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Astracanada
La astracanada o astracán (de Astracán, ciudad rusa del Caspio) es un subgénero teatral cómico muy popular en los escenarios españoles durante el primer tercio del siglo XX, cultivado por Pedro Muñoz Seca y Pedro Pérez Fernández.
El astracán supuso una salida a la crisis de los sainetes. Basado en una teatralización de la realidad, explota el uso del retruécano, de falsillas sentimentales y de situaciones disparatadas, a las que se supeditan los personajes y la acción, haciendo uso de juegos toscos de palabras, tipificación regional del habla, nombres propios que dan lugar al equívoco y al chiste, etc. La figura más importante del astracán es el fresco.
En las astracanadas lo que importa únicamente es reír incluso a costa de la verosimilitud argumental, y a esa función se dirigen todos los demás recursos del drama. En sus manifestaciones más extremas se llega incluso a subvertir el lenguaje por medio de una parodia continua, que es lo que ocurre en La venganza de Don Mendo, astracanada de Muñoz Seca en que se parodia el teatro histórico del modernismo literario español y las convenciones y temas del teatro clásico español del Siglo de Oro.
Otras astracanadas muy conocidas de Muñoz Seca son El verdugo de Sevilla y Los extremeños se toca
Bulúlu
El Bululú gallego, es tal y como ha llegado hasta nuestros días. Parece ser, según las crónicas de la época, que era un comediante Español de origen gallego (Galicia) que vivió hacia finales del siglo XVI, y que tenía la rara habilidad de ser lo que conocemos hoy como un gran Mimo, interpretando varios personajes a la vez.
La primera vez que aparece citado es en 'El viaje entretenido', de Agustín de Rojas Villadrando, en 1603, cuando pasa revista a los más variados tipos de compañías de teatro ambulante de la época, que viajaban por el país: Bululú, Ñaque, Gangarilla, Garnacha, Ganboleo, Bojiganga, etc. Y, registra Madrid como una invasión de comediantes y cómicos de la legua, como la capital del reino donde ponían sus obras y pasaban sus repertorios frente al público. El corral de la Pacheca, el corral de la Cruz, y el corral del Príncipe, eran los escenarios de sus actuaciones. Don Ramón del Valle Inclán también cita al Bululú en una de sus obras de teatro. Y, a finales de los años sesenta, un grupo de la vanguardia del teatro independiente de Madrid, se pone su nombre, en homenaje y reconocimiento a la valía éste artista, cómico de la legua.
Género chico
El género chico es un género español de drama lírico. Es un subgénero de la zarzuela, la opereta española. Difiere de la zarzuela grande y casi todas las formas de ópera, por ser corta y por estar enfocada a un público humilde. Se puede decir que es el equivalente español a la opereta alemana y francesa.
Teatro medieval español
El teatro medieval español es el conjunto de los textos y las prácticas teatrales medievales de los reinos que más tarde formarían España. Debido al carácter esencialmente efímero de la representación teatral, es difícil tener una información cierta del espectáculo teatral en la Edad Media.
Uno de los principales problemas del estudio del teatro medieval español, y europeo en general, es que en la Edad Media la noción de teatro tal como la entendieron las civilizaciones griega y romana es olvidada. No será hasta finales de la Edad Media y el Renacimiento cuando la idea del teatro como representación de un texto dramático, que es la que ha pervivido hasta la actualidad, vuelva a generalizarse. Por ello, lo que encontramos en la Edad Media son una serie de prácticas espectaculares, muchas de ellas centradas en la figura del juglar, que no se corresponden del todo con la idea moderna de teatro. Por este motivo, algunos autores prefieren hablar de «teatralidad medieval» para referirse a ese conjunto de prácticas escénicas y representativas en el que progresivamente irá dibujándose el teatro tal como lo conocemos. En opinión de Miguel Ángel Pérez Priego,
Al abordar, pues, el estudio del teatro medieval, habrá que partir de un concepto amplio de teatralidad, concepto que abarque tanto los puros textos dramáticos como los distintos espectáculos y ceremonias que son portadores de un cierto índice de teatralidad y de los cuales tenemos noticia a través de documentación diversa.[1]
Como en el resto de Europa, en los reinos peninsulares el surgimiento del teatro medieval aparece ligado a las prácticas litúrgicas de la Iglesia. En concreto, parece ligado a la celebración de la misa, que antes de que se excluyera de ella a los legos, presentaba un desarrollo esencialmente dramático.[2] Aunque no han sobrevivido documentos directos que expliquen la relación del clero con la evolución de las representaciones, sí han llegado testimonios indirectos de esa vinculación. Por ejemplo, las Siete Partidas del rey Alfonso X de Castilla se refieren a este hecho y reprenden a los clérigos que participan en espectáculos profanos y les aconsejan qué tipo de representaciones son legítimas para un sacerdote:
Los clérigos [...] non deben ser facedores de juegos por escarnio porque los vengan a ver las gentes cómo los facen [...] nin deben otrosí estas cosas facer en las eglesias, ante decimos que los deben ende echar deshonradamientre sin pena ninguna a los que los fecieren[...] pero representaciones hi ha que pueden los clérigos facer, así como de la nascencia de nuestro señor Iesu Cristo.