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18 - Mascarada - Terry Pratchett - tetelx - spa...doc
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07.09.2019
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Vio al Sr. Balde y al Sr. Salzella sumergidos en una discusión con el director de escena.

—¿Cómo podemos registrar el edificio entero? ¡Este lugar es un laberinto!

—¿Podría haberse ido a algún lugar...?

—Es tan ciego como un murciélago sin esas gafas.

—Pero no podemos estar seguros de que algo le haya pasado.

—Oh, ¿sí? Usted no dijo eso cuando abrimos la caja del contrabajo. Usted estaba seguro de que iba a estar adentro. Admítalo.

—Yo... no esperaba encontrar un contrabajo hecho pedazos, sí. Pero me sentí un poco fulminado en ese momento.

Un tragasables codeó a Agnes.

—¿Qué?

—Telón en un minuto, querida —dijo, untando con mostaza la espada.

—¿Le ha sucedido algo al Dr. Undershaft?

—No podría decirlo, querida. Usted no tendría sal, ¿o sí?

—Perdone. Perdone. Perdone. Perdone. ¿Ése era su pie? Perdóneme...

Dejando un rastro de concurrentes molestos y doloridos en su estela, las brujas se abrieron camino hasta los asientos.

Yaya se acomodó a los codazos y luego, como tenía para algunos asuntos el umbral de aburrimiento de un niño de cuatro años, dijo:

—¿Qué está pasando ahora?

Los escasos conocimientos sobre la ópera de Tata no vinieron en su ayuda. Por eso se volvió hacia la dama a su lado.

—Excúseme, ¿podía prestarme su programa? Gracias. Excúseme, ¿podría prestarme sus gafas? Muy amable.

Pasó algunos momentos en estudio cuidadoso.

—Ésta es la obertura —dijo—. Es un poco una muestra gratis de lo que va a ocurrir. También hay un resumen de la historia. La Triviata.

Sus labios se movieron mientras leía. Ocasionalmente su frente se arrugaba.

—Bien, es muy simple realmente —dijo, por fin—. Muchas personas están enamoradas entre sí, hay considerables disfrazados como otras personas y confusión general, hay un criado descarado, nadie sabe quiénes son los demás realmente, un par de viejos duques se ponen locos, coros de gitanos, etcétera. Tu ópera básica. Probablemente alguien va a resultar ser el hijo o la hija o la esposa o algo perdido por mucho tiempo.

—¡Shh! —dijo una voz detrás de ellas.

—Ojalá hubiéramos traído algo para comer —farfulló Yaya.

—Creo que tengo algunas mentas en mis calzones.

—¡Shh!

—¿Podría devolverme mis gafas, por favor?

—Aquí las tiene, señora. No son muy buenas, ¿o sí?

Alguien tocó el hombro de Tata Ogg.

—Señora, ¡su estola de piel está comiéndose mis chocolates!

Y alguien tocó el hombro de Yaya Ceravieja.

—Señora, quítese el sombrero, por favor.

Tata Ogg se atragantó con la menta.

Yaya Ceravieja se volvió hacia el caballero de atrás con la cara colorada.

—Usted sabe qué es una mujer con un sombrero puntiagudo, ¿no? —dijo.

, señora. Una mujer con un sombrero puntiagudo está sentada delante de mí.

Yaya le miró fijo. Y entonces, para sorpresa de Tata, se quitó el sombrero.

—Discúlpeme —dijo—. Puedo ver que sin querer fui maleducada. Por favor, excúseme.

Se volvió hacia el escenario.

Tata Ogg empezó a respirar otra vez.

—¿Te sientes bien, Esme?

—Nunca mejor.

Yaya Ceravieja revisó el auditorio, ajena a los sonidos a su alrededor.

Le aseguro, señora, su piel se está comiendo mis chocolates. ¡Ha empezado la segunda capa!

Oh, cielos. Muéstrele el pequeño mapa dentro de la tapa, ¿por favor? Solamente busca las trufas, y usted pronto podrá quitar la baba de los otros.

¿Podría usted quedarse callada?

No lo haré, son este hombre y sus chocolates los que están haciendo ruido...

Una gran habitación, pensó Yaya. Una gran habitación sin ventanas...

Sintió un hormigueo en sus pulgares.

Miró la araña de luces. La soga desaparecía en un hueco del techo.

Su mirada pasó sobre la fila de Palcos. Estaban todos totalmente atestados. Sin embargo, uno tenía las cortinas casi cerradas, como si alguien adentro quisiera ver hacia afuera sin ser visto.

Entonces Yaya miró entre la Platea. El público era principalmente humano. Aquí y allí había una forma voluminosa de un troll, aunque el troll equivalente de las óperas generalmente continuaba un par de años. Algunos cascos enanos brillaban, aunque los enanos normalmente no estaban interesados en algo sin enano dentro. Parecía haber muchas plumas allí abajo, y aquí y allá el destello de joyas. Los hombros se estaban llevando desnudos esta temporada. Se había prestado mucha atención a las apariencias. Las personas estaban aquí para aparentar, no para ver.

Cerró los ojos.

Esto era cuando empezabas a ser una bruja. No cuando hacías cabezología en ancianos tontos, o preparabas medicinas, o te la creías, o confundías una hierba por otra.

Era cuando abrías tu mente al mundo y revisabas todo lo que recogías cuidadosamente.

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