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Africa.versus.America

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Navegante, mandó armada para liberarle, siendo reintegrado a su domicilio de Lanzarote.

En 1434, Gómez Pireis dobló el cabo de Naam, sin mutarse, haciendo lugar frecuentado de Río de Oro. Baldaia, que le acompañaba, pasó por Angra de Caballos, donde encontró al valenciano Jacmes Ferrer[14], siguiendo a la Punta de la Galera, con intención de pescar lobos marinos, mientras Antâo Gonçalves se presentaba en La Gomera. Aliados de Portugal los naturales, le entregaron la isla, aceptando colaborar en la conquista de Palma. Tomando refuerzos en Fuerteventura, Antâo inició guerra, que hubo de abandonar, al comportarse como no debiera, expulsado por los gomeros. Complicada la situación, Guillén de las Casas cedió su parte en Canarias, a Fernán de Peraza, que conquistó Gran Canaria, perdiendo en la empresa a su único varón, Guillén de Peraza[15].

Molesto por la intromisión castellana, el infante D. Pedro, tutor de Alfonso V, concedió el quinto de las Canarias e islas adyacentes, a Enrique el Navegante, prohibiendo a terceros asomar por sus aguas, sin licencia del infante. Hombre realista, necesitado de punto de aguaje para los pescadores, arrendatarios de sus pesquerías de Bojador, Angra de los Ruivos y Río de Oro, compró Lanzarote a Maciot de Bethancourt, en 20.000 reís de renta anual, situados en Madeira. No aceptó Juan II tenerlo por señor en isla de Castilla, ni lo consintió Peraza. Ofuscado Alfonso V, en 1449 desafió a todos los pontífices y a su colega castellano, cediendo al Navegante el comercio de "Canarea e do Cabo do Bojador", desde el Cabo de Cantín, mintiendo al decir que el tráfico estaba interrumpido, desde hacía 30 años[16].

Muerto Fernán de Peraza, heredó su hija Inés. Casada con Diego de Herrera, veinticuatro de Sevilla, en 1453, el matrimonio estaba en "Valdeflores", lejos de Andalucía. Tomada posesión de las Canarias, quedaron en las islas[17], aprovechando Enrique IV la presencia de Herrera, "cuyas son las Islas de Canaria", para que la tomase en su nombre, de las tierras y mares, que hubiese entre los cabos de Aguer y Bojador, pues en opinión del Trastamara, pertenecían a la "conquista" de Castilla[18], aunque Alfonso V pensase lo mismo, con respecto a la de Portugal. En fuentes musulmanas, Herrera aparece tomando posesión, en nombre propio, de Telder y Guardar, provincias de Marruecos, en Berbería[19]; en las españolas, de Gran Canaria, en acto celebrado a 21 de agosto de 1461, en presencia del obispo de Rubico y los príncipes locales Telder y Galdar, que se repartían la isla, separando los reinos una muralla. Iztaemistán, población del istmo con 6.000 habitantes, fortificada a la europea, al decir de los conquistadores, estaba protegida por muralla de "piedra seca", de estadio y medio de altura. Cerraba el valle de "sierra a sierra". Documentado está que Herrera tomó posesión de las provincias del Cabo de Aguer, en nombre de Enrique IV[20]. De las Canarias sólo hubiese podido tomarla, como apoderado de su esposa, propietaria de las islas.

[1]"Auge y caída de los Templarios", Alain Demurger.

[2]"Císter Militante en la Campaña de la Iglesia contra la sarracena furia". Miguel Ramón Zapater, cronista del reino de Aragón y de la Orden del Císter Zaragoza 1662 Cap. VI, pág. 164.

[3]"Auge y caída de los Templarios". Alain Demurger, "Císter Militante en la Campaña de la Iglesia contra la sarracena furia" Miguel Ramón Zapater, cronista del reino de Aragón y de la Orden del Císter Zaragoza 1662. Cap. VI.

[4]"Esclavos y sirvientes en las sociedades mediterráneas durante la Edad Media". Jacques Heers. Ed. Alfons el Magnanim (Valencia) 1989. "Historia de las Américas". VV.AA. Coordinador Luis Navarro García. Ed. 500 Centenario Madrid 1991 pág. 309. T. 1º

[5]"Historia General de las Misiones" Barón de Herión. 2 tomos. Barcelona 1863. R.A. doc. I. F.O. T. IIIº.

[6]"Crónica de Enrique III". Redactado el texto en el siglo XV, a partir de crónicas anteriores, fue expurgado por los Católicos y Felipe II, como las restantes crónicas. Acopladas al interés político del momento, sirven, cuando mucho, como indicativo. En la obra "Enrique III de Castilla", de Fernando Súarez Bilbao. Ed. "Corona de España", se dice que llevó esta armada Gonzalo Pérez Martel. El cúmulo de inexactitudes que contiene, impide prestar fiabilidad al dato.

[7]"Catálogo real y genealógico de España". Rodrigo Méndez Silva. Madrid 1656, pág. 120.

[8]Crónica de Juan II.

[9]ADMS. 913. La condesa viuda de Niebla, tuvo esclava canaria y cristiana, papagayo, aljófar y paramento amarillo e "indio".

[10]ADMS. 915. La venta de las Canarias al Conde de Niebla, por Maciot de Bethancourt, está fechada a 15 de noviembre de 1418 ("Historia de las Américas". Coordinador Luis Navarro García. V Centenario 1991).

[11]Bernáldez ofrece versión original, sobre el incómodo señorío de los Guzmanes: conquistadas las Canarias por Mosén de Bethancourt, las vendió al padre del primer Duque de Medina Sidonia, al que llama Juan Alonso, en lugar de Enrique. Este las cedió a Fernán de Peraza, "que vivía con él", a cambio de "ciertos lugares". Peraza fue acusado de no haber conquistado las islas mayores, ni sido recibido por los "regimientos", de las tres islas, a más de haber conseguido, "por halagos o como quier que fue", hacerse tratar como rey, por todos los canarios (Bernáldez. Cap. XXV).

[12]ADMS. 717.

[13]ADMS. 1064. En 1435, Guillén ganó pleito contra la corona, consiguiendo que los comitres pudiesen pasear armados por Sevilla. ADMS. 2407.

[14]"Crónica de Guinea". Zubara. "Historia de las Américas" T.I.

[15]Casado Peraza con Inés de las Casas, al ser costumbre cambiar de apellidos, cabe que este Guillén fuese, alternativamente, de Las Casas y Peraza.

[16]R.A. doc. II.

[17]SRGS. XI.1476.747.

[18]ADMS. 4278.

[19]SRGS. XI.1476 Telde y Guardar o Galdar, están documentadas como lugares de Gran Canaria (SRGS. XII.1490.20) y Berbería, habiendo sido provincias de Marruecos.

[20]ADMS 4278.

La primera guerra de Canaria

Muerto Enrique IV en diciembre de 1474, Isabel declaró tierra de su conquista las islas de Africa y Guinea, en agosto de 1475. Al esgrimir la debilidad de Enrique IV, como causa

de que el rey de Portugal, se hubiese apoderado del predio, hizo confeccionar albalá, que lo probase. Se conserva entre los papeles de Esteban Pérez Cabitos, en forma de copia autorizada de carta original, "escripta en pergamino de cuero", supuestamente sacada por Herrera, a 6 de marzo de 1470, en oficio de notario jerezano, eclesiástico por más señas. Olvidando pasado inmediato, el falsario la fechó en Plasencia, a 6 de abril de 1468, cuando el rey estaba privado de autoridad, como prisionero su hermano, Alfonso XII. Declara que sometido a la "subjestión e gran ynportunidad", de los condes portugueses de Tuguia y Villarreal, cometió la injusticia de darles las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, "en las mis mares de España", despojando a Diego de Herrera, al que trata de "noble caballero", sin haber merecido siquiera el "don". Las devolvió con todas las Canarias e islas adyacentes, como a "verdadero señor" de la "Mar Menor, en las partes de Bebería". Complicando la cuestión, el rey metió en danza el Papa, pidiendo el rey que "revoque e anule qualesquier letras e bullas, que en contrario de esta revocación sean", sin caer en que no tocaba pito en el entierro[1].

En verdad, nada parece haber alterado el señorío de la Peraza, antes de mayo de 1476. Cerradas las islas a los portugueses y a cuantos se encaminasen a la Guinea, sin licencia de los Católicos, Diego de Herrera habría de levantar hueste, para conquistar las islas inmediatas, en poder de Alfonso V[2]. El requerido se limitó a desembarcar en Bohío, rada de Marruecos, alargándose a Galdar donde levantó torre, que llamó de Santa Cruz, dejando por alcaide a un Alonso de Cabrera. Pasivo y enriqueño en otro tiempo, el señor de las Canarias debió hacerse sospechoso de simpatizar con Juana, pues a 27 de mayo, la reina concedió a Enrique de Guzmán, las Islas de Antonio o Cabo Verde. En "poder de nuestro adversario de Portugal", tras conquistarlas, podría conservarlas en señorío, con carácter de estado semi soberano[3]. El mismo mes zarpó la armada de Charles de Valera, formada para hacer la guerra y rescatar en la Guinea. Al pasar saqueó la isla de Antonio, que también se llamó Porto Santo, haciendo innecesaria la intervención del Guzmán. Antonio Noli[4], capitán de la "Isla de Cabo Verde", heredero de Juan Bautista Noli, que la redescubrió en 1462, prestó obediencia a Fernando. Receptivo el monarca a gesto publicitario, el 6 de junio de 1477, confirmó a Noli en el cargo, ordenando que los vecinos de Cabo Verde, fuesen tratados como vasallos de Castilla[5].

Caravelón portugués que regresaba de la Mina, con manegueta, cazones y 6.000 pesos de oro, en un "talegón", entró en Lanzarote para hacer aguaje, ignorando que la isla estaba en guerra. Apretados los vecinos, al tener cerrados los puertos, se apoderaron de barco, carga y tripulación, corriendo a cargo de Juan de Armas, reparto equitativo del oro. Temió Diego de Herrera que de llevar mal recuerdo, los portugueses no volviesen en la paz y acudió en su ayuda, seguido del hijo. "Firiendo" vasallos, recuperaron casco, tripulantes y parte del botín. Denunciado al Consejo por los afectados, los Católicos, que se llamaban reyes de Portugal, declararon la presa contrabando, por proceder de súbditos, que fueron a Guinea sin licencia. Secuestrada por los regidores, la entregarían a Gonzalo de Coronado, "receptor de la Guinea". Fechada la provisión en marzo de 1477, el pueblo pidió que la presa se declarase de guerra, prometiendo pagar el quinto. Inconveniente ofuscar a los que harían falta en la pelea, los Católicos cedieron, reclamando únicamente el oro. Al no aparecer un chavo, los depositarios pararon en la cárcel. En el curso de la probanza, el contenido del talegón quedó reducido a 2.430 pesos, que se revelaron irrecuperables[6].

Prohibido a los canarios asomar por Guinea y privados de visitantes, que daban oro a cambio de matalotaje, el descontento cristalizó en desobediencia civil. Llegada la hora de pagar las rentas, se negaron a soltar un chavo, alegando que el matrimonio Herrera - Peraza, usurpó la isla a la corona[7]. Por no desaprovechar la oportunidad de debilitar a las partes, los Católicos nombraron juez pesquisidor a Esteban Pérez Cabitos[8], en noviembre de 1476. Haría "pesquisa e inquisición" en Lanzarote, averiguando si "Ferrera" ocupó la isla, "que es de nuestra corona real y pertenece a nos"[9]. Repartido el salario del juez por mitad, entre demandantes y demandado, se permitió a Herrera meter en cintura a sus vasallos, a la espera de sentencia[10]. El matrimonio respondió probando su derecho, con demanda de amparo adjunta: "se temen e recelan que algunas personas", queriendo hacerles "daño", incitasen al pueblo a desobediencia. Al no estar la situación para alegrías, los Católicos reconocieron que habiendo tenido los Herrera - Peraza las Canarias, "de veinte años a esta parte y más tiempo", por "justos y derechos títulos de dominio y señorío", al no ser Lanzarote excepción, los vecinos estaban obligados a pagar y obedecer, "fasta que primeramente sean sobre ello llamados a juicio, oídos y vencidos por derecho"[11].

Estando en la real gracia, los señores de islas pidieron licencia, para crear mayorazgo. Vinculando bienes habidos y por haber, nombraron las siete islas, sin excluir las mayores[12]. Que fuese aprobado por la corona, incide en el supuesto de que los topónimos comprendían diferentes territorios, sin afectar las conquistas de los reyes, a la propiedad de Inés[13]. Acusando al primogénito, Pedro García de Herrera, de haber intentado alzarse con las Canarias, estableciendo "monipodio con los vasallos, e buscando formas como prendiesen al dicho su padre e deseándonos matar e buscando fuerças para ello", sus progenitores le declararon "indigno... de aver el tal mayorazgo, por muchas cabsas de yngratitud que ha cometydo, contra Dios que le fizo e contra mí que soy su madre e aun cometió contra su padre...". Desheredado, nombraron sucesor al segundón, Fernán, que recibió La Gomera Hierro, a título de adelanto[14].

Libre el señor de pignorar vasallos, tratantes de Palos y Moguer formaron flota, en 1477, de carabelas y una carraca nueva, yendo a la isla, en busca de esclavos. Complaciente con la clientela, Fernán de Peraza capturó vasallos, sirviendo el pedido. Cobrados y embarcados, fueron vendidos en Andalucía, quedando el stock "cativos en ferros, como si fuesen moros", según costumbre. Inopinadamente excitado por el poder político, a 28 de septiembre de 1477, el Obispo de Rubico, so pretexto de que los naturales de las Yslas de Canaria, reducidos a esclavitud, "asy con el favor del señor de las dichas islas, como de otras personas", eran cristianos o estaban en vías de serlo, cumpliendo "todos los mandamientos de la madre santa iglesia.., como verdaderos cristianos", recibiendo "los sacramentos e le avían pagado e pagaban sus diezmos", primera obligación del creyente, ordenó a los justicias en general y a los de Palos y Moguer, en particular, el secuestro de las "piezas", para ponerlas en manos de "buenas personas", a la espera de pasaje, que les reintegrase a sus islas[15], en especial a los gomeros. Sin temor a incurrir en contradicción, por no haber quien pudiese contestarle, el Católico, estante en Jerez, exigió a 12 de noviembre el quinto, en metálico o gomeros, amenazando al mercader moroso con embargo y subasta de bienes, sin más consuelo que el de poder demandar a Fernán, para que restituyese lo cobrado[16]. Sagrados los ingresos de la corona, se llegó al extremo de que Juan Guerra y Juan Alfonso, habiendo pagado puntualmente, al regreso de

Canaria innominada, "otras partes qualesquier" y la Gomera, con carga de oro y esclavos, se vieron entre rejas, porque funcionario venal, ingresó el quinto en su bolsillo[17].

Necesitados de fondos para su guerra y en la misma línea contradictoria, los Católicos solicitaron bula de indulgencias, para la conversión de Guinea y unas Canarias, donde a tales alturas, no debía quedar bicho viviente sin bautismo. De adquisición obligada en los reinos de Aragón, Navarra, Castilla y Portugal[18], a poco de ponerse a la venta, los isleños detectaron cambio de signo en la guerra. Enterados en los principios de 1478, de que los Católicos la estaban perdiendo, abrieron sus puertos a los barcos en transito a Guinea, reanudando el truque, como en tiempos de paz. Fernán de Peraza intentó estorbarlo. Y le negaron el vasallaje. Incauto se quejó a los reyes, de que los vecinos "le non quieren acudir con las rentas e derechos", salvo "los que se disen del Vando de Oro, que siempre fueron leales"[19]. Y provocó pesquisa, en todas las islas. Diego de Herrera hubo de confesar, muy a su pesar, que en las suyas "han acogido y acojen" a portugueses, frecuentando los naturales la "conquista" de Alfonso V e incluso Lisboa. "Defendido" que "mis súbditos no vayan al reyno de Portugal", amonestado el señor, recibió la encomienda de descubrir a los "culpantes", corrigiéndoles de manera. "que a los tales sirva de castigo y a los otros de ejemplo", desterrando al que hubiese recibido a portugués[20]. Antonio Noli regresó a obediencia de Portugal, con su isla de Cabo Verde, alarmando a los Covarrubias, mercaderes burgaleses, "la guerra que yo he mandado faser, a mi adversario e regno de Portugal e a todas sus tierras". Temiendo entrada a sangre y fuego en la isla, pidieron seguro a Fernando para su factor, Pedro de Montoya, suplicando que le permitiese seguir negociando[21].

La armada que había de conquistar Gran Canaria, se anunció a los Herrera - Peraza como de socorro, para ayudarles a controlar a sus vasallos. La financió préstamo de 268.000 maravedís, facilitado por el exportador de orchilla, Juan de Lugo, a recuperar con cargo al botín de la contienda[22]. Nombrados administradores del fondo el asistente de Sevilla, Diego de Melo, el cronista Alfonso de Palencia y Pedro Cervantes, diputado provincial de la hermandad[23], no tardó en ser agregado el prestamista[24]. "Mi capitán de la armada" fue Juan Rejón, contino de la casa real, secundado por el Deán Iohan Bermúdez. La coordinación de las operaciones y el gobierno de la isla, quedó a Fr. Iohan de Frías, Obispo de Rubico[25]. Cargó con batallón de frailes, que habrían de bautizar a los "nuevamente" conquistados[26], tropa de 3.500 hombres[27] y los gomeros recuperados del lote, vendido por Fernán de Peraza, instrumentos de operación de imagen, que habría de probar la magnanimidad de los monarcas[28].

A punto de zarpar la armada, con la flota de Guinea, se recibió en Sanlúcar provisión, dirigida a los justicias de las islas y al matrimonio Herrera - Peraza, omitiendo su condición de señores. Tras advertir que conocían el precio de las conchas, en la Mina de Oro, los reyes ordenaban dar bestias y personal a sus oficiales, para que las cosechasen: "gelas dexedes e consyntades buscar y tomar", sin pedir "dineros algunos". Comprarían las que "vosotros tuviérdes ya buscadas", "a precios razonables", sin consentir que cayese ejemplar, en manos de mercader privado[29]. Los navíos se hicieron a la mar, en la primavera de 1478. Continuando la flota a Guinea, la armada fondeó en rada de Gran Canaria, para muchos "Bebería", fundando Villa Real de las Palmas, a cargo y cuenta de Juan de Lugo, dotada de fortaleza[30].

Perdida la flota de Guinea, abandonados los conquistadores de Canarias a su albedrío, se enzarzaron entre ellos. Caótica la situación, en noviembre la reina nombró gobernador a Pedro de la Algaba. Encargado de liquidar "divisiones y diferencias", surgidas en "gran deservicio" de los monarcas, llevó poderes para tomar posesión de la fortaleza y retirar las varas de justicia, enderezando la situación, antes de reanudar "la empresa e conquista de la Ysla", que "es nuestra e pertenesce a nuestra corona real"[31]. Olvidados los gomeros, a punto de producir su situación, efecto contrario al deseado, los Católicos adjuntaron carta dirigida a Rejón, "mi capitán de la gente que en la dicha isla está", para que los reintegrase a "sus casas e posesyones", en barcos que se dirigiesen a la isla. Los maestres tendrían que recibirles, "pagándoles lo que devieren de aver por esta cabsa de los fletes, de la dicha caravela o navío"[32]. Eficaz la intervención de Algaba, Juan de Lugo le asoció al monopolio de la orchilla[33], probando que en Castilla no hay negocio, sin hombre del poder incorporado.

Pulgar ofrece su versión de la conquista: desembarcados en las "islas de Gran Canaria", los cristianos pelearon "muchas veces con las gentes bárbaras, que moraban en ellas"[34]. Las vergüenzas cubiertas con taparrabos de hierbas o pellejos, amparados en cuevas y riscos, disparaban sus hondas "tan recio", que traspasaban las adargas. Al ser gentes que "posponían el morir por el matar"[35], la contienda se prolongó tres años, durante los cuales salieron de Castilla numerosas armadas, con vino, lienzos, hierro, paños y armas, quejándose los milites de vivir "cada día en gran arisco e peligro, así de los canarios y enemigos de la nuestra santa fe, como de la grande hanbre e trabajos e necesidades, que cada día pasan", dando el descontento, a "cismas y muertes", entre cristianos[36]. Bernáldez, autor posterior a los hechos, reduce la hueste a 500 hombres de a pie, haciendo navegar juntos a Rejón y Algaba. Llegados a Gran Canaria, iniciaron la construcción de torre, con vocación de Babel. No estaba terminada, cuando Rejón acabó con Algaba, muriendo a manos de Fernán de Peraza[37].

Inevitablemente complicada la historia de las islas, los investigadores de siglos posteriores, desbarran. Alonso Ramos, autor del XVIII, afirma sin mencionar fuente, que a 25 de octubre de 1477, Diego de Herrera renunció a las tres islas mayores, por pura devoción a la corona, recibiendo en compensación, título de conde de la Gomera, que dio Carlos V a su nieto, Guillén de Peraza. No aparece queja documentada del matrimonio Herrera, que apunte a despojo, por parte de la reina. Obligado probablemente por la dualidad jurídica de unas Canarias, que rebasaban con mucho el territorio del señorío, Bernáldez cuenta que en 1480, queriendo incorporar las tres Canarias mayores, los Católicos iniciaron pleito fiscal contra Diego de Herrera. Omitiendo la intervención de Fernán de Peraza, padre de Inés y que ésta fuese propietaria de las islas, el cronista hace responder al demandado, que las ganó con su dinero y sangre, quedando arrumbada la causa, a la espera de acabar la guerra[38]

. Relanzada en 1483, Herrera fue acusado de no haber logrado conquistar las tres islas mayores y el matrimonio de hacerse tratar como reyes, por los naturales de todo el archipiélago, con desacato para los de Castilla. Salvando la contradicción, Bernáldez añade que Herrera incurrió en delito, porque habiendo recibido vasallaje de los isleños, se abstuvo de conquistarlos a sangre y fuego. Al no haber sumario ni sentencia, el autor recurre al convenio: Diego cedió las islas mayores a la reina, a cambio de cinco cuentos de maravedís, que no pudo disfrutar, pues falleció en el año[39]. Muerto a finales de 1484[40], se dice que la Peraza pasó 20 años de viudedad en Sevilla, "gobernándose muy bien, como muy noble e muy varonil e virtuosa

dueña"[41]. En verdad residió en su isla, visitando esporádicamente, la capital andaluza.

[1]"Información de Esteban Pérez Cabitos". Biblioteca de El Escorial. R.A. doc. IV.

[2]SRGS. V.1476.363, V.1476.363,364. Autorizado a exportar grano andaluz, hubo de jurar que no lo vendería a "enemigos de la fe, ni a portugueses".

[3]ADMS. 928. 27.5.1476. P. C. T. IV. Testigo: Pero Ramírez. SRGS. VI.1477.233. Alonso de Palencia omite que el señorío implicaba la conquista de la isla. Cuenta que el Guzmán reclamó a Charles de Valera, isabelino en la guerra contra Juana, la presa que hizo a Noli, a más de retrasar la salida de la armada de 1476, formada para hacer la guerra y rescatar en la Guinea (Crónica de Enrique IV. Lib. VI. Cap. VI).

[4]"Crónica de Enrique IV". Década III. Alonso de Palencia.

[5]SRGS. VI.1477.233.

[6]SRGS. III.1478.378 1º.2ª/VIII.1478.113

[7]SRGS. XI.1476.745.

[8]Esteban Pérez Cabitos sirvió a los Católicos. Vecino de Sevilla y posteriormente de Triana, a 18 de noviembre de 1476, los reyes le concedieron la parte del Caño de las Rocinas, que "pertenecer pueda" a la corona. En término de Almonte, pescadores de Sevilla se opusieron a la concesión, probando ser propietarios por herencia. Fueron despojados por real orden.

[9]SRGS. XI.1476.746.

[10]SRGS. XI.1476.745. El salario del juez se fijó en

100 maravedís diarios. En 1486, un escudero al real servicio, cobraba una corona de oro al mes, que valía 500 maravedís.

[11]SRGS. XI.1476.747.

[12]Aparecen Gran Canaria, Palma, Tenerife, Gomera, Hierro, Fuerteventura y Lanzarote. No se nombran Graciosa, Lobos, Alegranza y Montaña Clara.

[13]SRGS III.1489.76.

[14]SRGS. V.1492.5. Diego de Herrera tuvo por hijos a Pedro García de Herrera, Fernán de Peraza, Sancho de Herrera, María de Ayala, que casó en Portugal, con el Conde de Portoalegre, Diego de Silva y una hija, casada con Pedro Fernández de Saavedra, hijo del Mariscal de Zahara (Bernáldez, cap. LXV).

[15]SRGS. IX.1477.521.

[16]SRGS. XI.1477.233.

[17]SRGS. XI.1477.324.

[18]SRGS. IX.1477.354.

[19]SRGS. V. 1478.100.

[20]SRGS. V. 1478. 77.

[21]SRGS. IX.1478.140.

[22]SRGS. IV.1480.147.

[23]SRGS. 1480.168.

[24]SRGS. IV.1480.177.

[25]En 1454, Jhon Cid, Obispo de Rubico, casó a Teresa de Guzmán. En el siglo XV, la sede era sufragana de Sevilla, con las de Gran Canaria y la Mar Pequeña. Las de Marruecos y Cabo Verde, dependían de Ceuta.

[26]SRGS. V.1478.100/VIII.1478.121.

[27]SRGS. IV.1480.147.

[28]SRGS. XI.1478.58.

[29]SRGS. V.1478.61.

[30]SRGS. XII.1479.33/34.

[31]SRGS.VIII.1478.121.

[32]SRGS. XI.1478.58.

[33]SRGS. IV.1480. 135.

[34]Pulgar cap. LXXVI.

[35]Pulgar cap. XVIII. Pág. 382.

[36]Pulgar cap. LXXVI. 330.

[37]Bernáldez cap. LXV. Pág.613.

[38]Ibídem.

[39]Bernáldez cap. CLV

[40]Bernáldez cap. LXV pág. 613 Diego de Herrera vivía en noviembre de 1494.

[41]Bernáldez cap. CLV

La cabalgada de Pedro de Vera

Estrepitosamente derrotados los Católicos en Guinea, se vieron obligados a consentir en el reparto del reino de Fez, decretado por los pontífices. Firmado el tratado en septiembre de 1479, quedaron adjudicadas, a su corona, las "islas" de Lanzarote, Palma, Fuerteventura,

Gomera, Fierro, Graciosa, Gran Canaria, Tenerife "e todas las otras Yslas de Canaria comarcanas, ganadas e por ganar"[1]. Relanzada la conquista de Gran Canaria en 1480, buscaron fondos comercializando la bula, obtenida años atrás. Suprimidos los topónimos Guinea y Portugal, quedó circunscrita a la conversión de los canarios, reaccionando los puristas por la tremenda: "algunas personas" eclesiásticas, declararon las bulas "revocadas e suspensas", prohibiendo "la recaudación de los maravedís", pues se hacía, "a fin de meter las manos en la dicha limosna e gastarla e desviarla, en otros usos y gastos"[2].

Públicas las "colusiones", persistentes en la historia del país, Fernando calmó los ánimos, nombrando tesorero general de la Santa Indulgencia, a Pedro de Setién, "hombre caudaloso e fiable e de conciencia", que al no necesitar de lo ajeno, se abstendría de tomarlo. Al Nuncio le convenció saber que las islas, estaban controladas por el Islam. Reaccionando a la amenaza religioso - ideológica, declaró la bula de adquisición obligada, "fasta que las dichas yslas sean tomadas e convertidas e redusidas a la dicha nuestra santa fe", quedando bautizado, "por fuerza de armas", el último canario[3]. Iniciada la distribución de indulgencias, no estando la población para invertir en parcelas de paraíso, fueron muchos los morosos, que pararon entre rejas, culpables por incumplir la obligación de pagar, que a los ojos de un rey, justifica la existencia del súbdito.

No estando "acabada" la conquista, por persistir los canarios en su "rebeldía", los Católicos buscaron capitán experimentado, encontrando a Pedro de Vera, caballero 24 de Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y Juana, estando al servicio de Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de campo con el último, sin un gesto. Suponen los cronistas que Vera fue seleccionado, al encontrarse en las Canarias desterrado, por haber matado a Basurto, alcaide de Medina Sidonia. En verdad, el 4 de febrero de 1480, día en que se extendió el

nombramiento, se encontraba en su casa de Jerez. "Acatando como la conquista" de las "Yslas de la Grand Canaria e Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla a cabo, sin tropezar con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real de las Palmas, gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de la Algaba[4] o quien la tuviese, le entregaría la fortaleza y los justicias sus varas, siguiendo "ynquisiciones". Descubiertos los culpables de "los escándalos e ruydos e diferencias", que cristalizaron en "divisyones", enfrentando a milites, caballeros y escuderos, los enredadores pararían en la cárcel, siguiendo juicios sumarísimos. Ejecutadas las penas de destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea de "sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe católica", "fasta la ganar e vos apoderar"[5], continuando en "Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles"[6].

Necesario núcleo de pobladores castellanos, a más de los que estaban en la isla, la reina dio por supuesto, "que algunos caballeros e escuderos e marineros e otras personas", de las que "van" o "fueren" a Gran Canaria, querrían "bevir e morar en la dicha Ysla e faser su asyento en ella", con mujer e hijos. Deseando que tuviesen "más gana", les serían repartidos solares y "heredamientos", dando a cada uno "aquello que viedes, que según sus merecimientos e estado, aya menester". Distribuida la tierra, se formaría nuevo cabildo, expropiando las varas compradas y cesando a los justicias, con excepción de los nombrados por la corona[7]. Los cargos podrían ser "cadañeros", vitalicios o hereditarios, designando Vera jurados y candidatos al "regimiento", para que el pueblo pudiese elegir, sin salirse de madre. Ignorada la identidad de los alfabetizados, llevó en blanco el título de notario público y escribano de cámara, "en las islas de Canaria e Tenerife e en los mares e en los puertos della"[8].

Para proveer a los hombres embarcados y la gente que estaba en la isla[9], sacaría de Andalucía 450 cahíces de trigo, 220 de cebada[10] y todo el bizcocho que quedase en el reino[11], reclutando en término de Sevilla, 100 ballesteros de monte "muy escogydos", que ayudarían a derrotar a los canarios, "más prestamente". Asentado el salario, serían pagados al término de la guerra, con cargo al botín[12]. Honrado Juan de Lugo como servidor "principal" de la corona, porque continuaba financiando "navíos e gentes de caballo e de pie", Vera le compensaría con "heredamiento tal e de tanta mejoría", que cantase la generosidad del propietario. Bien no embargable, "como tierra a los enemigos ganada", conservaría la cualidad, aunque fuese vendido a tercero[13]. Apartado Pedro de la Algaba del poder, Juan de Lugo le relegó del negocio de la orchilla, inquietando el cambio a no pocos. Fernando de Rueda y Martín González de Vitas, vecinos de la "villa de Gomera", pidieron real seguro, que les ampararse del nuevo gobernador de Gran Canaria, concedido a 20 de febrero de 1480[14].

Según costumbre, los cronistas contradicen a la historia documental. Pulgar nos dice que la Canaria Grande, hubiese sido "difícil de ganar", de no estar enemistados los príncipes de los dos reinos. Aliado "el uno" de los castellanos, les ayudó a sojuzgar "toda la isla", "por haber venganza del otro". Pedro de Vera le recompensó, remitiéndole a Castilla con esposa y séquito. Recibido en Madrid por los Católicos, "le mandaron proveer de todas cosas necesarias", deslumbrándole antes de devolverle a la patria, para que continuase sirviendo[15]. Bernáldez recoge la versión, nominando a los reyes rivales. Poderoso Telde, se enfrentó a los castellanos. Habiendo dado Galda vasallaje a la corona, Vera le mandó a la Península, "donde el rey y la reina le ficieron mucha honra e lo vistieron e fizo con ellos su amistad". Tras jurar lealtad a los

monarcas regresó, para rematar la conquista[16].

El fondo de verdad, que encierra esta leyenda, se llamó Michel de Monxica, canario, "pardo" de tez, es decir, negro. Sin más categoría que la de ciudadano, ofreció sus servicios a "ciertas persona de los dichos cristianos", que lo agregaron a cargamento de esclavos, siendo adquirido por un jerezano. Esteban Pérez Cabitos, que terminada la pesquisa en Lanzarote, ejercía de alcalde mayor en Gran Canaria, tuvo noticia del suceso, informando a los reyes de la entrega voluntaria de "un canario, de los ynfieles de la ysla". Y de su destino. Publicitario el gesto, los Católicos lo aprovecharon. Estando Vera en Jerez, por carta de 14 de abril de 1480, le encargaron el caso: si "fallades quel dicho canario vino a los cristianos, que están en la dicha ysla y venido lo prendieron y vendieron", lo haría secuestrar, obligando al vendedor, a restituir lo cobrado[17].

Remitido el presunto salvaje a la corte, se reveló alfabetizado, políglota y honrado, virtud rara en Castilla. Tratándole de "nuestro criado", los monarcas acumularon responsabilidades en su persona, por sucesión de albalas, fechadas a 30 de abril. Sería "cogedor" o recaudador de los quintos "e otros precios e derechos, a nos pertenecientes en la dicha isla"; administrador del botín y cuantos dineros se acopiasen, que los castellanos habrían de entregarle, incluido Pedro de Vera, careciendo de valor las libranzas y recibos, que no llevasen su firma[18]. Receptor y custodio del "pan o maravedís, así lo que agora mandamos enviar e llevar, como de lo que de agora en adelante mandaremos, para proveimiento de la dicha gente e paga del sueldo", tendría los libros a su cargo, con la distribución de munición de boca, guerra y pagas[19]. Detectada "alguna desorden", en los repartimientos que se hicieron en Gran Canaria, pues los que "han trabajado e han de trabajar en la tomar", quedaron excluidos, en beneficio de quienes no participaron, "confiando" en la honradez del canario, al término de la guerra secuestraría los heredamientos, concedidos indebidamente, para darlos a quien los mereció, quedando la intervención de Pedro de Vera, en mera presencia[20].

La armada zarpó del pequeño puerto jerezano de Alventos, en julio de 1480[21]. Apenas en Villa Real, Vera reanudó la guerra, con los soldados de Juan Rejón[22]. Conquistó "muchos pueblos" de Gran Canaria, padeciendo grandes "penalidades", pues los socorros llegaban tarde o nunca[23]. Terminada la conquista a finales de año, Juan de Lugo, a más de no cobrar, perdió la orchilla, siendo concedido el monopolio a Gonzalo de Cárdenas, comendador mayor de León, en la isla y las islas, "que están por conquistar". Género de difícil manipulación, Cárdenas hubo de acudir al despreciado Juan de Lugo, que para colaborar, exigió ser reconocido, en real provisión, dirigida a Pedro de Vera, como el único que podría "comprar y sacar" orchilla de las islas, sin más carga fiscal que el quinto[24].

Alonso Fernández de Lugo sirvió en la conquista, pues participó del repartimiento de Gran Canaria[25], pero su papel distó de ser relevante. No aparece en la documentación, ni al texto de Pulgar, pero hechos posteriores, aconsejaron a Bernáldez, repartirle papel estelar. Episodio central de la contienda, la batalla de Ventegay, se cuenta que los cristianos atacaron a Telde, con ayuda de Galda. Emboscados los canarios en sus riscos, los honderos causaron 200 bajas en las filas cristianas, cerrando la jornada vergonzosa retirada[26]. Apurados Vera y Lugo, negociaron tregua. Ultimada a la puesta del sol, dormían los canarios en sus alturas, confiando en la palabra de los castellanos, cuando fueron atacados, a traición y con nocturnidad. Muerto