
Africa.versus.America
.pdfpor lo mucho que debía al rey. Lo remató Pedro Ruiz Sarmiento, Adelantado Mayor de Galicia, en lote de pueblos. Juan I volvería a comprarlo, para cumplir última voluntad de su padre. Entre los partidarios de Enrique de Trastamara, figuró Juan de la Cerda, señor de Huelva y Gibraleón. Al destaparse antes de hora, fue ajusticiado por Pedro I, pasando sus bienes a la corona. En el trono Enrique II, olvidó a Isabel de la Cerda, hermana y heredera del difunto, dando las villas a su alguacil mayor en Sevilla, Alonso de Guzmán. Arrepentido en la última hora, ordenó al hijo entregarlas a su legítima propietaria. Estando en manos de Alvar Núñez, alguacil mayor como el padre, pero menor de edad, el monarca aprovechó su debilidad, para darle Palos, con el lote de aldeas, a cambio de las villas. Fallecido Alvar en 1391, Elvira de Ayala, tomó posesión en 1395, como garantía de su dote.
Informada por los más ancianos de usos y costumbres, supo que le correspondía el diezmo, el ancoraje de los navíos y el portazgo del pescado, pagando la carga mayor 3 maravedís y la "asnal" 12 dineros, siendo causa de la prosperidad de la villa y de la presencia de Micer Melín de Negor, "mercador" genovés, debidamente avecindado, privilegio de "ir a ballenación". Palos partía con Niebla, más tarde con Almonte, por los "asientos" de Río de Oro, poblado de pescadores y armadores. Alojados en mansiones, construidas en madera, pagaban derechos por las jábegas, siendo libre la nansa y al curricán[6]. Habituales del otro Río de Oro, al decaer la actividad, mediado el siglo XVI, se trasladaron a Huelva.
Un conde de Plasencia sería señor de Palos. Propietaria Isabel de Castañeda, de familia de Almirantes, casó con el Conde de Cifuentes, Alfonso de Silva, alférez mayor del rey. En 1472, vendió el "sexmo" de la villa a Pedro de Estúñiga, Conde de Miranda, rama a la que perteneció Gonzalo de Estúñiga, alcaide y alcalde mayor, que controló el lugar. Sintiéndose lesionados en sus derechos, Juan de Silva y hermanos interpusieron demanda, que no hubiese tenido historia, de no esgrimirla Isabel, para embargar su mitad de Palos, en 1475. Dos años más tarde, Juan de Silva pidió que fuese levantado el embargo, siendo complacido. En 1478, Palos tenía "seysçientos vesinos e moradores, sin la gente de la mar que continuamente vyene". Consumían 1.200 cahíces de trigo al año "e dende arriba, allende de los bizcochos, que los navíos han menester de contyno". Corto el término y de alvinas, al no tener "labrantíos para sus mantenimientos", el concejo pidió licencia para importar grano. Concedida por la "gran continuación", con que servían "por la mar", contra el "adversario de Portugal", cada vez que lo comprasen jurarían no sacarlo por su puerto,"para tierra de moros ni para otros reynos"[7].
En 1479, Fernando de Estúñiga vendió a Enrique de Guzmán, una dozava parte de Palos, heredada de sus padres, Pedro Alvarez Osorio, Conde de Trastamara y Elvira de Estuñiga. Quedaron al clan, que era el de los Miranda, 5/12 y al de los Cifuentes, 6/12 o un "sexmo". En 1485, barruntando que Isabel pretendía comprar, señores y concejo codificaron usos, costumbres y privilegios, por el "bien" de los vecinos, firmando el cuaderno de ordenanzas Pedro de Silva, Pedro de Estúñiga y Enrique de Guzmán. Partiendo del principio de que "las armadas, donde quiera que se hacen es daño de la tierra y de todo lo que de ella procede", pueblo y señores "fallan que en yr los navíos de armada, Dios nuestro señor es muy deservido, e las rentas de la villa sufren detrimento". En consecuencia, quien saliese del Alfoz, con mercancías para "rescatar", pagaría multa de 20.000 maravedís. Y de 5.000 el vecino que embarcase. La villa fletaba carabela, para proteger a los pescadores, en especial a su paso frente
al estrecho. Transportaba las calderas de calafatear, sal y algunas mercancías, cuyo rescate amortizaba el flete. También podían armarse, "para servicio que a cualquiera de los señores de la villa tocase", depositando previamente fianzas, a "satisfacción" de los alcaldes mayores, a más de jurar, ante el Concejo, "que non faran mal ni daño a los naturales de la tierra ni del Reyno, ni a las otras personas..., por el mal y daño que puede venir a la villa", al hacerla objeto de represalias[8].
Admitido que caso de desaparecer los armazones de pesquería, "cesaría todo", el nacido en Palos tenía derecho a "seda" o sitio, en carabela. Crecida la población y obligados a emigrar sus hijos, para embarcarse en Puerto de Santo María y otros puertos, la situación se declaró escandalosa, acordando cabildo y señores, repartir el costo de ocho carabelas, entre los vecinos más pudientes, en proporción al caudal, para garantizar puesto de trabajo a los naturales. Eran los pescadores propietarios de la pesca, percibiendo el armador del barco la "diezma", que "es diversa, según la pesquería esté lejos o cerca.., quier sean costeras, quier vayan a viajes... E según el navío pequeño o grande". La "pescada", sinónimo de bacalao, sábalo, cazón y otras especies mayores, se subastaba a la baja, por docenas de trece, en el "bodegón de la alota". Compraban mercaderes castellanos, pero sobre todo ingleses y flamencos[9]. La sardina se cogía en la temporada y "al cerco", tanto a poniente como a levante de la mar. La vendían en la "alotilla" de la calzada, embarrilada o en montones, con el "marisco" o especies de costa, ofrecidas en fresco, para el consumo local[10].
Al no haber muelle, se cargaban y descargaban los barcos, con ayuda de barcas, bateles y carros. El Bodegón de la Alota, que estaba en el puerto, hacía las veces de aduana, sirviendo choza inmediata, de grandes proporciones, de almacén auxiliar. Para comodidad de los navegantes, había horno de pan y fuente. Prohibido a los vecinos practicar el rescate, por evitar que la codicia, les indujese a extorsión, al no poder cargar mercancías, lastraban con piedras. Aplicando la ley del mínimo esfuerzo, dieron en arrancar el pavimento de la calzada. Suspendido el destrozo y reparado el daño, cambiaron de cantera, emprendiéndola con el camino de los molinos, en desuso porque al no haber sementera, importaban el trigo en harina. Al resultar ventajoso adquirirlo al por mayor y en grano, se restauró el "molinillo", haciendo molino "nuevo". Reconstruido el empedrado, el castillo, inútil en la paz, sería la cantera. Importante el ingreso por ancoraje de navíos, no era menor el de las salinas, propias de los señores. Deficitarias y sin posibilidad de ampliación, los paleños compraban sal en Huelva, donde tenían excedente. Del señorío olivar simbólico, cuya aceituna recogían las muchachas casaderas, a título de prestación feudal, la madera del pinar, también de los señores, se reservaba al reparo y construcción de navíos. En Palos se pagaba impuesto de "gallinas", rareza en Andalucía[11], dando idea de la población estante, a finales del XV, que el obligado de la carnicería del Concejo, cortase al año, para el abasto, 110 vacas y 250 carneros[12], a más de lo que mataban particulares.
Visto que por muy reina que fuese, para sacar marineros, tendría que convertirse en señora de la villa, Isabel inició gestiones, para comprar la mitad de la jurisdicción. Vendedor el clan de los Condes de Cifuentes, el Vicario General de la Orden de Santo Domingo en Castilla, autorizó a María Gómez Silva y su hermana Leonor, religiosas en el convento de Madre de Dios de Toledo, a solicitar de "soror Petronila, superiora", reunión del capitulo, para "tratar la
venta" de los 2/12 de "la heredad, que el dicho monasterio tiene... en el lugar de Palos, que es allende de la cibdat de Sevilla". La aportaron las hermanas, en concepto de dote. Aprobada la propuesta, las religiosas apoderaron a Pedro de Silva, propietario de otro dozavo y a Pedro de Rojas, criado de Juan de Silva, que lo estaban para negociar la operación, por el Conde de Cifuentes, Lope y Alonso de Silva[13], que completaban los 3/12 restantes.
La presencia en Trigueros, lugar de Niebla, de Pedro de Mendoza, Cardenal de España, estuvo relacionada, sin duda, con la compra de Palos. Documentada desde el 4 de diciembre de 1487, al ser costumbre que el capitán mayor, designase el puerto del que zarpaba su armada, se acordó hacer llegar a Colón a Castilla, antes de esta fecha. En el secreto los Colones, en interrogatorio destinado a Fernando el Católico, de 3 de febrero de 1515, Diego afirma por boca de abogado, que "el almirante su padre", pasó más de siete años, "suplicando a vuestra alteza... quel descubriría las dichas Indias" y enjugando negativas, porque "vuestras altesas lo tenyan por imposible y por cosa de burla"[14]. Incide Bartolomé Colón, diciendo haber acompañado a su hermano, la primera vez que "solicitó", ante los reyes, para sufrir burlas, porque "quería descubrir un mundo nuevo"[15]. Corroboró la versión un Andrés del Corral, situando la entrevista en Madrid: declarada la empresa imposible, por los expertos, el genovés prometió "que daría persona a la que creyesen", mandando fraile francisco, al que los reyes "creyeron"[16].
La elección de la orden, no parece casual. Desde 1472, los Franciscanos tenía a su cargo, la conversión del Africa "Atlántica". Fernando Colón trae al padre a Castilla, en 1486, supuesto en el que abunda Fr. Bartolomé de las Casas. Situando el encuentro con los monarcas en Alcalá de Henares, en enero de este año, le hacen permanecer en la corte, hasta que en 1488, regresó despechado a Portugal. Rechazado nuevamente por Juan II, renunció a tener reyes por mecenas, para buscar a un grande. Según la leyenda, visitó a Enrique de Guzmán, en el otoño. No pudiendo omitir la entrevista, el hagiógrafo de la casa, dice que criado antiguo, escuchó del difunto Gómez de León, que el genovés fue recibido por el duque en Sevilla. Lo describe como natural del Milanesado, de "alto ingenio, sin saber mucho de letras, astuto en el arte de la cosmografía". Ofreció la conquista de Santo Domingo, pero al estar el andaluz ofuscado con los reyes, remitió al visitante al Cardenal Pedro de Mendoza, pariente de la duquesa.
Si damos por buena la anécdota, habremos de admitir que lazos familiares inexistentes, no pudieron ser causa del peloteo, pero sí haber sido Pedro de Mendoza fiador, en concierto firmado en 1478, entre los Católicos y el de Medina. Contra la promesa de hacer la guerra a Doña Juana, "mi sobrina", el Guzmán recibió seguro de que su persona, familia, vasallos y bienes, serían respetados. En tal caso parece lógico que la oferta de apropiarse de isla, propia de los Peraza, preocupase al señor de las Islas del Cabo de Aguer. Del duque andaluz, se cuenta que Colón pasó al castellano Medinaceli, visitándole en Puerto de Santa María, sin perjuicio de que hubiese abandonado Andalucía, para no regresar, en 1487. La ausencia, debidamente verificada, no es óbice para que se presente un La Cerda entusiasta, que olvidando la abundancia de navíos y navegantes, presentes en su villa, ofreció hacer barcos nuevos para el genovés, a condición de que saliese del Guadalete. Rizando el rizo, corrió que en el archivo de Medinaceli, obraba original de la carta, en que el duque hacía la oferta. Buscada en 1997, para publicarla en facsímil, no se encontró, porque nadie se ocupó de hacer falso en condiciones.
Aparcado Colón, por la historia, en la fortaleza andaluza del La Cerda, se le hace llegar a Santa Fe, en 1491, para responder a severo interrogatorio, a cargo de Hernando de Talavera y Fray Diego Deza, según otros de Pedro de Mendoza, Juan de Fonseca y un fray Antonio Marchena, conventual de la Rábida, que no aparece en fuente documental alguna.
Conveniente posponer el "descubrimiento", a la conquista de Granada, la negociación para la compra de Palos, quedó "apuntamiento" de 1491, en el que los Silva resumieron sus condiciones. Habiendo pagado Enrique de Guzmán 2.200.000 de maravedís, por un dozavo de la jurisdicción, por un "sexmo", condenado a devaluarse, querían "seis veces tanto", más 300.000 maravedís, por el de salinas, pinar, olivar, barca y molinos, construidos después de 1479, con otros 300.000 sobre juros de la corona o deuda pública, a repartir entre el convento toledano, donde estaban las Silva, Pedro y Lope de Silva. Pagado el primer plazo a la firma de la escritura, el resto sería liquidado en los dos años "venideros", corriendo por la corona alcabala y otros impuestos. Para mayor seguridad, el Conde de Cifuentes recibiría la fortaleza de Molina, con las tenencias del "que agora la tiene" y derecho a retenerla, hasta hasta la liquidación del último maravedí. A cambio de aceptar los Cifuentes, que la reina subastase las rentas, en su nombre, antes de pagar, adquiriendo la mitad de la jurisdicción, por "juro de heredat", habría de indemnizar, a los hermanos, con un cuarto más, pagadero hasta la entrega del último pago. Siendo la operación "ventajosa compra para sus altezas", Cifuentes hizo una última gatada a los paleños. Perdida la vecindad con el señorío, los hermanos se reservaron el derecho a comprar sal en sus salinas, al precio que pagaban los vecinos.
Según todos los indicios, Colón debió ser presentado a los reyes por entonces, muy probablemente por genoveses, de los que se movían en la corte, gozando de la real confianza. Capaz de navegar sin marearse, técnico en Biblia, como "mercader de libros de estampa", profesión que ejerció en Lisboa, según Bernáldez, enterado en cosmografía teórica, de labia fácil y edad adecuada para "descubrir", por haber rebasado la cuarentena, le favoreció su condición de extranjero y desconocido. Cúspide visible de la pirámide jurídico - política, que habría de justificar el derecho de Castilla, a las Indias, llamado a ser figura publicitaria, no tener amigos ni parientes, le restaba peligrosidad, pudiendo los reyes quitarle el poder que le diesen, tanto en lo económico como en lo político, cuando les viniese en gana, sin temor a contestación. Al carecer de biografía, como cuantos adquieren notoriedad, en la edad madura, los autores le prestan pasados, más o menos contradictorios. Común el apellido Colón, pues lo encontramos en Italia, Francia y los reinos de España[17], el misterio que rodea al lugar de nacimiento del ídolo, magnifica el mito, probándolo los ríos de tinta inútil, que ha hecho correr.
Rodrigo Méndez Silva, genealogista del siglo XVII, le hace tataranieto de Ferreiro Colombo, señor del castillo de Cuçarp[18], sin relacionarlo con el corsario, cuyo contrapariente Micheloto, "sobrino de la mujer de Colón.., vasallo e súbdito" del rey de Francia, está documentado, porque hundió el barco de Pedro de Aday, en 1487, en el surgidero de Deauville, camino de "Unflor"[19]. Otros identifican al "descubridor", con el capitán de Luis XI. O le hacen su hijo. Sin relevancia el posible ramalazo judío de Cristóbal, al que se refiere la historiografía moderna, los más optan por traerle al mundo en Savona, en 1451, en familia de tejedores de lana, con tienda en Génova. Asociando al comercio del padre por 1470, emancipado en 1476, suponen que navegó por cuenta de Spinola y De Negro, homónimo de
humilde propietario de carraca, que en 1492, se arrendaba con su barco[20]. Cuentan que viajando como factor de ambos, el que le llevaba fue hundido por franceses, frente al Cabo San Vicente. Se salvó nadando hasta la costa, haciendo romántica entrada en Portugal, que le valió la factoría de Lisboa. En 1477 pasó a Inglaterra, al servicio de los mismo patronos. Fue a Thule con mercaderes de Brístol, llevando el costo a los pescadores de la costa de Bacalaos. Y contempló mares helados con buen tiempo, pues no le atraparon los hielos. Se supone que visitó Santo Domingo, impulsado por la tormenta. Indefensa la isla, concibió la idea de conquistarla. La expuso ante el rey de Inglaterra, que no le atendió, llevándole la decepción a las Azores, donde soñó con un poniente, del que regresaban navegantes, con la bolsa repleta. Comprador de azúcar, en Madeira los encontró de partida, dando en aquel destino el braguetazo, al casar, en 1479 con una Perestrello, hermana del gobernador de Porto Santo. En barcos del cuñado, viajó a la Mina de Guinea, midiendo la equinoccial, para corregir error superior al grado. En la posesión portuguesa nació Diego, el hijo que llevó a Italia, donde regresó, llamado por un pleito[21]
Bartolomé de las Casas incide, haciendo genovés a Colón, para sacarle de Madeira, por muy distinto camino. Tras presentarle como gran marino, se limita a embarcarle como pasajero, actualizando en su honor, la leyenda del hallazgo de la Mina. La atribuye a navegante castellano, que arribó a Madeira, destrozado y perdido. Acogido por el "descubridor", murió en su casa, legando al anfitrión, croquis del periplo. Con tan preciada información, Colón pasó a Lisboa, ofreciéndola a Juan II, a cambió de medios, para hacer el viaje. Despachado con cajas destempladas, quedó aparcado en la ciudad. Conversó con viajeros, que iban y venían en barcos del rey, prosperando a costa del Poniente. Y vivió de imprimir incunables. Con entrada en la biblioteca real, por la profesión, se supone que topó con la carta de Toscanelli. Copiada en las guardas de "Descripción de Asia", de Eneas Silvio, corrió a Castilla, con su secreto, asombrando a Salvador de Madariaga que las islas, descubiertas en el primer viaje, coincidiesen en longitud, latitud y perfiles, con las dibujadas por el italiano.
Estando el "descubridor" en la corte o a punto de aparecer, el jerezano Pedro Patiño, presente en el "real que nos tovimos sobre la cibdad de Granada", quiso "hacer la guerra a los moros de Allende", por traer algunos negros. Debidamente autorizado, por ser conveniente actualizar la información, armó carabela en Puerto de Santa María, llevando por adalid o capitán de tierra, a Juan de Olmedo, de Puerto Real. Localizado "aduar[22] de moros, que era cosa que sin ningún peligro se podía hacer", lo dejaron "tentado e espiado", con intención de volver, dotados de transporte. "En diferente paraje", por no ahuyentar a la presa, saltaron 30 cristianos, cargando "diez ánimas de moros", que amortizasen la travesía. Retirado Patiño en su casa de Jerez, a la espera de buen tiempo para regresar, supo que Olmedo, con "cobdicia de lo que había espiado", se preparaba a cosecharlo. El socio capitalista acudió al juez, que ordenó al adalid aguardarle, pero en crisis la autoridad, por imperar el autoritarismo, Olmedo hizo lo que le parecía: "dis que es ydo agora hazer la dicha cavalgada"[23]. Inmensa la costa inmensa, Olmedo no se topó con las carabelas de Colón.
La entrega de Granada a los Católicos, tuvo lugar el 2 de enero de 1492. Fue consecuencia de luchas internas entre moros. Y de acuerdo civilizado, pues medió promesa de respeto, hacia el credo y costumbres de los vecinos. Llamado a la corte Alonso Fernández de
Lugo, el 19 de febrero, le fue concedido donadio en Gran Canaria, por los servicios y dineros prestados, en especial para la conquista de Palma[24]. A 31 de marzo, incluyendo en el encabezamiento la corona de las Islas de Canaria, los monarcas decretaron la expulsión de los judíos[25]. Obligados a dejar el reino, antes de que terminase julio, los más escogieron el de Fez, "en Africa", por tierra de asilo. Regulares las comunicaciones con Lisboa, a partir de marzo, Juan II les permitió residir 6 meses en su reino, pagando un cruzado por cabeza[26], a la espera de transporte, para ir "allende a la cibdad de Fez", donde iban a parar los cautivos cristianos, llevados a Berbería[27].
Si nos atenemos al testimonio de quienes vivieron los hechos, Colón debió aparecer por entonces en Granada. En la corte, ante los "cavalleros y otras personas", puso "en plática" la idea de "descobrir", prometiendo entregar Tierra Firme, a la corona de Castilla. Experimentados por derrota reciente, los presentes le "bolaron" la palabra, no siendo "acogida, más que antes fazían burla de su razón", porque "se avía provado e puesto navíos en la buscar, e que todo era un poco de ayre"[28]. De conocer el acuerdo de los Católicos, con Rodrigo Borgia, es probable que la actitud de los cortesanos, hubiese sido diferente. Estando en las últimas Inocencio VIII, la prudencia aconsejaba tener a mano sujeto, que llevase el peso de la representación. Adecuado Colón, a juicio de los reyes, no lo era al del paleño, García Gallego: "si algún caudal, crédito o aparejo tuviera, no viniera a Castilla", pues "se fuera a facer el dicho descubrimiento, en nombre del rey de Portugal"[29]. En el pueblo sabían que el genovés abandonó Lisboa, porque Juan II "lo había echado y despedido mal"[30], siendo muchos los que se felicitaron, cuando se dijo que Fernando, se oponía a la aventura, "porque se decía de cierto, que no había tierra"[31] por descubrir.
Según García Fernández, físico de Palos, experto en cosmografía e inventor del preludio de la leyenda colombina, despedido de Granada, Colón tomó el camino de Huelva, con intención de dejar a Diego, en casa de un tal Mulyar, casado con hermana de su mujer. Omitiendo fuente cristalina, sita en las inmediaciones del convento, supone que se acercó a la portería de la Rábida, pidiendo de por Dios, agua y pan para el niño. Teniendo los frailes hospital y hostería, abierta a los caminantes, no faltando en la región extranjeros, estantes y residentes, es de suponer que los religiosos, estaban acostumbrados a frecuentar genoveses. Sin embargo Fray Juan Pérez, "ya difunto", que "acertó a pasar", sintió que la curiosidad la picaba, al escuchar acento de Génova. Cruzadas las primeras palabras con Colón, el religioso convocó a García Fernández, para conferenciar "todos tres"[32]. Del relato se deduce, que el genovés tenía orden de pasar por la Rábida. Y Fr. Juan de explorarle.
Terminado el palabreo, el clérigo escribió a la reina, siendo portador de la carta, el lepero Sebastián Rodríguez, piloto experto que la entregó en mano, para contestar a las preguntas de Isabel[33]. La respuesta llegó a los 14 días. El "descubridor" y su hijo quedarían "en seguridad", en el convento, mientras el clérigo iba a Granada, a tratar la cuestión de palabra[34]. Vocación tardía, pues trabajo muchos años en la corte, como "mozo" en la "oficina de contadores", confesor de la reina, aunque quizá nunca escuchó sus pecados[35], el pueblo achacó al astrólogo, "que estaba por guardián" en La Rábida[36], haber inspirado "descubrimiento", que arruinó al lugar y su comarca, sin perjuicio de que declarasen, de puertas a fuera, que fue obra "de gran satisfacción" para Dios, porque puso a los naturales de Indias en

vías de conversión, servicio compensado por el Altísimo, "con grandes riquezas"[37].
Colón y el fraile buscaron cabalgadura. Oliéndose el pueblo lo que fraguaban, no la encontraron en Palos. La facilitó Juan Rodríguez, acemilero de Moguer, confesando más tarde que sus paisanos le "culpaban.., por haber dado la mula", que llevó al fraile a Granada, para "negociar" la empresa de "descubrir las dichas Indias", que tenían "por vana"[38]. Partió el franciscano "secretamente", al filo de media noche[39]. En la corte, acordó con la reina dar tres velas al genovés, para "faser verdad su palabra". Estando en Granada el armador Diego Prieto[40], llevó a Palos 20.000 maravedís en florines, de parte de la reina, para entregarlos a García Fernández, con encargo de vestir "decentemente" a Colón, comprarle una "vestezuela", para el camino y entregarle el remanente, como dinero de bolsillo[41]. Partió el forastero de Palos. Y el pueblo achacó a Fray Juan, la llamada de la reina.
Examinado por Rodrigo Maldonado, miembro del consejo, arzobispo de Granada y más tarde prior del Prado, el arzobispo de Sevilla, cónclave de sabios, letrados y marinos, requeridos para que lo "platicasen, por ver si traya camino lo que decía", sólo votó a favor Juan de Cabrero, camarero de los reyes, probablemente informado de lo que se cocía: se debía "mandar" hacer "esta experiencia", arriesgando "alguna cantidad", pues de "descubrirse" las Indias, el beneficio sería importante. En las calles de Granada, comentaron la originalidad de querer descubrir "tierra nueva"[42], aludiendo a "ciertas capitulaciones" y "privilegios sobre ello"[43]. Y se supo que la reina dio al "descubridor" un cuento de maravedís, cantidad sobrada para pagar tres velas[44]. Alonso de Valencia escuchó que Colón fue en busca de dinero, para descubrir "las Antillas, que agora son e se llaman, las Indias del mar Océano"[45].
[1]En 1421, Alfonso V compró un ballenel en Valencia, por 495 libras, al parecer por consejo de criado del Conde de Niebla. Cargaba más de 40 personas. "Valencia Puerto Mediterráneo". Jacqueline Guiral Hadziiossif.
[2]"Esclavos y sirvientes en las sociedades mediterráneas durante la Edad Media". Jacques Heers.
[3]Varios almirantes tuvieron señorío costero. A Ramón Bonifaz sucediero Roy López de Mendoza, Pedro Martínez de Fe y Pedro de la Vega, que fue señor de la Casa de la Vega, en Asturias de Santillana. Su sucesor, Pay Gómez Cherino, tuvo Palos; el genovés Micer Benito Zacarías, Puerto de Santa María, Juan Mathe de Luna, almirante bajo Fernando IV, Huelva, concedida posteriormente, por el mismo rey, a Diego de Haro, señor de Vizcaya; Ferrant Pérez, almirante con Juan Mathe en 1297, Medina Sidonia, que alcanzaba la Foz del Barbate; Alfonso Jufre Tenorio, Almirante bajo Alfonso XI, Moguer. Alvar Núñez de Guzmán, otra vez Palos y los Enríquez, Tarifa.
[4]ADMS. 734. Probablemente la de San Jorge. Se achaca su fundación a los Condes de Miranda, fechándola en 1473, pero la estructura de templo fortificado, apunta al periodo templario. Es probable que la intervención de los Miranda, quedase en los aditamentos
góticos.
[5]ADMS. 763/734.
[6]ADMS. 734.
[7]SRGS. VII.1490.85.
[8]ADMS. 734. En las reglas de la cofradía de San Martín de la Mar, radicada en Santander, que aprobó Juan II, armadores y tripulantes debían jurar que no harían daño a los aliados y amigos de la corona, depositando fianzas ante el cabildo. De no cubrir sus bienes el daño causado, el lugar de donde fuesen originarios, sería responsable subsidiario, en su conjunto. Los cántabros frecuentaban los bancos de pescada de Bacalaos. No el "Reyno" (SRGS. IV.1475.385).
[9]ADMS. 734.
[10]Ibídem.
[11]Ibídem.
[12]Ibídem.
[13]Simancas. P.R. 35.5.
[14]P. C. T. II.
[15]P.C. T III.
[16]Ibídem.
[17]Un Bartolomé Colón pagaba alcabala en Puebla de Guzmán, en 1503. La castellana Margarita Colón está documentada en 1489, porque tuvo con clérigo hijo, legitimado por los Católicos (SRGS. I.1489.49).
[18]SRGS. XI.1483.107.
[19]SRGS. V.1489.85.
[20]SRGS. VI.1492.99.
[21]"Historia de las Américas". T. I. VV.AA. Coordinador Luis Navarro Garcia. V centenario 1991. Fr. Bartolmé de las Casas.
[22]En 1634 había aduar de moros alrededor de fortaleza, hecha por el xarife Abdelmalec, en la boca del río Ajer o Aguer. (ADMS 2416).
[23]SRGS. VII.1492.162.
[24]SRGS. II.1496.1.
[25]Las razones esgrimidas en el decreto, reflejan la mentalidad de la España eterna: "quando algund grave e detestable crimen es cometido por algunos de algún colegio et universidades, razón es que tal colegio y universidad sean disolvidos y anichilados, e los mayores por los menores e los unos por los otros punidos, e que aquellos que pervierten el bien e onesto bivir e las cibdades e villas e que por contageor pueden dañar a los otros, sean expelidos de los pueblos y aun por otras más liebes cabsas que sean en daño de la República, quanto más por el mayor de los crímenes e más peligroso, como lo es este". Se refiere al de generar ideas, no pensadas o no deseadas por el poder.
[26]Bernáldez cap. CXIII. RSGS X.1492.53.
[27]SRGS. V.1495.271/ IX.1492.66.
[28]P.C. T. IV/T. I.
[29]P.C. T. VIII.
[30]Ibídem.
[31]P.C. T. III.
[32]P.C. T. IV.
[33]P.C. T. IV.
[34]Ibídem.
[35]Ibídem.
[36]P.C. T. VIII.
[37]Ibídem.
[38]P.C. T. III.
[39]P.C. T. IV.
[40]Sin duda Diego Rodríguez Prieto.
[41]P.C. T. IV.
[42]P.C. T. VIII.
[43]P.C. T. III.
[44]P.C. T. VIII.
[45]Ibídem.
Los papeles de Santa Fe
El original del pomposo acuerdo, que se supone firmado en el real campamento, estando la confortable Granada, en manos cristianas, debió extraviarse, pues ya Diego Colón lo aportó a su pleito, en forma de inserto, incluido en amplio privilegio de confirmación,
otorgado en Burgos, a 23 de abril de 1497. Aparte se conserva el preceptivo "apuntamiento" previo, fechado a 17 del mismo mes. Exponente de las aspiraciones de Colón, más parece oferta de los Católicos, si nos atenemos a su redacción. Titulándose "señores" de sus "Mares Océanas", "facen dende agora" su almirante a Cristóbal Colón, con las prerrogativas que tenía Alonso Enríquez, "almirante mayor de Castilla" y gozaron sus predecesores, pero al quedar circunscrito el cargo, a las aguas de los descubrimientos, los primogénitos de la familia titular, continuaron ejerciendo y firmando, como Almirantes Mayores de la Mar, quedando el "descubridor" en mero lugarteniente, de carácter hereditario. Dando solidez al texto, se hace añadir a los monarcas, que extenderían el título, "después que hayades descubierto e ganado las dichas yslas e Tierra Firme", que "vades por nuestro mandado a descubrir e ganar", lo que por entonces quería decir, en román paladino, "reconocer" y "conquistar", no "encontrar". Queriendo reunir Colón, en su persona, las funciones de virrey y gobernador general, de cuanto "descubriere e ganare en las dichas mares", los Católicos limitaron la pretensión a presentación de terna. Con derecho a la décima de las rentas, que obtuviese la corona, el genovés probó dotes de augur, al enumerar los productos de la tierra: perlas, piedras preciosas, oro, plata y especiería. A imitación de Herrera y Saavedra, tendría la jurisdicción civil y criminal, en las "yslas e tierras firmes, que por su mano e yndustria , se descubrirán e ganaran" en el Mar Océano, pudiendo fijar pechos y derechos, castigar al intruso y dirimir contenciosos, entre particulares[1].
Olvidando que los monarcas carecían de embarcaciones propias, se les hace decir que el "descubridor" iría en "fustas nuestras", siendo error sorprendente, en falsificador coetáneo, el de describir el documento, como "nuestra carta de privilegio rodado". Se dice que se llamaron así, debido a la "rueda", con las armas reales, que suele adornarlos, pero al haberlos sin ella y hasta sin armas, parece razonable suponer, que se debía al supuesto de "rodar", por mano de los confirmantes, como "rodaban" los cargos municipales, en ciertos pueblos, de vecino en vecino. Habiendo vivido la experiencia de Juan II, que en más de una ocasión hubo de renunciar a su voluntad, porque los consejeros se negaron a confirmarla, Enrique IV suprimió el género,
sustituyéndolo por la albalá, que firmaba con un secretario, no habiendo manifestado los Católicos, intención de regresar la moda antigua. Reunidos los documentos colombinos en el Archivo de Indias, con apéndice en la casa de Alba, adquirido en el siglo XIX, los americanistas ignoran serie, en que Colón aparece mencionado, que se conserva en el cajón de sastre, conocido por Registro General del Sello, sección de Simancas. Destacan dos reales albalas sin alharacas, fechadas en Granada, el mismo 30 de abril de 1492, en que lo fueron los acuerdos de Santa Fe. Conservada la una por partida doble, es de notar que en la copia, inserta en sobrecarta de 20 de junio, en la que aparece un "ojo" dieciochesco, la palabra "Granada", se sustituyó por "Santa Fe". Formaron parte de conjunto de tres piezas[2], ignoradas por la historia oficial, porque la dinamitan.
La primera va dirigida a los justicias de "qualesquier cibdades e villas e logares, de la costa de la mar de Andalusya": "nos avemos mandado a Cristóbal Colón, que como nuestro capitán vaya con tres carabelas de armada, a algunas partes del mar Oçéano", a cosas "muy complideras al servicio de Dios e nuestro, e porque son menester para ello las dichas tres caravelas, de nuestros vasallos e súbditos", las "que por el dicho Cristóbal Colón, vos fueren mostradas e nombradas", sería embargadas, "pagándoles por ellas los precios e sueldos, que justamente ovieren de aver, por el tiempo que en nuestro servicio se ocuparen". El armador las pondría en el puerto, indicado por Colón, en los diez días siguientes, a la fecha en que recibiesen la llamada, "con todas sus xarcias e aparejos e pertrechos" y las "gentes dellas, que fuere menester que vayan con él, para que las puedan llevar, adonde por nos le a seydo mandado"[3].
Al alcance de la corona ahorrar, echando mano de navegantes, condenados por haber cometido delito, a servir gratuitamente, con sus barcos, "cada e quándo e do quier que por nos vos fuere mandado", se llamó a los delincuentes de Palos, en general, y en particular, a Diego Rodríguez Prieto[4]. Sentenciado a navegar para la reina dos meses, con otras tantas carabelas, las pondría "armadas a vuestras propias costas", con pertrechos, despensa y tripulación, en el plazo señalado, donde ordenase Cristóbal Colón, "nuestro capitán de las dichas tres carabelas", para ir a "ciertas partes de la Mar Océana.., donde nos le mandamos yr"[5], habiendo sido provisto el genovés, de instrucciones y fondos, para que "vos pague luego sueldo por quatro meses.., al precio que pagan a las otras gentes que fueren en las dichas dos caravelas e en la otra caravela". Acertada por los monarcas la duración del viaje, con error de dos semanas, ratificaron que se trataba de travesía ordinaria, al fijar salarios y "precios": serían los "que comunmente se acostumbra pagar en esa costa, a la gente que va de armada por la mar". Obligados a seguir la "vía", que indicase Colón, habría de ser desobedecido, si olvidaba lo acordado en Alcaçobas: "ni vosotros ni alguno de vos, no vayades a la Mina ni al trato della, que tyene el serenísimo Rey de Portugal, nuestro hermano, porque nuestra voluntad es de guardarse e que se guarde, lo que con el dicho rey de Portugal sobre esto, tenemos asentado e capitulado"[6].
Superflua la advertencia, de encontrarse la Mina en la costa oriental del Atlántico, es decir en Africa, donde la ubican, pues Colón navegaba en dirección poniente, que se repita casi con las mismas palabras, a 28 de mayo de 1493, estando el "descubridor" de regreso, pone de manifiesto que la Mina estuvo a occidente, es decir, en América: "es nuestra merced e voluntad