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- •Segunda parte cuatro historias de un elefante ¡agua!
- •Sólo una metáfora
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El hombre, su mujer y el loro
Un hombre está muy celoso de su mujer. Una vez este hombre compra un loro, lo trae a casa y lo mete en una jaula. Piensa que el loro va a decirle qué hace su mujer cuando él no está.
Al día siguiente el hombre se marcha a otra ciudad por el trabajo. Y por la tarde viene a su casa el amigo de su mujer. Ellos comen juntos una comida riquísima, toman vino y el caballero se va sólo con los primeros rayos del sol.
Cuando el marido regresa a casa, pregunta al loro qué ha pasado en su ausencia y el loro le cuenta todo lo que ha visto. El marido al oírlo2 se pone muy triste y no habla con su mujer. La mujer piensa a su turno que la criada la ha descubierto. La criada jura que no lo ha hecho y añade:
− ¡Ay, señora mía! Es el loro quien lo ha dicho todo a su marido3.
Cuando viene la noche la mujer baja la jaula con el loro al suelo y comienza a echarle agua de arriba como si fuera lluvia4. Después toma un espejo en la mano y lo pone sobre la jaula y en la otra mano toma una candela y se lo pone encima. Y el loro piensa que es un relámpago. Entonces la mujer empieza a mover una rueda de moler, y el loro cree que truena.
Por la mañana el marido pregunta al loro:
− Esta noche, ¿has visto alguna cosa?
Y el loro contesta:
− Como no, señor mío, esta noche ha llovido muy fuertemente, ha tronado y ha relampagueado.
Entonces dice el hombre:
− Si lo que me has dicho de mi mujer es verdad como esto, no hay cosa más mentirosa que tú y te venderé.
Y el marido vuelve a su mujer y ellos hacen las paces.
Preguntas del texto:
¿Por qué el hombre compra un loro?
¿Qué pasa en la casa del hombre cuando él no está?
¿El marido cree en lo que le dice el loro? ¿Cómo se pone?
¿Qué hace la mujer cuando viene la noche?
¿Qué cuenta el loro a su amo de esta noche?
¿Cómo reacciona el hombre a las palabras del loro?
Segunda parte cuatro historias de un elefante ¡agua!
Ha empezado goteando1 y ha permanecido así durante un par de días. No le hemos hecho el menor caso. Ya casi estamos acostumbrados al monótono ruido de las gotas cuando se estrellan en el fregadero.
Pero un día el agua ha comenzado a brotar repentina y abundantemente. Aviso en seguida a un fontanero; pero pasa el tiempo y no llega. El agua me cubre a mí los pies y a Elefante, las pezuñas. Y mientras que aquella situación a mí me irrita, a él lo divierte muchísimo.
El nivel del agua crece poco a poco en el interior de la casa. Los objetos más diversos flotan a nuestro alrededor. Las cosas se ponen verdaderamente mal. Desde un extremo de la sala se puede ver como la mesa de roble emerge en medio como una isla en el océano. Me dirijo hacia ella y allí me siento seguro. Elefante no tarda en seguir mi ejemplo. Ahora los dos permanecemos sobre la mesa como náufragos y esperamos al fontanero.
Al fin llega. Como hombre acostumbrado a estas situaciones, no da importancia a lo que pasa. Se dirige hacia la tubería, que al instante deja de manar2 agua. Después abre un desagüe en el suelo y las aguas se retiran.
Elefante y yo descendemos de la mesa y recorremos las habitaciones. Libros, lámparas, todo lo que hay allí está empapado.
Al día siguiente sale un sol hermosísimo que derrama sus rayos con generosidad sobre la casa y lleva consigo las últimas aguas.
Cuando, cuatro días después, recibo la factura del fontanero, todo es ya un recuerdo.
Preguntas del texto:
¿Por qué Elefante y su amo no han hecho caso al agua?
¿Por qué el amo avisa a un fontanero?
¿Cuál es el nivel del agua en el apartamento?
¿Qué se puede ver desde un extremo de la sala?
¿Dónde se sientan el amo y Elefante para sentirse seguros?
¿Qué hace el fontanero cuando llega?
¿Qué lleva las últimas aguas?
