeira se encontrase en la misma tierra, habiendo dejando por recuerdo el Río Madeira, afluente del Amazonas. Según Fernández de Oviedo, Porto Santo ocupaba el delta del Orinoco, limitando al oeste con Calez, provincia de Castilla, que terminaba en Cumana.

Relacionar noticias inconexas, recogidas en diferentes tiempos, ayuda a situar los topónimos, en el espacio. Palma debió estar más alejada o peor comunicada que Madeira, pues de la segunda llegó aviso de 40 velas holandesas, que merodeaban en aguas de la primera,

tomando el mar por suyo porque se retrasó Luis Fajardo, con la Armada del Mar Océano[2]. Teniendo "muchas noticias de los puertos de aquella isla los enemigos y siendo el paso de la navegación de las Indias", en 1640, tras la independencia de Portugal, a la que siguió la de Brasil, Felipe IV ordenó pertrechar Palma, temiendo desembarco enemigo, que cerrase la ruta del oro[3]. Los que iban a San Miguel de la Palma, desde el Guadalquivir, llevaban despensa para tres meses[4], siendo suficiente para dos, si se dirigían a la Habana. Con reservas para uno, se llegaba a la Margarita, bastando de 10 a 15 días de vituallas, para alcanzar ciertas islas y radas de Levante.

El supuesto de que perdidas las Canarias, peligraría la Mamora, que estaba en el reino de Fez, indica proximidad[5], siendo evidente que de haber estado alejado Marruecos, al menos en tiempo, Felipe III no hubiese dicho, que teniendo los españoles la isla de Magador, recibirían "mucho beneficio... las islas de Canaria", en su seguridad y comercio[6]. Suspendida la flota de Nueva España en 1630, los mercaderes de Sevilla acordaron formarla por su cuenta. Enterado el rey, impuso armada de 8 navíos y un patache, fletados a cargo de la "avería", es decir, de los comerciantes. En junta de 20 de julio, se decidió que les amparasen al pasar por las Islas de Canaria, Guadalupe, la Dominica y Jamaica, abandonándoles en "Sonda", para subir a la Tercera, donde aguardaba "naveta" de la India, que escoltarían hasta Lisboa. Inhabitual la ruta, 8 marineros, que la conocían, fueron sacados de la cárcel de Sevilla, para servir como pilotos[7].

Las Islas de Cabo Verde se consideran cristianas, pero Juan Castellanos advirtió, en su romance, que el castellano debía tomar precauciones, para acercarse a las salinas de Tepé, por guardarlas musulmanes. En paz con los aborígenes de diferentes credos, europeos y en especial flamencos, la "salina de Araya" se consideró "uno de los fundamentos.., con que estos rebeldes biven y se acrescientan en su riqueza": "sin esta sal", perderían "su pesquería y carne de ceçinas y quesos y mantecas", hundiéndose en la miseria[8]. Conscientes los interesados, cuidaban las relaciones, invitando naturales a Holanda, que les enseñaban la lengua. Para favorecer los contactos, cargaron 12 reales por cahíz, a la sal de los reinos de España, 8 a la francesa de Broaje, dejando franca la de Araya[9]. En 1602 Felipe III, pretendiendo poner "algún freno a los corsarios ordinarios, que suelen acudir a las contrataciones de aquellas Yslas y costas de Tierra Firme", mandó buscar 9 velas "viscaynas y no levantiscas, que traygan dada carena y no sean demasiado grandes". De las Islas de Barlovento "atravesarán.. á Tierra Firme, corriendo toda aquella costa"[10]. Lo desaconsejó el duque de Medina. Para expulsar a las urcas de la sal, que aparecían en abril, bastaba que los galeones de la plata saliesen a su tiempo. Dando un rodeo de tres o cuatro días, se meterían en puerto de la Margarita. Zarpando al anochecer, caerían sobre los intrusos al amanecer, desbaratándolos por sorpresa[11]. Advertidos de que no debían dejarse arrastrar a Levante, en el calor de la pelea, pues corrientes y brisas les pondrían camino de España, partieron a 20 de enero en 1604. Hubiesen llegado a la sal a primeros de mayo[12], de no ir a Canarias. Renovada la información en 1607, para evitar extravíos, la Armada de la Carrera de Indias pasó por Araya. Terminada la limpieza, dejando Las Blancas a estribor y Los Testigos a barlovento, pasaron "por el medio de las dos", poniéndose "en paraje" del que podían navegar, "a donde les pareciere"[13]. Mínimo el daño recibido por las urcas, pero serio padecido por los galeones, Felipe III mandó expertos a cegar las salinas. Se reveló tan imposible, como "romper la pesquería de los rebeldes"[14].

Eterna la disputa entre Portugal y España por un Levante americano, que no se dejaba dominar por el blanco, los castellanos pretendieron prolongar Nueva Andalucía, hasta la Santa Cruz portuguesa. Anexionado el conjunto con la corona de Portugal, en 1582 Alonso de Guzmán viajó por real orden, de la sal que criaba el Río Ajer, a la sal de Araya. Partiendo de "donde desemboca el Estrecho", seguiría "adelante", tocando en Alarache, la Mamora, Safi y Cabo de Aguer. Candente la guerra secreta del Prior de Ocrato, que ayudado por Inglaterra, Francia y Holanda, pretendía hacerse con el oro portugués, el Guzmán registraría el escenario de las operaciones, sondando barras, calculando la cabida de las radas, la comodidad para carga y descarga, si había madera y sitió donde hacer astillero, las mercancías que entraban y salían, las posibilidades de hacer salina o ampliarla, las poblaciones del entorno, anotando la distancia, las medidas que se usaban, los precios que corrían, las tasas que se cobraban, a nombre de quien, pero sobre todo sí asomaban ingleses, holandeses o franceses y con que géneros traficaban. Zarpando en febrero con bastimentos para tres meses, el Guzmán eligió la chalupa[15]. Regresó en mayo, estando botada la almadraba. De su madre no pudo despedirse. Murió y le enterraron en su ausencia.

Tremecén era de los turcos; los reinos de Fez, Marruecos y Sus, con el Algarbe de Berbería, de los "moros". En 1600, reinando Hamete, Xarife ilustre, Felipe III prohibió a sus vasallos mojar en puerto de infieles. El que fuese a Berbería, habría de tocar en las plazas, "que tengo en aquellas partes"[16]. Confuso el mandato y desobedecido, ordenó el tráfico en 1603: lo que tuviese por destino al Algarbe de la Berbería, pasaría por Ceuta o Tánger; las mercancías remitidas a Marruecos, por Mazagán, pudiendo cargar y descargar para Fez en Sale, puerto de moros por evitar el rodeo[17]. A este reino, pertenecían Alarache, Arcilla, La Mamora y Arguim, disfrutando la Alcazaba y villa de Sale de autonomía, por estar en la frontera con Marruecos. Siguiendo la "vuelta" de Cabo Blanco, se llegaba al Cabo de Aguer, en la boca de la "Huma grande", poblada de islas, anegadas en parte, donde desembocaba el río Ajer. Limitado el arqueo de los navíos, por el calado de la barra, lo remontaban cascos de hasta 100 toneladas. Más allá del Angra o puerto de Santa Ana, se encontraban Azamor, puerto de Marruecos y Mazagán o Mazagâo, a 12 leguas de la desembocadura. A la otra parte del rio, estaba la isla de Mogador, "Magador" o Mogolo, con su imponente puerto a la otra parte. Tuvo por capital Tagaoz, llamada Santa Cruz por los cristianos, como el Brasil de Cabral. Común el topónimo en Indias, en mapas actuales aparece una Santa Cruz, en la isla de Marajo. Sierra abrupta el reino del Sus, el puerto de Safi, último frecuentado por castellanos, en aquella costa, perteneció a esta corona. Hostil Marruecos, los cristianos no penetraron en una Berbería, con 300 leguas de extensión, que anexionó la Guinea de "los Ríos", quedando el primer puerto de moros a 9 leguas de la Canaria, por donde atravesaban las flotas.

Felipe II prestó a la Guinea 500 y hasta 1.000 leguas de costa. Alonso de Guzmán las redujo a 300, porque 700 pertenecían a Brasil y el Conde de Santa Gadea afirmó que el Xarife tenía 300 leguas "de costa de Africa, toda suya". Revelan las fuentes que la influencia del Islam, alcanzó de Bahía al sur de Méjico, penetrando el poder del Xarife en el interior de Sudamérica, hasta dar en el imperio Inca, que se desarrolló al este de los Andes, tras la conquista de Pizarro. Musulmanes vasallos de Hamete se distinguían de los orientales del norte de Africa, llamándose a sí mismos "ponientales". No ignoraban los "conquistadores" la presencia de moros y judíos en Indias, pero sí la de sus topónimos. No convenían al poder que