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Teatro en Ucrania y Espana..docx
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Zarzuelita

Monumento a los Saineteros Madrileños (Madrid) representando una escena de La verbena de la paloma, ejemplo más conocido de este género.

La zarzuelita, zarzuela chica, breve zarzuelita en un acto, zarzuela comprimida, etc., es un tipo de zarzuela originado en el resurgimiento del teatro español lírico del siglo XIX. Heredera del sainete y de la zarzuelita en un acto de costumbre cotidianas, cuya creación se debe a Ramón de la Cruz en el siglo XVIII, fue uno más de los distintos géneros surgidos durante al auge del teatro por horas español. La obra cumbre de este género teatral fue La verbena de la paloma.

Estructura y temática

Estructuralmente, la zarzuelita se representaba en un acto y, generalmente, tres cuadros. Era una pieza de temática costumbrista, en la cual se alternaban el recitado, el canto, y los distintos tipos de bailes y canciones populares regionales.

Las zarzuelas chicas se componían en dos vertientes principales:

  1. La zarzuela cómica pueblerina, la cual se desarrollaba habitualmente en "un pueblo cualquiera de España despersonalizado y actual a los espectadores. Este "pueblo cualquiera" era presentado sin color local de ningún tipo; los personajes solían ser el alcalde, el cacique, el secretario del Ayuntamiento, el militar y la señorita, produciéndose siempre un romance entre estos últimos.

  2. La zarzuela cómica histórica, que transcurría en alguna fecha anterior, incluso con siglos de diferencia en relación al espectador. En este tipo de zarzuela cómica el elemento militar era aún más importante, lo cual servía para enaltecer un pasado glorioso de la nación frente a la situación actual.

Un rasgo distintivo de la zarzuelita, era la posibilidad de un desenlace dramático, contrastando con el carácter cómico que se imponía al resto de piezas de género chico a ser respresentados en las salas de teatro por horas. Esta característica especial de la zarzuelita se dio durante el cambio de siglo.

Teatro español a principios del siglo XX

A principios del siglo XX el teatro español continúa estancado en fórmulas decimonónicas, ignorando la renovación emprendida en otros países europeos por directores y dramaturgos como Stanislavski, Gordon Craig, Antoine, Chejov o Pirandello. Sigue siendo un teatro destinado a la burguesía, ofrecido por compañías de grandes actores y actrices que complacen las exigencias de este público. Son estos actores, divos de la escena con escasa o nula formación teatral, los que imponen sus hábitos anticuados sin consentir ser dirigidos.[1] Cabe señalar las excepciones de Gregorio Martínez Sierra y Margarita Xirgu. Los tímidos esfuerzos renovadores estarían a cargo de pequeñas salas que dieron en llamarse “teatros íntimos” entre los que destacó el “teatre Íntim” del catalán Adriá Gual.

Las obras, en su forma, continuadoras de la tradición española, pueden considerarse posrománticas o neorrománticas, acompañadas por el drama realista, el teatro poético, el sainete y la alta comedia procedentes de finales del siglo XIX. En cuanto a su fondo, están impregnadas del compromiso político de sus autores. Los principales autores de este tiempo han ejercido o ejercen la política: Echegaray había sido ministro en 1897 y volvió a serlo en 1905; Galdós fue elegido diputado el 1907; Unamuno, socialista desde 1892 a 1897, se presentó a diputado en las elecciones de 1896; Azorín era pro anarquista; Blasco Ibáñez, republicano y diputado en varias ocasiones y Linares Rivas, político canovista. Estos autores trasladan sus posiciones políticas a su teatro.[2] En estos principios de siglo todavía se mantiene en los escenarios el reinado de Echegaray, premio novel de literatura en 1904, con su drama posromántico y melodramático de diálogos grandilocuentes.[3]

El siglo XX es el siglo de la gran renovación del Teatro. La aparición en el plano internacional de grandes directores que revalorizan los textos de autores como Ibsen o Chéjov, la incorporación de avances técnicos como la iluminación eléctrica, las nuevas posibilidades escenográficas y la aparición del cine como nuevo arte, determinan la renovación escénica española que se potencia por la aportación teórica de intelectuales preocupados en que el Teatro traspase la barrera de su público burgués y se convierta en un medio cultural comprometido con las clases populares.[4] [5]

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